Hay veces que se deben tomar decisiones, no de vida ni de muerte, pero sí importantes en su contexto y momento.
Yo no sé si será una cuestión de género, de ser hombre o mujer, lo que haga a las personas más decididas a unas que otras o tiene, creo yo, que ver más con una cuestión de criterio, de cierta rapidez mental para evaluar una situación y revisar qué se sabe al respecto, como si en ese instante toda la información que se maneja fueran pelotas en el aire y el que debe decidir, el malabarista. Todas aquellas pelotas cuentan, son fundamentales y trascendentales que cada una tenga su lugar definido en el tiempo justo para que calce a la perfección todo en su lugar, una que falle y todo el cuadro se viene a bajo.
Como mujer, tal vez, por el mismo miedo a equivocarse o a defraudar a los demás, perder su confianza y el respeto o quizás la admiración, en algunos casos, la carga emocional al tomar una decisión es aún mayor que la decisión por sí misma.
Son esas cargas adicionales que vuelven mayores las responsabilidades de las que nos atrevemos a hacernos cargo. Si titubeamos, o sondeamos el parecer de los demás antes de decidir, no es por ser débiles o incapaces de decidir por sí misma, más bien, buscamos dejar contentos a todos, o si eso es imposible, al menos a la mayoría.
Siento que hay una fuerte presión, invisible en el ambiente, cada vez que tomo una decisión que involucre a un grupo, y esa presión fantasma, que no sé si está ahí porque yo creo que está o sólo está en mi cabeza, no lo sé, y es esa presión la que me inseguriza. Es decir, son mis tontos miedos a equivocarme los que me insegurizan ante la decisión que depende de mí.
Porque en la cultura que me crié, equivocarse está mal, se debe evitar a toda costa. No se me ha permitido tomar decisiones erróneas, ni equivocarme, porque para eso tengo cabeza y he sido educada en el pensamiento racional de pensar antes de actuar para evitar hacer estupideces que luego me cuesten la vida o parte de mi vida, porque siempre me metieron en la cabeza el auto-cuidado.
Sólo me han dejado ser, y de algún modo han comprendido que si hago algo es porque sé lo que estoy haciendo. Y a veces sólo tengo la cara de saber lo que estoy haciendo, pero en el fondo no tengo ni la más remota idea de qué es lo que estoy haciendo. Pero lo curioso es que cuando no sé qué estoy haciendo, no lo estoy pensando, sólo lo hago porque siento que es eso lo que debo hacer. No es que obedezca una voz interior y que me diga lo que debo hacer y yo simplemente ejecuto el acto como si obedeciera ciegamente a esa voz. NO. Sólo me dejo llevar por algo, no sé cómo definirlo, ni siquiera sé si es una voz, es algo que me nace de adentro y que simplemente digo o hago conforme a eso que me nace y que por lo general no se equivoca. Es como un acto intuitivo, no sé si es infalible, pero las veces que he obrado en consecuencia a esta fuerza de acción interior, los resultados han sido mucho mejores a cuando pienso y repienso en lo que debo hacer.
Mi ser intuitivo acierta mejor y más veces que mi ser racional.
Quizás si educáramos más al ser intuitivo, ese ser que nos habita y nos hace ser los supervivientes que somos, si lo conociéramos más, si lo pudiésemos entrenar para que nos guiara mejor por la vida, seríamos mejores personas, más contentas y armónicas , más conscientes de nosotras mismas y a la vez más conscientes de los demás.
Al menos, tal vez tomaríamos decisiones sin tanto temor a equivocarnos.
Yo no sé si será una cuestión de género, de ser hombre o mujer, lo que haga a las personas más decididas a unas que otras o tiene, creo yo, que ver más con una cuestión de criterio, de cierta rapidez mental para evaluar una situación y revisar qué se sabe al respecto, como si en ese instante toda la información que se maneja fueran pelotas en el aire y el que debe decidir, el malabarista. Todas aquellas pelotas cuentan, son fundamentales y trascendentales que cada una tenga su lugar definido en el tiempo justo para que calce a la perfección todo en su lugar, una que falle y todo el cuadro se viene a bajo.
Como mujer, tal vez, por el mismo miedo a equivocarse o a defraudar a los demás, perder su confianza y el respeto o quizás la admiración, en algunos casos, la carga emocional al tomar una decisión es aún mayor que la decisión por sí misma.
