No sé si debería causarme sorpresa. La Red da para todo.
Escribo una simple pregunta, casi dirigida hacia mi misma, pero al viento de la Web, y me responde de vuelta con una ristra de lugares en caché y me doy cuenta que no soy la única que está en lo mismo, deseando olvidar.
Pero tal vez la respuesta no esté en olvidar, sino simplemente en aprender a vivir por mi propia cuenta y riesgo.
Ayer sentí que me caló hondo cada palabra dicha en la ceremonia. Entendí y le encontré razón al cura, pero hay cosas que le puedo discutir. En nombre del Amor se puede, pero no se debe soportar todo.
Está muy bien eso de amar profunda, honesta y lealmente, de tener paciencia, de perdonar, pero no sin límites que sólo propician el abuso. Todo tiene que tener un límite.
Te querré mucho y sin condiciones, pero no abuses de mi confianza, de mi cariño, de mi paciencia, porque no será porque te quiera te vas a aprovechar de mi nobleza. De otro modo no veo que pudiese funcionar una relación sana y armónica entre dos que sienten amarse de verdad.
El respeto y la confianza se basan en al verdad y en ser consecuentes, en decir lo que se hace y hacer lo que se dice, de lo contrario no vale la pena, porque a veces ni siquiera el amor es suficiente si no existe algo más fuerte de qué aferrarse cuando el amor mismo flaquea. Porque el amor, por sí mismo, sin sustrato, es frágil tanto que se lo lleva el viento como a las palabras que no tienen hechos que las afirmen a la realidad.
Para amar, necesito confiar. Es así. Lo siento, eso no va a cambiar. Con eso no transo.
Si defender mis principios me cuesta esto, sólo me hace concluir que no eramos tan afines como pensé.
Hay cosas que jamás transaré, aunque eso signifique quedarme sola para el resto de mi vida, y si será así, que así sea. Hay mucho que puedo entender, pero no por eso aceptar o permitir.
Es que si necesito dejar pasar cosas que no me gustan, con las que no estoy de acuerdo sólo por evitar una pataleta, o por comodidad, a la larga acabaría reventando igual, y tal vez de un modo peor.
Todo va en la forma, eso lo sé. Y tal vez en eso me equivoqué, dejé salir toda mi frustración de golpe, debí dosificar. Pero sin oportunidad de rectificar es difícil explicarse.
Lo pienso y me enerva esa actitud cerrada.
Entonces, concluyo, para qué quiero a alguien capaz de ser así.
Ya no es orgullo, ni enojo. Ya pasé por todo los estados de ánimos posibles, y aún no encuentro mi calma.
Me hacen falta muchas respuestas para hallarla otra vez.
Ayer escuché una canción que parecía hablarme directamente, y deseé tanto poder verle y contarle todo lo que me estaba pasando, pero sentí que no debo dejarme llevar otra vez por mis fantasías, que eso del pensamiento mágico, que lo de los sueños que construyen realidades, en este caso no aplicó, entonces para qué seguir con eso.
Cuando se necesita saber cosas que son imposibles de adivinar, o sacarlas por deducción, es muy difícil tener certezas, respuestas únicas, seguras y concretas.
Siempre serán suposiciones, dudas, y no quiero seguir viviendo así, sumergida en la incertidumbre total, sin saber realmente que ha sucedido. En qué fallé.
Siento que no tengo piso bajo los pies.
Me siento colgando de una ramita a penas de esas que están para la suerte de la protagonista de la historia, a la orilla del acantilado, y que justo resiste hasta que llega el jovencito y la toma de la mano, la jala hacia arriba rescatándola de una muerte segura. Ojalá la ramita sea fuerte o sea yo muy ágil y liviana, porque aquí no habrá jovencito que me rescate, si no salgo por mis propios medios de la orilla de abismo, ahí me quedaré, hasta que la ramita ceda.
La pregunta era: Cómo olvidar?
Escribo una simple pregunta, casi dirigida hacia mi misma, pero al viento de la Web, y me responde de vuelta con una ristra de lugares en caché y me doy cuenta que no soy la única que está en lo mismo, deseando olvidar.
