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viernes, 22 de julio de 2011

Algo de Historia.

A veces, la Televisión, como medio de expresión artística y de opinión, tiene sus aciertos.
Anoche dieron el primer capítulo de una serie que promete por la excelente puesta en escena, a mi juicio, tanto del punto de vista del trabajo actoral como desde la óptica técnica de la labor del equipo de dirección de arte que logró darle realismo hasta en el más mínimo detalle a una historia muy bien ambientada en el año '84. 
Año transcurrido en plena dictadura militar en Chile.
"Los Archivos del Cardenal", trata el tema de los detenidos desaparecidos de la dictadura de Pinochet, y cómo la Vicaría de la Solidaridad emprende investigaciones y se esfuerza por darle respuesta y amparo a los familiares de las personas que han sido secuestradas y asesinadas por la represión política del Estado durante lo que duró el gobierno militar en Chile.
Curioso, en Chile los movimientos sindicales, obreros, campesinos, o simplemente sociales en general han contado de un modo u otro con el apoyo, si bien no abiertamente de parte de la Iglesia como institución, pero si se revisa la Historia, se encontrará que siempre hubo un cura metido en medio de la revuelta, indirecta o directamente, apoyando a los reprimidos.
Peloteras políticas en Chile, revueltas sociales, han habido siempre. La represión violenta siempre ha sido la respuesta, pero evidentemente nunca ha sido la solución. 
El tan querido padre Hurtado,  fue un conscientizador de los derechos obreros, defendió a los trabajadores que debían soportar condiciones infrahumanas a menudo a mano de patrones explotadores que iban todos los domingos en la mañana con sus familias a misa. 
Han habido casos de sacerdotes, incluso extranjeros, que resultaron víctimas de la causa o por  su elevado sentido de justicia social, que han sido un ejemplo de dar la vida por los demás en un acto completamente desprendido. Hombres sin duda que no dudaron en hacer lo que se debía hacer para lo que fueron llamados como verdaderos hombres de Dios.
El cardenal Silva Henríquez, monseñor Santos, y su obispo auxiliar Alejandro Goic, entre algunos que recuerdo, hicieron la diferencia. No cerraron los ojos, no se hicieron los tontos con lo que estaba pasando.
Atendieron el clamor de la gente y usaron  como mejor pudieron el poder que tenían en ese momento.
La Iglesia estaba dividida, habían curas de derecha y habían curas de izquierda, que le decían "curas comunistas", "curas rojos".   Pero por esos curas, Chile se mantuvo firme a pesar de todo. El gran espaldarazo a la gestión política de la Iglesia chilena fue la venida del Papa Juan Pablo II en el '87.
El pueblo se sintió apoyado, respaldado, contenido. No hubo esa rebeldía que ataca a menudo renegando de la existencia de Dios ante la adversidad, ante las injusticias, ante la incomprensión de la naturaleza de los acontecimientos que originan el dolor que padece el individuo que se rebela y reniega de todo lo que sea considerado sagrado.
Esos "curas comunistas" hicieron toda la diferencia, sin duda. 
En Chile no ocurrió lo mismo que en México o España, donde la Iglesia cerró filas apoyando al Gobierno y sus métodos represivos y dictatoriales. Los resultado eran de esperarse, el pueblo linchaba a cada hombre que vestía sotana. El pueblo desarrolló un rechazo generalizado, un odio parido en contra de la Iglesia en general y es comprensible. La Iglesia no se comportó a la altura de lo esperado, en esos países. Jesucristo vino por los enfermos, vino  a salvar a los oprimidos, no vino a beber con los reyes ni con las autoridades, ni a vivir como un príncipe envuelto en lujos y riquezas. El ejemplo de Jesucristo al que debería aspirar cada uno de los curas que pisan este planeta, es precisamente estar al lado del que sufre, del que es torturado, de la madre que ha perdido a su hijo, de la viuda, del mutilado, etc.
En Chile, curas de pueblo, o de parroquias de barrio convirtieron sus púlpitos en estrados para abrir  y despertar la conciencia política y social de los que parecían dormidos ante una realidad que estaba haciendo de las suyas allá afuera si no era detenida de alguna manera y a quien no le gustara el sermón 'colorado' podía marcharse, las puertas de las iglesias siempre son anchas.
O aprendieron la lección y se dieron cuenta que ganarían más poder entre el pueblo si se ponían de su parte a que si no lo hacían.
Pero creo que lo que hicieron no fue el resultado de una fría estrategia, si no la convicción auténtica y genuina sobre lo que realmente era lo que se debía hacer en ese momento.
La mayoría del pueblo eran mujeres que clamaba por justicia, por información, por amparo. Los curas no se podían negar a prestarles al menos oído.
Ignoro detalles de como se daban las relaciones entre las personas dentro de la Vicaría. Quienes eran los que estaban a cargo, si eran curas, abogados, asistentes sociales, periodistas, gente con convicciones políticas de izquierda, ateos, católicos, gente con una fuerte vocación por el servicio público, quizás.
Hubo gente que pertenecía a un segmento social ilustrado, por decirlo así. Que hizo resistencia desde su propia trinchera intelectual, escribiendo artículos para periódicos extranjeros denunciando los abusos y excesos de la dictadura. Era una cuestión de deber social, independiente de las creencias religiosas.
Creo que daba lo mismo haber sido un comunista recalcitrante, ateo, antipapista, como fuese, la cuestión era que los curas estaban de su parte ante la magnitud de los hechos.
Y eso era lo importante, al final y al cabo. Defender los Derechos Humanos, sin importar la ideología ni la religión. A la Vicaría de la Solidaridad le bastaba con que se tratara de un ser humano en desgracia y eso era suficiente para prestarle apoyo. 
Nunca pertenecí a ese mundo, pero quiero saber cómo era.
Nací en dictadura, y la dictadura terminó cuando aún era una adolescente.
Mi familia no era de un lado ni del otro. En casa no se hablaba de política porque no se sabía quién podía estar escuchando.
Las historias que había escuchado eran casi  como leyendas urbanas, oídas en medio de conversaciones secretas entre compañeras del colegio que a a veces formábamos círculos a media voz en alguna hora libre, o en los días de paros en que no se hacían clases por falta de asistencia.
Historias truculentas de los métodos de tortura, de mujeres violadas, electrocutadas y finalmente abandonadas semi vivas en algún basural a las afueras de Santiago.
Mis recuerdos de aquella época se circunscriben a mis vivencias de una niña que sólo tenía que ir al colegio a estudiar, y al llegar por la tarde a casa a hacer tareas, jugar con su perro, ver algo de televisión, preparar su bolsón o mochila para el día siguiente e irse a dormir temprano que debía levantarse a las 6:20 del otro día.
No quiero perderme capítulo alguno de esta serial. 
Bravo por TVN, se anotó un poroto esta vez.
Creo que como nación ya estamos maduros como para ver recreada toda una época sin levantar viejas rencillas ni despertar mohosas odiocidades que no nos hacen ningún bien como sociedad civilizada ni como país.
Hay que crecer, y creo que esta serial será un aporte en tal proceso que sirva para informar y recordar para que jamás se vuelvan a repetir esta clase de hechos en Chile, y ojalá en ninguna otra parte del Mundo. 

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