Es extraño. Las contradicciones y paradojas de la vida.
Éste, siento que es mi espacio más íntimo y a la vez el más público. Aquí me siento a salvo. Curioso, es el espacio más abierto y sin embargo me siento protegida. Es casi como arrancar al medio de la calle o de confundirse en medio de la multitud para escapar de alguna clase de peligro. Raro, no? Pero tiene sentido, supongo.
Estaba saliendo de mi parálisis, dispuesta a retomar mi vida, ya había dado un primer paso, incluso había vuelto a confiar en mi intuición, y ya había aceptado la idea de que mi futuro es mi responsabilidad y mi vida es sólo mi vida. Ya me había despedido de todo, dispuesta a seguir aún con el círculo inconcluso, pero ya me había hecho a la idea que así sería y no había nada que yo pudiera hacer al respecto, sólo darle tiempo al tiempo para que me dejara de importar hasta que llegara un día y pasaran esas 24 horas sin recordar algo en absoluto.
Fue el miércoles, cuando atravesaba O'Higgins a la altura de Tucapel, vi un globo naranjo que flotaba entre los gases calientes de las micros y lo primero que pensé pero sin palabras, sólo tuve la sensación, de que estaba siendo testigo de una señal que debía interpretar. Había pedido tanto por una señal para saber a qué a tenerme ante la falta de una respuesta que me diera luces antes de decidir qué hacer.
Era un globo naranja, el color no podía ser otro? El naranjo es un sinónimo casi como su segundo nombre, pensé en él de inmediato. El globo iba de acá para allá, pero siempre se mantenía a mi izquierda. Casi se me pasa el rojo por estar pajareando abstraída en mis ideas respecto a la trayectoria azarosa de aquel globo. Cuando me decido a atravesar antes que el semáforo cambiara a verde otra vez, aquel globo se me cruzó por delante, pero salió de mi camino justo antes de dar el paso que me correspondía para avanzar. Llegué a la vereda y me desentendí del globo, no sé qué sería de él, estaba ensimismada en tratar de dilucidar el significado de aquella escena, si es que tenía alguno más o menos lógico.
Aquel día como la mayoría de mis días ya sin esperanzas, no tuve ningún apuro en revisar mi correo. Cuando lo hice me encontré con dos mensajes que hicieron que mi pulso casi inerte volviera a la vida.
Entonces, es lo que no me explico: por qué.
Si ya estaba más o menos conforme, ya estaba más o menos entregada a la idea que mi vida sería sin él, por qué aparecerse pero al mismo tiempo no han dejado sólo de ser palabras que no puedo creer del todo porque no hay hechos que las avalen ni les den consistencia.
Soy racional antes que sentimental, no creo en palabras por muy bonitas que suenen pero que aún siguen en el aire, creo en hechos, pruebas, evidencias.
Los recuerdos ni las intenciones me alcanzan para alimentar un fuego que ya casi está extinto, brazas tenues en medio de mucha ceniza.
La ceniza sirve de sustrato para formar humus que haga posible la nueva vida, a eso se debe referir el Mito del Ave Phoenix con eso de "renacer de las cenizas". No es literal, debe estar escrito en un código simbólico de lo que significa cuando algo acaba y en su lugar surge algo nuevo, pero no de la nada, sino a partir de las ruinas, residuos, o en este caso: cenizas de lo que antes hubo en aquel mismo lugar.
Es cierto, ya no soy la misma ilusa soñadora de hace algún tiempo atrás.
Ya no me importa qué haga o deje de hacer.
Ahora, lo que yo hago o dejo de hacer es lo realmente importante, porque es mi vida y nadie la puede vivir por mí.
Éste, siento que es mi espacio más íntimo y a la vez el más público. Aquí me siento a salvo. Curioso, es el espacio más abierto y sin embargo me siento protegida. Es casi como arrancar al medio de la calle o de confundirse en medio de la multitud para escapar de alguna clase de peligro. Raro, no? Pero tiene sentido, supongo.
Estaba saliendo de mi parálisis, dispuesta a retomar mi vida, ya había dado un primer paso, incluso había vuelto a confiar en mi intuición, y ya había aceptado la idea de que mi futuro es mi responsabilidad y mi vida es sólo mi vida. Ya me había despedido de todo, dispuesta a seguir aún con el círculo inconcluso, pero ya me había hecho a la idea que así sería y no había nada que yo pudiera hacer al respecto, sólo darle tiempo al tiempo para que me dejara de importar hasta que llegara un día y pasaran esas 24 horas sin recordar algo en absoluto.
Fue el miércoles, cuando atravesaba O'Higgins a la altura de Tucapel, vi un globo naranjo que flotaba entre los gases calientes de las micros y lo primero que pensé pero sin palabras, sólo tuve la sensación, de que estaba siendo testigo de una señal que debía interpretar. Había pedido tanto por una señal para saber a qué a tenerme ante la falta de una respuesta que me diera luces antes de decidir qué hacer.
Era un globo naranja, el color no podía ser otro? El naranjo es un sinónimo casi como su segundo nombre, pensé en él de inmediato. El globo iba de acá para allá, pero siempre se mantenía a mi izquierda. Casi se me pasa el rojo por estar pajareando abstraída en mis ideas respecto a la trayectoria azarosa de aquel globo. Cuando me decido a atravesar antes que el semáforo cambiara a verde otra vez, aquel globo se me cruzó por delante, pero salió de mi camino justo antes de dar el paso que me correspondía para avanzar. Llegué a la vereda y me desentendí del globo, no sé qué sería de él, estaba ensimismada en tratar de dilucidar el significado de aquella escena, si es que tenía alguno más o menos lógico.
Aquel día como la mayoría de mis días ya sin esperanzas, no tuve ningún apuro en revisar mi correo. Cuando lo hice me encontré con dos mensajes que hicieron que mi pulso casi inerte volviera a la vida.
Entonces, es lo que no me explico: por qué.
Si ya estaba más o menos conforme, ya estaba más o menos entregada a la idea que mi vida sería sin él, por qué aparecerse pero al mismo tiempo no han dejado sólo de ser palabras que no puedo creer del todo porque no hay hechos que las avalen ni les den consistencia.
Soy racional antes que sentimental, no creo en palabras por muy bonitas que suenen pero que aún siguen en el aire, creo en hechos, pruebas, evidencias.
Los recuerdos ni las intenciones me alcanzan para alimentar un fuego que ya casi está extinto, brazas tenues en medio de mucha ceniza.
La ceniza sirve de sustrato para formar humus que haga posible la nueva vida, a eso se debe referir el Mito del Ave Phoenix con eso de "renacer de las cenizas". No es literal, debe estar escrito en un código simbólico de lo que significa cuando algo acaba y en su lugar surge algo nuevo, pero no de la nada, sino a partir de las ruinas, residuos, o en este caso: cenizas de lo que antes hubo en aquel mismo lugar.
Es cierto, ya no soy la misma ilusa soñadora de hace algún tiempo atrás.
Ya no me importa qué haga o deje de hacer.
Ahora, lo que yo hago o dejo de hacer es lo realmente importante, porque es mi vida y nadie la puede vivir por mí.
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