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sábado, 31 de diciembre de 2011

sábado, 24 de diciembre de 2011

FELIZ NAVIDAD A TODOS.

Una Navidad más.
Agradezco no tener presiones sociales que me obliguen a correr tras la búsqueda frenética  por las calles de la ciudad atestadas de  gente traspirosa e impaciente por darle el palo al gato, encontrar el regalo adecuado y perfecto: bueno, bonito, barato "y bundante", porque pareciera ser que mientras más grande es el obsequio es mejor. Como si así demostráramos más cariño y a la vez inconscientemente compramos también  cariño que no dura más de lo que puede durar el famoso regalito de X cifra pero siempre terminada en 990 y de seguro que tiene una etiqueta que dice "Made in China", jjejejj o no?
No se preocupen, hasta en las mejores familias se regalan "cachureitos chinos". Son las ventajas del libre mercado y los TLC con el resto del mundo.
Para mí las cosas están claras desde hace algún tiempo ya. 
No honro tradiciones consumistas, no pierdo los estribos por cosas que me parecen superficiales y a todas luces absurdas.
Pero no es de ahora último, yo diría que es desde que dejé de creer en el Viejito Pascuero, o como en el resto del mundo se le diga: Papá Noel o Santa Clauss; que ya no me hace ilusión esperar las 12 del 25.
Cuando perdí la inocencia mental al descubrir la verdad sobre el mito, nunca volvió a ser lo mismo. Bendita inocencia infantil. Que manipulable se es de pequeña, no?
Y así como especie nos seguimos comportando, como niños pequeños, que hacemos lo que nos dicen que hagamos, que pensamos en lo que nos dicen que pensemos y así estamos como estamos.
Creo que ha llegado la hora de abrir los ojos, ver la realidad tal como es y dejarse de boberías.
La Navidad debiera ser una celebración más espiritual, debiéramos reunirnos en familia no sólo para cenar e intercambiar regalos, si no para reflexionar sobre lo que ha sido el año o hacernos sentir que estamos ahí, a pesar de todo, porque hay algo más profundo que nos une, en que todo se puede perdonar porque hay lazos de amor profundo e infinito, aunque no siempre lo digamos, pero en una ocasión como ésta lo podemos hacer sentir con detalles simples como unas galletitas de miel hechas con todo el cariño del mundo por la abuela, la tía o la mamá.
Debiera ser una celebración sublime, donde se fortalecieran los lazos del corazón entre las personas que se quieren de verdad. En que se hicieran obras por el bien de la humanidad entera.
Bueno, vayan mis mejores deseos de paz, amor, armonía, unidad, sabiduría, fortaleza, y buena voluntad para todos los amigos que de pronto puedan leer este post.
Abrazo grande para todos y FELIZ NAVIDAD! 


Les dejo un video para reflexionar.


http://www.youtube.com/watch?v=x8tWbuNIzgo

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Causa-Efecto.