Son esas cargas adicionales que vuelven mayores las responsabilidades de las que nos atrevemos a hacernos cargo. Si titubeamos, o sondeamos el parecer de los demás antes de decidir, no es por ser débiles o incapaces de decidir por sí misma, más bien, buscamos dejar contentos a todos, o si eso es imposible, al menos a la mayoría.
Siento que hay una fuerte presión, invisible en el ambiente, cada vez que tomo una decisión que involucre a un grupo, y esa presión fantasma, que no sé si está ahí porque yo creo que está o sólo está en mi cabeza, no lo sé, y es esa presión la que me inseguriza. Es decir, son mis tontos miedos a equivocarme los que me insegurizan ante la decisión que depende de mí.
Porque en la cultura que me crié, equivocarse está mal, se debe evitar a toda costa. No se me ha permitido tomar decisiones erróneas, ni equivocarme, porque para eso tengo cabeza y he sido educada en el pensamiento racional de pensar antes de actuar para evitar hacer estupideces que luego me cuesten la vida o parte de mi vida, porque siempre me metieron en la cabeza el auto-cuidado.
Sólo me han dejado ser, y de algún modo han comprendido que si hago algo es porque sé lo que estoy haciendo. Y a veces sólo tengo la cara de saber lo que estoy haciendo, pero en el fondo no tengo ni la más remota idea de qué es lo que estoy haciendo. Pero lo curioso es que cuando no sé qué estoy haciendo, no lo estoy pensando, sólo lo hago porque siento que es eso lo que debo hacer. No es que obedezca una voz interior y que me diga lo que debo hacer y yo simplemente ejecuto el acto como si obedeciera ciegamente a esa voz. NO. Sólo me dejo llevar por algo, no sé cómo definirlo, ni siquiera sé si es una voz, es algo que me nace de adentro y que simplemente digo o hago conforme a eso que me nace y que por lo general no se equivoca. Es como un acto intuitivo, no sé si es infalible, pero las veces que he obrado en consecuencia a esta fuerza de acción interior, los resultados han sido mucho mejores a cuando pienso y repienso en lo que debo hacer.
Mi ser intuitivo acierta mejor y más veces que mi ser racional.
Quizás si educáramos más al ser intuitivo, ese ser que nos habita y nos hace ser los supervivientes que somos, si lo conociéramos más, si lo pudiésemos entrenar para que nos guiara mejor por la vida, seríamos mejores personas, más contentas y armónicas , más conscientes de nosotras mismas y a la vez más conscientes de los demás.
Al menos, tal vez tomaríamos decisiones sin tanto temor a equivocarnos.
ResponderEliminarLa vida, desde el umbral de la puerta de casa la suelen manejar papá, mamá, los abuelos, pero al cruzar el umbral hay que volar en un viento que nunca habíamos probado.Se cae, se levanta, se vuelve a volar.Una vez cruzado el umbral, la vida es nuestra y nadie tiene la culpa de cómo volamos.
Personalidad.
Fuerte abrazo amiga.
***Gilgamesh***
Amiga, dices:
ResponderEliminarPorque en la cultura que me crié, equivocarse está mal, se debe evitar a toda costa. No se me ha permitido tomar decisiones erróneas, ni equivocarme, porque para eso tengo cabeza y ...
bueno, voy a apelar justamente a esto ultimo, tienes cabeza, por lo tanto quien ha decidido aceptar esto o lo otro no ha sido nadie mas que tu, NADIE, ABSOLUTAMENTE NADIE tiene el poder de hacerte ver o permitirte esto o aquello, si bien, cuando niño(a) muchas cosas se nos imponen, también es cierto que tenemos el poder de elegir, aceptar o no esas ideas, cosas, o lo que se te ocurra. Cuando niños usábamos las pataletas para protestar, alegar, o manifestar nuestro desacuerdo, y muchas veces corríamos el riesgo del castigo o la represión de los mayores, pero después de todo, sabíamos que en el fondo, eramos nosotros los que teníamos el poder de decidir, o nos aguantábamos el castigo y protestábamos o prefiriamos acatar para que no nos castigaran.
Tu eres una mujer inteligente, y no me cabe duda que sabes muy bien que decisión es correcta, porque sabes escuchar esa voz interior y ademas conoces muy bien la respuesta.
Un abrazo cósmico, y mis vibraciones positivas para ti