En un momento de relajo durante la tarde estaba con mi perro a la entrada de la cocina. Relajadito, echado a mi lado se dejaba acariciar, entregado al ritmo de mis manos a contra pelo de su lomo como buscándole pulguitas, jjajjaja. Menos mal que no tiene, o al menos no le encontré ninguna. Como es de pelos claros y medianamente cortos es fácil verle si tiene garrapatas o pulgas. En fin. Mientras lo regaloneaba, porque mi perro es lo más fundido que hay, regalón como él sólo, le encanta estar cerca de mí o de cualquiera de la familia.
Es de compañía y de eso no cabe duda, pero no siempre fue así. Y es eso lo que me hace pensar, que mi perro es exactamente como siempre quise tener un perro. Un perro grande, bonito, inteligente, que entendiera todo lo que le dijera, que me hiciera caso, que pudiera salir con él sin correa y que no saliera corriendo a perderse, sino que caminara libre pero a mi lado. Y así es.
Es como siempre quise que fuese el perro que quería tener. Imaginé muchas veces cómo sería, pero no nació así. Le tomó un buen tiempo y varias lecciones aprender a ser el buen perro que hoy es.
Mi perro tenía el potencial para llegar a ser el perro de mis sueños, pero no fue así desde el principio. De hecho, el día que me lo trajeron de sorpresa, lo primero que hizo fue irse derechito a mis manos a jugar conmigo como si hubiese sabido que era un regalo para mí y me rasguñó en el dorso de mi izquierda con sus dientecillos de alfiler; aún se me nota una pequeña cicatriz. Era loco, independiente, esquivo, no le gustaba que lo tomaran mucho, se escapaba ligerito. No era mañoso pero sí inquieto y juguetón, y todo lo mordía. Se echó varias plantas del jardín que le costaron un tiempo de reclusión domiciliaria. Cuando logró demostrar buena conducta le conmutaron la reclusión por libertad condicional vigilada. De algún modo entendió que dependía todo de su buen comportamiento y hasta la fecha ha demostrado un comportamiento ejemplar. Mi perrote. Es muy genial. De tan independiente que era, ahora, me busca las manos y pone la cabeza para que le haga cariño.
Lo que concluyo a partir de lo que me ha hecho pensar el haber estado sentada a su lado mientras le rascaba el lomo. Es que a veces los sueños se hacen realidad, pero no siempre se cumplen tal como uno quiere que se cumplan. Pero pueden pulirse, adaptarse, aprender, cambiar, evolucionar. Pero primero hay que aceptarlos como son, luego con el paso del tiempo van botando la pelusilla y solitos van agarrando el ritmo que se toca en el lugar donde estén hasta convertirse en el prototipo ideal que llenan todas las expectativas forjadas dentro de aquellos sueños iniciales. Es decir, un sueño puede que no nazca tal cual como se soñó, pero puede llegar a ser así, con paciencia y dedicación.
Mi perro ahora es tranquilo, reposado, obediente, no hace tira plantas, hace sus necesidades donde debe, ordenadamente y es entusiasta y juguetón cuando se da el momento para ser así. Aprendió a ser un buen perro. Ha llegado a ser como el perro que siempre quise tener.
Me pregunto si puedo extender este mismo paradigma a todos los otros aspectos de mi vida.?
Si los otros sueños, los mismos que me han decepcionado, pueden llegar a convertirse en ideales hechos realidad? Bastará sólo con perseverar, con tener paciencia y buena voluntad?
Es de compañía y de eso no cabe duda, pero no siempre fue así. Y es eso lo que me hace pensar, que mi perro es exactamente como siempre quise tener un perro. Un perro grande, bonito, inteligente, que entendiera todo lo que le dijera, que me hiciera caso, que pudiera salir con él sin correa y que no saliera corriendo a perderse, sino que caminara libre pero a mi lado. Y así es.
Es como siempre quise que fuese el perro que quería tener. Imaginé muchas veces cómo sería, pero no nació así. Le tomó un buen tiempo y varias lecciones aprender a ser el buen perro que hoy es.
Mi perro tenía el potencial para llegar a ser el perro de mis sueños, pero no fue así desde el principio. De hecho, el día que me lo trajeron de sorpresa, lo primero que hizo fue irse derechito a mis manos a jugar conmigo como si hubiese sabido que era un regalo para mí y me rasguñó en el dorso de mi izquierda con sus dientecillos de alfiler; aún se me nota una pequeña cicatriz. Era loco, independiente, esquivo, no le gustaba que lo tomaran mucho, se escapaba ligerito. No era mañoso pero sí inquieto y juguetón, y todo lo mordía. Se echó varias plantas del jardín que le costaron un tiempo de reclusión domiciliaria. Cuando logró demostrar buena conducta le conmutaron la reclusión por libertad condicional vigilada. De algún modo entendió que dependía todo de su buen comportamiento y hasta la fecha ha demostrado un comportamiento ejemplar. Mi perrote. Es muy genial. De tan independiente que era, ahora, me busca las manos y pone la cabeza para que le haga cariño.
Lo que concluyo a partir de lo que me ha hecho pensar el haber estado sentada a su lado mientras le rascaba el lomo. Es que a veces los sueños se hacen realidad, pero no siempre se cumplen tal como uno quiere que se cumplan. Pero pueden pulirse, adaptarse, aprender, cambiar, evolucionar. Pero primero hay que aceptarlos como son, luego con el paso del tiempo van botando la pelusilla y solitos van agarrando el ritmo que se toca en el lugar donde estén hasta convertirse en el prototipo ideal que llenan todas las expectativas forjadas dentro de aquellos sueños iniciales. Es decir, un sueño puede que no nazca tal cual como se soñó, pero puede llegar a ser así, con paciencia y dedicación.
Mi perro ahora es tranquilo, reposado, obediente, no hace tira plantas, hace sus necesidades donde debe, ordenadamente y es entusiasta y juguetón cuando se da el momento para ser así. Aprendió a ser un buen perro. Ha llegado a ser como el perro que siempre quise tener.
Me pregunto si puedo extender este mismo paradigma a todos los otros aspectos de mi vida.?
Si los otros sueños, los mismos que me han decepcionado, pueden llegar a convertirse en ideales hechos realidad? Bastará sólo con perseverar, con tener paciencia y buena voluntad?
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