Por qué a veces no basta con saber que se tiene la razón para sentir que todo está en orden y en armonía, aunque se sepa que se ha hecho lo correcto, que se ha procedido con sensatez, con dignidad, con honor, sin embargo no se siente nada bien. Por qué.?
Sé que tengo la razón, que lo que he dicho tiene sentido, es lo que debía hacer y es lo que debía decir, pero no me siento bien.
Sé que tengo que recubrirme de fuerza para mantener mi entereza, no puedo ni debo flaquear ahora. Debo sostener lo que he dicho hasta las últimas consecuencias porque debo ser coherente.
Pero quisiera salir corriendo y desdecirme de todo. No, no de todo. 
No tengo por qué desdecirme, si lo que dije es lo más cuerdo y sensato que he pensado en mucho tiempo.
Es una cuestión de principios, casi de alta moral. Renunciar a todas las posibilidades por una cuestión de respeto y amor propio, pero no en el sentido maliciente y orgulloso, del tipo caprichito de  a ver quién tira más de la cuerda sin ahorcarse. 
No. 
Esto no es un juego estratégico de amor adolescente, en que se dice  no cuando en realidad se está queriendo decir que sí. O en que se dice adiós, esperando que no se rinda tan fácil y se conforme sólo con un simple adiós. No. Pero reconozco que habría esperado una reacción al menos.
La típica de cuento de hadas. Una pataleta, una pseudo reyerta en que se anuncia la intención de escape de esos: - te aviso que me voy, no me sigues?, que me voy, eh, que es de verdad, me iré y en serio,esta vez es para siempre, después de ahora no me volverás a ver ni a saber nada más de mí en tu vida,  me voy, ya te he advertido,  a la cuenta de tres, 1, 1 1/2... 3, 3 1/2, 3 1/4, adiós? 
Y miras hacia atrás para ver si acaso te sigue o hace el más imperceptible de los movimientos que te indiquen que te quedes, pero nada. Impertérrito, ni siquiera un mohín. Nada. Silencio absoluto.
Entonces quedas ante  dos posibles alternativas:
Una, pensar que tal vez no vales la pena y lloras y lloras, reñida contra el mundo por lo injusto que te parece todo, porque tú sí entregaste el corazón sin saber que para el otro no era más que un juego. Y te echas a morir desconsolada, vas de día en día llorando en silencio tu miserable existencia sumida en la amargura de un desamor que te ha dejado el corazón destrozado en miles de jirones.
O dos, piensas que has zafado de un pelmazo que no supo valorarte, para qué querrías estar al lado de alguien que no sabe como hacerte sentir bien porque no te considera. Y si no es capaz de tomar en cuenta tus sentimientos y emociones  ahora que aún eres joven y algo atractiva, menos lo hará a lo que envejezcas. 
Quién elige ser infeliz por el resto de su vida?
Me temo que alguien en sus cabales no lo haría. 
No necesito ser demasiado lúcida para darme cuenta que de las dos alternativas la más aconsejable es tomar la segunda postura ante las circunstancias.
Si siento que he zafado, me puedo sentir libre y por lo tanto aliviada, más tranquila y en paz, con mi decisión de haber dejado atrás un montón de sentimientos encontrados entre el  amor y la necesidad de olvidar para poder seguir adelante. Sin odio, sin rencor, pero también sin vuelta atrás.
Sé, racionalmente entiendo y acepto que mis acciones tuvieron todo el peso de la lógica, que cualquiera con dos dedos de frente habría hecho lo mismo en mi lugar.
-Ley de Causa y Efecto: a toda acción le sigue una reacción.-
Sé que hice lo correcto, pero aún así por más que trato de convencerme que es lo mejor para mí, hay algo que no me deja en paz, es una sensación de impotencia de no poder hacer lo que en verdad siento que debo hacer. He sentido ganas de tomarle por los hombros y zamarrearle para que despabile y reaccione,y enérgicamente decirle en su cara  -Que te amo, cretino, que no te das cuenta, que si no fuese así me importaría un carajo lo que haces pero no, por eso me duele tanto tu indiferencia.-
Pero no lo haré. No se merece saber que aún lo quiero a pesar de todo. Por qué habría de querer a un petardo que no  ha demostrado ser digno de mi amor?
Ya se me pasará el amor que una vez sentí por él. Nada es para siempre y todo sucumbe al paso del tiempo, no?
Ahora ya desconfío hasta de mí misma. Porque quizás esa sensación  sólo viene de aquella parte de mí que le gusta nadar contra la corriente, que obedece a un cierto espíritu autodestructivo que hay en mí de buscarme siempre problemas viviendo del modo difícil, que se refocila complicándome las cosas, puede ser mi parte masoquista que no he logrado desaparecer de mí del todo, la que me impulsa a no dejarle ir. Pero también  muy bien sólo puede ser mi ego herido que quiere quedarse con la última palabra.
Ya dije lo que tenía que decir. Esa debe ser mi última palabra y también mi última acción. De cualquier otra forma sólo seré una incoherente y perderé mi posición de ventaja.
Debo persistir incólume, sólida, estoica. Es una cuestión de principios.
Por qué me queda una sensación como la de haber firmado mi sentencia a soledad perpetua?
Por qué me siento pagando por una culpa si no he hecho nada malo, mi único pecado fue creer que de verdad podría ser amada, que podría ser correspondida por fin una vez en esta vida?
No lo sé. 
Cómo sea, ya nada depende de mí. 
Los dados están echados. 
Será lo que Dios quiera que sea.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Resistiré.

