Hoy ha sido un día gris, en todo sentido. Frío, lluvioso, y nostálgico.
Tengo la sensación que desde que se atrasó la hora, el otoño se volvió más invernal que cuando aún teníamos el horario de verano.
Ya a las seis de la tarde está oscureciendo, a las seis treinta, ya es de noche.
2 de junio, qué manera de pasar el tiempo. Si no hace tanto que aún me sentí feliz en medio de mi verano.
Mientras venía de vuelta a casa, durante la tarde, habiendo pasado ya un taco que se perdía a la distancia junto con la vista de la carretera, pensaba en las veces que se toman decisiones, en los riesgos que se asumen, los errores que se cometen, de los sueños e ilusiones que se forjan, y que por no considerar la realidad porque se ignoran algunos detalles o información se desploman como una torre dinamitada desde sus bases.
Me explico. Cuando iba camino a Concepción por el 'autopista', que es un eufemismo a todas luces decirle así, porque claramente no pasa de ser una avenida de dos pistas en doble sentido y de moderada velocidad, porque no se puede exceder de los 100Km/h, pero que ya tiene ese nombre asentado, en fin. Si hay algún vehículo en pane, un accidente, o cualquier cosa que impida el normal flujo del tránsito habitual, se arman de inmediato un descomunal atochamiento de autos, micros y camiones.
Llegando el Trébol de la rotonda que reparte el flujo en las diversas direcciones hacia el Mall o el aeropuerto, hacia San Pedro, Coronel o Lota, etc ,etc, etc,., frente a una concesionaria automotriz, por el lado que va de Concepción hacia Talcahuano, por el carril de la izquierda habían dos camiones detenidos y ya habían carabineros junto a unos conos naranjos desviando el tránsito por la derecha.
Cuando pasé por ahí, me di cuenta que a la vuelta, tal vez me quedaría atrapada en aquel taquito.
Claro, dicho y hecho. Como era de imaginarse, a la vuelta se podía apreciar la interminable fila de vehículos a la distancia.
Habían otras alternativas para devolverse, y evitarse el taco. En un rápido cálculo mental entre el gasto de bencina potencial entre distancia recorrida mucho mayor pero de modo más o menos expedito y recorrer un tramo más corto y directo, pero frenando a cada dos metros, no sé realmente qué hubiese sido más conveniente.
Finalmente ya estaba ahí. Como ya sabía que era el carril de la izquierda el con problemas, mi pensamiento iba fijo en mantener la derecha hasta llegar arriba de la cuesta donde se producía el desvío indicado por el carabinero que estaba dirigiendo el tránsito. Pensando que aún no se había solucionando el problema con los camiones, considerando lo lento que es todo, que el día estaba frío y lluvioso, que pensar en una grúa para mover un camión demoraría una eternidad, en fin mil cosas que pensé que me hizo creer que la decisión de mantener la derecha era lo más indicado, hasta sentirme tontamente aventajada por manejar información que el resto que se tomó la izquierda no sabía que más allá tendría que tomarse la derecha. Luego del paciente avance de la pista derecha comparada con la izquierda, aún seguía apostando porque el avance de los de la pista del lado sería sólo hasta ahí, que luego tendrían que esperar que los que íbamos por la derecha les dejáramos pasar.
No fue hasta que al pasar por donde se suponía tenían que estar aún el par de camiones y el carabinero con sus conos, que me di cuenta que por haberme aferrado tanto a mi decisión sólo había logrado hacer el tramo aún de modo más lento, haber gastado más bencina y más tiempo.
La moraleja de todo esto a fin de cuentas que creo ver aquí es que si no se tiene una bola de cristal no se puede dar las situaciones ni nada por hecho. Que las cosas pueden cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Que todo lo que se creía que era de un modo y si tomamos una decisión basándonos en la información que tenemos sin considerar que las informaciones fluctúan , que son variables, lo más probables es que sean decisiones equivocadas. Que por creer hacer una jugada brillante a veces los tiros salen por la culata.
No contemplé la posibilidad de quien estuviese a cargo de la situación, ese carabinero o un superior, hubiese tenido criterio y considerara que como el día estaba frío y lluvioso, agilizara todo para salir del embrollo lo más rápido posible, aunque no solucionara el enorme taco que quedó formado, de todos modos.
Entonces pensé, cuántas veces he tomado decisiones pensando que las cosas son de un modo porque así lucen según como las veo, pero que en el intertanto la situación por sí sola tomara para otro lado, se produjera un cambio que nunca me enteré y mi decisión nunca cambió de acuerdo a la nueva posición del asunto.
Casi como si trazara un rumbo a seguir en un velero, de pronto las condiciones del viento, de la marea, del tiempo, cambian y yo lo ignoro porque no leí los instrumentos, porque me quedé con la última información que todo estaba normal la última vez que revisé y me fui a dormir tranquilamente con la convicción de haber tomado la mejor decisión, sólo confiando en que era lo más correcto y ventajoso, y sin embargo mi velero va directo a una tormenta sin saber.
Cuántas veces?
Me pregunto si toda la situación que aún me produce nostalgia será consecuencia de buenas o malas decisiones. Si me equivoqué o fue una movida maestra porque zafé. No lo sé.
Sólo el tiempo tendrá la respuesta, asumo.
Hay veces que me gustaría tener una bola de cristal.
Tengo la sensación que desde que se atrasó la hora, el otoño se volvió más invernal que cuando aún teníamos el horario de verano.
Ya a las seis de la tarde está oscureciendo, a las seis treinta, ya es de noche.
2 de junio, qué manera de pasar el tiempo. Si no hace tanto que aún me sentí feliz en medio de mi verano.
