He sentido como una palma invisible que dibuja un círculo perfecto en mi espalda.
Desde alguna parte viene una fuerza que me estimula y carga mis alcalinas. Y lo bien recibo.
Es inevitable pensar en el todo, en cómo se han venido dando los acontecimientos, entretejiéndose de modo tal que ahora pueda estar frente a estas líneas que me conectan con otras almas que algunas vez tuvieron que pasar por experiencias que yo apenas vislumbro, las que aún sólo intuyo porque todavía estoy a dos pasos lejos para descifrar en vivo y en directo de qué se trata todo eso nuevo que está ahí y que aún no me pertenece.
Pero que de algún modo puedo organizar la perspectiva y ver como se van encendiendo las luces, una a una, a los costados de una gran pista de aeropuerto, preparando mi despegue inicial.
Siento las conexiones en el aire, todo pareciese girar entorno a lo mismo. Recibo respuestas desde todos lados como si estuviese frente a un conmutador por el que entran todos los códigos del exterior y yo soy la telefonista y el mensaje se resume en uno solo: Adelante, tú puedes.
Qué puedo responder frente a eso? Nada más ni nada menos que: - Gracias, amigos. Yo, también, los quiero.
Hoy he entendido algo: que el verdadero cariño no se demuestra evitando que tomes riesgos, sino dejándote correrlos porque se sabe que la experiencia que ganarás corriéndolos por tu propia cuenta y riesgo es invaluable. Sin embargo, porque se conoce la proporción del riesgo que estás corriendo, es que si caes alguien estará ahí para darte la mano y ayudar a levantarte sin decir: -Te lo dije.- Y eso, un amigo de verdad, lo entiende a diferencia de los padres. Por eso los padres son padres y los amigos, amigos.
Porque de eso se trata, vivir la aventura y experimentar.
Quién es mejor amigo? El que te cuenta el final de la película para que no llores con el triste fin de la historia o el que guarda silencio, pero que si lloras te abraza y te presta su pañuelo?
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