Siempre he oído que para no enfermarse de los nervios que acaban finalmente comprometiendo la buena salud del  colon y del corazón, hay que echar fuera los sentimientos atorados, la rabia, el dolor, las frustraciones, la pena.
Hacer aquí una especie de terapia grupal para corazones rotos, jejjejje.
Una vez más. Debo ser muy tonta para haber vuelto a creer que el amor verdadero existe.
Pero no es eso lo que me aproblema, ya no. Lo tengo asumido. Los milagros en cosas del amor, no existen.
Y no soy nada especial como para que el destino haga una excepción conmigo.
Ya estoy fuera del juego, hace mucho que me retiré de las pistas, por eso encuentro una tremenda injusticia que sin haber estado en el carril de competencia, más bien sentada en una banca al costado resignada a pasarme el resto de mi vida sólo viendo a los demás pasar corriendo tratando de ganar una carrera contra sí mismos y los ojos del mundo. Pero la Vida se detuvo a mi lado y me invitó sonriente a levantarme, poner los pies sobre la línea de partida, flectar mi musculatura hacia delante, y reaccionar ante el pitazo de partida corriendo con la ilusión en los ojos de llegar a una meta que creí de verdad que podría alcanzar. Era sólo cuestión de fe, no sabía aún cómo pero confiaba que podría ser, por qué no? A nadie le falta Dios y el sol sale para todos. Por qué para mí no?
Quise creer que tendría una oportunidad cierta, aunque no sería nada simple, pero estaba dispuesta, mi corazón lo sentí comprometido y me hacía ilusión, aunque la vida que se veía por delante no sería nada fácil ni de todo mi gusto. 
Siempre he pensado que un factor de discriminación a la hora de distinguir cuando algo conviene o no, cuando resultará o no, es ver con objetividad qué tanto de lo que se sueña hay que sacrificar.
Y esta vez debía sacrificar muchas cosas, que a la larga acabarían por pesarme en contra y no me dejarían sentirme feliz. 
Decidí que lo más sano era volver a ser la misma solitaria de siempre hasta al menos que logre recuperarme y volver a sentir que tengo corazón.
Las cosas no me calzaban en su lugar, no sentía la armonía necesaria ni la tranquilidad ni confianza que hacen que una se sonría sola cuando va por la calle, y que sin decir palabras los demás adivinan que se está enamorada sólo por el brillo en la mirada.
Pero duele el ego, eso es así. 
Como le decía a un viejo amigo el otro día: - Yo decido como me quiero sentir. No puedo evitar lo que los demás hacen, sólo puedo decidir lo que yo hago, lo que quiero hacer.-
Nunca obré con mala intención, siempre dije la verdad, nunca dije nada que no sintiera, nunca prometí nada que no pudiera cumplir, nunca rompí mi compromiso de ser fiel.
Pero sigo siendo tonta, demasiado crédula. Confío cuando no debiera confiar.
En mi cabeza caben tantas cosas, hasta las ideas más descabelladas cobran sentido, y eso es un default de mi parte. Mi tamiz debe ser más intuitivo, pero algo siempre me estaba diciendo: Cuidado! pero a veces no distingo con claridad si es por precaución o es sólo por miedo. Y como no quiero darle más lado al miedo en mi vida, dejo de oír esa voz que me frena y es ahí cuando sobrepaso mis propios límites. Entonces ya no puedo quejarme, sólo debo asumir el costo de mis osadías, mis pequeñas e inservibles osadías.
Aunque no me arrepiento porque  siempre lo que hice fue porque creí que había futuro, pero una parte de mí, la  más racional siempre estuvo en desacuerdo, quizás porque más que improbable era difícil y entremedio había muchas posibilidades que todo fallara. Había que ser un poquito más consecuente entre lo que se decía y lo que se hacía. 
No se puede prometer el oro y el moro, jurar amor eterno, proponer compromisos que involucren el resto de la vida con tanta liviandad y luego hacer creer que  se ha hablado en serio. Son los hechos lo que le dan base y solidez a las palabras. Para qué decir cosas que no se sienten de verdad. 
Qué sentido tiene decir tantas cosas que nunca se tuvo la intención de cumplir.
La tonta soy yo que decidió creerlas a pesar que la lógica de la realidad indicaba lo contrario. 
Soy ilusa, soñadora. Una romántica pero a estas alturas sólo soy patética. En resume: una tonta.
Debo vivir mi vida, debo volar con mis propias alas y olvidarme de todo lo demás. No debo depositar mi confianza ni mis ilusiones en nada ni nadie más que no sea en mis propias capacidades para dejar todo lo que me hiere atrás. Debo olvidar. Debo aprender de mis errores y volverme fuerte, dura. "Me volveré de hierro para endurecer mi piel", como dice la canción.
Pero no me pasaré al lado oscuro, no me volveré resentida, ni amargada, no dejaré de tener esperanzas de poder volver a tener un vida normal, con un corazón sano, aunque siempre lleve las cicatrices que me recuerden ser más cautelosa. 
Dejar las puertas y ventanas abiertas de mi alma y mi corazón para que salgan los malos recuerdos será mi mejor modo de combatir esta pena.
Y aquí entra esa remanida frasecilla de " lo que no me mata, me hace más fuerte".
Ya llegará un día en que despierte y no recuerde nada de  esto, que pueda ver una foto, oír una noticia,  escuchar una canción y no pensar ni sentir nada que me perturbe ni me haga sentir saudade.
Ya no quiero volver a escribir sobre esto, creo que me estoy volviendo muy repetitiva.
Solita se está mejor.