Mientras venía de vuelta a casa, durante la tarde, habiendo pasado ya un taco que se perdía a la distancia junto con la vista de la carretera, pensaba en las veces que se toman decisiones, en los riesgos que se asumen, los errores que se cometen, de los sueños e ilusiones que se forjan, y que por no considerar la realidad porque se ignoran algunos detalles o información se desploman como una torre dinamitada desde sus bases.
Me explico. Cuando iba camino a Concepción por el 'autopista', que es un eufemismo a todas luces decirle así, porque claramente no pasa de ser una avenida de dos pistas en doble sentido y de moderada velocidad, porque no se puede exceder de los 100Km/h, pero que ya tiene ese nombre asentado, en fin. Si hay algún vehículo en pane, un accidente, o cualquier cosa que impida el normal flujo del tránsito habitual, se arman de inmediato un descomunal atochamiento de autos, micros y camiones.
Llegando el Trébol de la rotonda que reparte el flujo en las diversas direcciones hacia el Mall o el aeropuerto, hacia San Pedro, Coronel o Lota, etc ,etc, etc,., frente a una concesionaria automotriz, por el lado que va de Concepción hacia Talcahuano, por el carril de la izquierda habían dos camiones detenidos y ya habían carabineros junto a unos conos naranjos desviando el tránsito por la derecha.
Cuando pasé por ahí, me di cuenta que a la vuelta, tal vez me quedaría atrapada en aquel taquito.
Claro, dicho y hecho. Como era de imaginarse, a la vuelta se podía apreciar la interminable fila de vehículos a la distancia.
Habían otras alternativas para devolverse, y evitarse el taco. En un rápido cálculo mental entre el gasto de bencina potencial entre distancia recorrida mucho mayor pero de modo más o menos expedito y recorrer un tramo más corto y directo, pero frenando a cada dos metros, no sé realmente qué hubiese sido más conveniente.
Finalmente ya estaba ahí. Como ya sabía que era el carril de la izquierda el con problemas, mi pensamiento iba fijo en mantener la derecha hasta llegar arriba de la cuesta donde se producía el desvío indicado por el carabinero que estaba dirigiendo el tránsito. Pensando que aún no se había solucionando el problema con los camiones, considerando lo lento que es todo, que el día estaba frío y lluvioso, que pensar en una grúa para mover un camión demoraría una eternidad, en fin mil cosas que pensé que me hizo creer que la decisión de mantener la derecha era lo más indicado, hasta sentirme tontamente aventajada por manejar información que el resto que se tomó la izquierda no sabía que más allá tendría que tomarse la derecha. Luego del paciente avance de la pista derecha comparada con la izquierda, aún seguía apostando porque el avance de los de la pista del lado sería sólo hasta ahí, que luego tendrían que esperar que los que íbamos por la derecha les dejáramos pasar.
No fue hasta que al pasar por donde se suponía tenían que estar aún el par de camiones y el carabinero con sus conos, que me di cuenta que por haberme aferrado tanto a mi decisión sólo había logrado hacer el tramo aún de modo más lento, haber gastado más bencina y más tiempo.
La moraleja de todo esto a fin de cuentas que creo ver aquí es que si no se tiene una bola de cristal no se puede dar las situaciones ni nada por hecho. Que las cosas pueden cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Que todo lo que se creía que era de un modo y si tomamos una decisión basándonos en la información que tenemos sin considerar que las informaciones fluctúan , que son variables, lo más probables es que sean decisiones equivocadas. Que por creer hacer una jugada brillante a veces los tiros salen por la culata.
No contemplé la posibilidad de quien estuviese a cargo de la situación, ese carabinero o un superior, hubiese tenido criterio y considerara que como el día estaba frío y lluvioso, agilizara todo para salir del embrollo lo más rápido posible, aunque no solucionara el enorme taco que quedó formado, de todos modos.
Entonces pensé, cuántas veces he tomado decisiones pensando que las cosas son de un modo porque así lucen según como las veo, pero que en el intertanto la situación por sí sola tomara para otro lado, se produjera un cambio que nunca me enteré y mi decisión nunca cambió de acuerdo a la nueva posición del asunto.
Casi como si trazara un rumbo a seguir en un velero, de pronto las condiciones del viento, de la marea, del tiempo, cambian y yo lo ignoro porque no leí los instrumentos, porque me quedé con la última información que todo estaba normal la última vez que revisé y me fui a dormir tranquilamente con la convicción de haber tomado la mejor decisión, sólo confiando en que era lo más correcto y ventajoso, y sin embargo mi velero va directo a una tormenta sin saber.
Cuántas veces?
Me pregunto si toda la situación que aún me produce nostalgia será consecuencia de buenas o malas decisiones. Si me equivoqué o fue una movida maestra porque zafé. No lo sé.
Sólo el tiempo tendrá la respuesta, asumo.
Hay veces que me gustaría tener una bola de cristal.
Querida amiga:
ResponderEliminarLas decisiones son como la ruleta, en el momento que la tomas empieza a girar la tómbola de lo incierto, y entonces ves la bolita de las posibilidades a saltar y saltar entre las diferentes alternativas positivas o negativas (rojo y negro) entonces dudas, piensas que deberías haber esperado, cambiado, pero ya no se puede, la bolita sigue su loca carrera y te debes resignar a que finalmente se detenga en una celda determinada, y ruegas, sueñas, anhelas que sea en la que tú decidiste. Y te encomiendas a Dios, a la suerte, a los santos, a todo lo que está a tu alcance para que se detenga en la única posibilidad que te sirve, es decir, sólo en la opción que tú decidiste. Lo que en definitivamente es totalmente cierto, ganes o pierdas, cada decisión tiene un costo, el tema pasa por estar dispuesto a pagarlo.
Espero que esta decisión de escribirte sea la adecuada, jajaja
Un abrazo grandote,
Esteban