Pero mi humor no andaba del todo bien, y no me importó.
Necesitaba tomar algo de aire y decidí salir a sacarle los adornos al pinito azul del antejardín.
Corría un vientecillo tibio, muy agradable. El sol aún alto, luego de las seis de la tarde, ya no picaba, pero estoy segura que igual estaba, aún a esa hora, la radiación un poco alta porque igual pegaba fuerte. Del sombrero, de pronto me veo que me cuelga una arañita, la tomé y la reventé con la yema de los dedos. Si se hubiese quedado entre las ramas del árbol, ahí habría seguido. Pero era una araña y en mi sombrero. Lo siento, fue en defensa propia preventiva.
Usualmente, cuando veo bichos en su medio natural que pasan lejitos de mí, no los interrumpo, dejo que sigan su camino, pero si traspasan la frontera y entran al territorio de mi persona, lo siento. No soy conservacionista, menos si se meten casi por mis ojos.
El rato que estuve a fuera sirvió para que se me despejara un poco la pesadez de cabeza que sentía.
Me gusta el verano, me siento más libre. Pero ahora, con esto de la tesis contra el tiempo, siento que cualquier otra que quiera hacer, no es más que una pérdida de tiempo, una suerte de traición a mis planes.
Ahora, escribo, otra cosa, porque necesitaba dejar de pensar por un momento en lo que tengo que escribir aún.
Se me vienen todas las ideas como de golpe y me confundo. Y la confusión me desespera porque mientras trato de ordenar las ideas, temo que se me olvide más de la mitad, y entre ellas, alguna más o menos genial que salve todo el esquema. Sufro de ansiedad mental.
Suerte que no me da por comer, jjajjajajaa!!!
Pero igual es trágico porque paro de pensar, entonces ahí me vine el bajón, porque qué más hago si no pienso, si no escribo. No siento ganas de descansar, porque si descanso, temo que se me enfríe el entusiasmo, se me puede apagar la mecha del cañón, se me echa la yegua y después no hay quien la vuelva a parar. Siento que mi cabeza es una máquina que está trabajando turnos extras para sacar la producción contra reloj.
Qué horror, descansando sin descansar, pero al mismo tiempo, como no pienso en lo que tengo que pensar, igual descanso. Es casi como cuando ya no quieres seguir comiendo porque sientes que ya no te cabe más, sin embargo si te ofrecen postre, aceptas, porque no importa lo satisfecho(a) que te sientas, siempre queda espacio para el postre.
La cuestión es terminar pronto esta cuestión y sentirme liberada. Tal como cuando daba el último examen, sabiendo que me había ido bien, pero hasta que no veía la nota publicada en el muro, no lograba respirar a plena capacidad y si había aprobado, era una exhalación de alivio incomparable, la mejor de todas las sensaciones, sentirse libre y poderosa, lo máximo. Acababa de aprobar, qué logro más épico que ése, más meritorio si era un ramo difícil que me había traído por la cuerda floja durante todo el año, que a menudo desplazaba para marzo. Sacar un ramo en marzo, contra todo pronóstico, era sólo comparable a sentirse inmortal.
Uauh, ahora que lo pienso, corrí riesgos. No fui tan cobarde.
No necesito lanzarme en bungee para probar mi coraje, me lancé varias veces a dar el todo por el todo y logré vencer las posibilidades en contra. Suerte?
No lo creo, estudiaba. Sacrificaba febrero, dos o tres horas por la tarde-noche y en veinte días tenía toda la materia de un año mucho más clara en mi cabeza, gracias a mis esquemas.
El premio al esfuerzo es a menudo sólo la íntima satisfacción de la tarea cumplida.
La mejor de las recompensas es sentir el orgullo de haber vencido a los propios demonios, los del miedo al fracaso.
Vencer a esos, es lo máximo.
Para mi no existe la suerte...es el exito fruto del esfuerzo personal...terminando tesis...estamos en lo mismo entonces...pero con este calor uff...
ResponderEliminarExito.