Dichato. |
El domingo hacía un día semi despejado, con un vientecillo fresco que sin chaleco daba un poco de frío.
Para acortar decidimos salir, ir a la playa, de septiembre que no íbamos.
Dichato está en reparaciones post terremoto, por las obras los ingenieros a cargo tienen cortado el transito por la costanera y crearon ingeniosamente laberínticos desvíos que van y vienen por las callejuelas del pueblo aún sin pavimentar. (Y nada más ni nada menos que a comienzos de la temporada estival, jajajajaj, tenía razón, This is Chile, realmente.)
La cuestión es que Dichato post terremoto y tzunami es un desastre, pero ya algo remonta con la recuperación con infraestructura de emergencia y nuevas ubicaciones de los restaurantes más tradicionales. Lo que ya es algo más alentador. Lo demás será cuestión de tiempo y paciencia para ver una nueva costanera con un malecón decente, una zona de mitigación y vuelva a tomar la forma de balneario pequeño y provinciano, muy penquista, en que es posible encontrar a los conocidos de siempre que buscan pasar un buen rato al aire libre, tomar sol, y salir un poco de la rutina.
Como no estaba muy acogedora la playa, con el despelote reinante decidimos irnos a Coliumo, que es otro sector y que viene quedando en el extremo sur oeste de la pequeña bahía, ahí hay casas de veraneo muy lindas, aunque la extensión de la playa es mucho menor, por la cantidad de rocas y a la vuelta del balneario está lo que era la caleta, antes del tzunami.
Hay una parte en la ruta en que se llega a una bifurcación, una que da por un camino de tierra y que da a la caleta y otro de asfalto que sigue hacia arriba, sin saber seguimos por ése.
De todos modos al infinito no podía llegar porque tarde o temprano llegaríamos al mar, jjejejejee.
Por un camino flanqueado de eucaliptos que sube y serpentea por una cuesta sin saber hacia dónde realmente íbamos a ir a dar, atentos a cualquier letrerito que indicara algo, nos fijamos en un pequeño cartel que decía: "PUNTA DE TALCA. ONCES FAMILIARES." -Ya, a la vuelta vamos a pasar, a ver qué habrá de rico para comer.-
Al llegar al bajo de Coliumo, habían más automóviles que espacios libres para estacionar, así que media vuelta y nos fuimos, de camino de regreso nos entramos por donde el pequeño y prometedor cartelito indicaba sin decir cuántos kilómetros hacia dentro, porque no se veía nada que indicara que por ahí hubiese un lugar que se asemejara a un restaurante o algo similar, pero por entre unas ramas de cipreses se vislumbraba otro letrero,esta vez más grande que indicaba la carta: té, café, café helados, tortas, küchenes.
Entramos a lo que parecía una casa particular con muchas flores de colores y plantas muy lindas.
Salió un señor ya de edad a darnos la bienvenida e indicarnos por dónde era la entrada semi perdida entre unos macisos de lavandas aún en brotes. La casa estilo mediterraneo recibe con un fresco estilo ortodoxo y una vista maravillosa hacia el mar.
La casa restaurante porque eso es, una casa pero aunque no sea para alojar, recibe a sus visitantes con la sorpresiva vista privilegiada y maravillosa, es sólo restaurante pero en que uno se puede sentir como en casa porque tiene un living al estilo árabe donde después de almuerzo, comida sencilla, sana y natural, como reinetas, congrios colorados a la plancha y verduras alguna salsa pero liviana, se puede pasar a tomar el café y seguir conversando sentada en un lindo sofá tonos tierra ( sin mancharlo eso sì, jejejeje), luego salir a recorrer los alrededores, hacer hora hasta la hora del té y pedirse unos trocitos de küchen de fresas, cerezas, pie de limón o si hay tortas bueno, tortas con té,café, café o chocolate helado.
La idea es pasarse todo el día ahì porque el paisaje lo amerita, ver el atardecer desde esa altura, ver cómo el sol se oculta tras la gran línea del horizonte, disfrutar de los colores que deben poder apreciarse. Que maravilla, deberé volver algún día para ver el atardecer desde aquel balcòn.
Bueno, al comienzo decía que lo curioso es cómo se entretejen los hilos de la vida porque estuvimos conversando con la dueña, la señora Magaly, muy simpática, madre de un muralista que vive en Francia pero que ha vivido mucho tiempo en Medio Oriente y que fue él quien diseñó la estructura de la casa-restaurante, la decoró a su antojo y gusto, además pintó el mural de la entrada.
Lo curioso es que en parte de la conversación salió el comentario que si en el menú de los almuerzos no habían pastas porque ya habíamos comido mucha porque veníamos llegando de Capitán Pastene, y la señora Magaly hacía años que quería ir para allá, pero por una cosa u otra siempre postergaba su viaje. Le caímos del cielo, le di los datos que tenía de la señora de la pensión en la que estuvimos los últimos tres días porque las cabañas era un poquito mucho en términos pecunarios, así que ahí sólo nos quedamos un par de días, pero muy bonitas y cómodas, la pensión también era bastante buena, muy limpia y también cómoda, con baño exclusivo y todo.
Bueno, la cuestión es que ya con un dato concreto de donde llegar con teléfono, dirección y explicación de cómo llegar, esta señora estaba más decidida que nunca a ir, más aún sabiendo por nosotros a dónde ir a comer, y quedó entusiasmadísima, así que espero que no haya perdido el papelito con los datos de la señora de la pensión para que pueda darse el gustito de ir, luego de tantos años queriendo conocer por aquellos lares.
Lo que me llama la atención es cómo se dan las cosas a veces, qué posibilidades había que fuéramos a dar a ese lugar maravilloso que ella tiene ahí, y que ella quisiera hacer un viaje a un lugar a donde nosotros ya habíamos estado y conversáramos sobre el tema y que a ella le sirviera para darse cuenta que si quería ir sola lo podía hacer igual, era cuestión de tomar un bus de Concepción a Angol y en Angol tomar otro a Capitán Pastene, se demora sólo que se tenga que demorar y llegará de todos modos.
Ojalá que pueda ir, así se cumpliría el ciclo del por qué ese día llegamos a Punta de Talca, que no es Punta de Parra ni Punta de Tralca.
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