Pero tal vez la respuesta no esté en olvidar, sino simplemente en aprender a vivir por mi propia cuenta y riesgo.
Ayer sentí que me caló hondo cada palabra dicha en la ceremonia. Entendí y le encontré razón al cura, pero hay cosas que le puedo discutir. En nombre del Amor se puede, pero no se debe soportar todo.
Está muy bien eso de amar profunda, honesta y lealmente, de tener paciencia, de perdonar, pero no sin límites que sólo propician el abuso. Todo tiene que tener un límite.
Te querré mucho y sin condiciones, pero no abuses de mi confianza, de mi cariño, de mi paciencia, porque no será porque te quiera te vas a aprovechar de mi nobleza. De otro modo no veo que pudiese funcionar una relación sana y armónica entre dos que sienten amarse de verdad.
El respeto y la confianza se basan en al verdad y en ser consecuentes, en decir lo que se hace y hacer lo que se dice, de lo contrario no vale la pena, porque a veces ni siquiera el amor es suficiente si no existe algo más fuerte de qué aferrarse cuando el amor mismo flaquea. Porque el amor, por sí mismo, sin sustrato, es frágil tanto que se lo lleva el viento como a las palabras que no tienen hechos que las afirmen a la realidad.
Para amar, necesito confiar. Es así. Lo siento, eso no va a cambiar. Con eso no transo.
Si defender mis principios me cuesta esto, sólo me hace concluir que no eramos tan afines como pensé.
Hay cosas que jamás transaré, aunque eso signifique quedarme sola para el resto de mi vida, y si será así, que así sea. Hay mucho que puedo entender, pero no por eso aceptar o permitir.
Es que si necesito dejar pasar cosas que no me gustan, con las que no estoy de acuerdo sólo por evitar una pataleta, o por comodidad, a la larga acabaría reventando igual, y tal vez de un modo peor.
Todo va en la forma, eso lo sé. Y tal vez en eso me equivoqué, dejé salir toda mi frustración de golpe, debí dosificar. Pero sin oportunidad de rectificar es difícil explicarse.
Lo pienso y me enerva esa actitud cerrada.
Entonces, concluyo, para qué quiero a alguien capaz de ser así.
Ya no es orgullo, ni enojo. Ya pasé por todo los estados de ánimos posibles, y aún no encuentro mi calma.
Me hacen falta muchas respuestas para hallarla otra vez.
Ayer escuché una canción que parecía hablarme directamente, y deseé tanto poder verle y contarle todo lo que me estaba pasando, pero sentí que no debo dejarme llevar otra vez por mis fantasías, que eso del pensamiento mágico, que lo de los sueños que construyen realidades, en este caso no aplicó, entonces para qué seguir con eso.
Cuando se necesita saber cosas que son imposibles de adivinar, o sacarlas por deducción, es muy difícil tener certezas, respuestas únicas, seguras y concretas.
Siempre serán suposiciones, dudas, y no quiero seguir viviendo así, sumergida en la incertidumbre total, sin saber realmente que ha sucedido. En qué fallé.
Siento que no tengo piso bajo los pies.
Me siento colgando de una ramita a penas de esas que están para la suerte de la protagonista de la historia, a la orilla del acantilado, y que justo resiste hasta que llega el jovencito y la toma de la mano, la jala hacia arriba rescatándola de una muerte segura. Ojalá la ramita sea fuerte o sea yo muy ágil y liviana, porque aquí no habrá jovencito que me rescate, si no salgo por mis propios medios de la orilla de abismo, ahí me quedaré, hasta que la ramita ceda.
La pregunta era: Cómo olvidar?
Buena pregunta...como olvidar...creo que es imposible, solo se volvera vago el recuerdo pero allí estará...solo mirar adelante, no hojear para atrás el libro de nuestra vida...y si es así solo a los capitulos hermosos de ella...
ResponderEliminarCada uno tiene su receta si en mi funciono...puede que en usted no...
Animo saludos...besos.