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lunes, 29 de noviembre de 2010

La rana.

Tal como las frutas que cuelgan de los árboles, la vida no es perfecta.
Sólo el lado que da de cara al sol es el que madura primero, y se torna dulce y jugoso, perfecto.
Pero, válgame, el lado que se desarrolle a la sombra, porque ése será siempre desabrido, ácido o amargo.
A veces, en la vida las cosas resultan bien por un lado pero por otro, no.
Por qué cuesta tanto encontrar el equilibrio?
Por qué las cosas no pueden ser más perfectas, que fueran al menos como deseo que sean?
Y lo peor es que las cosas que resultan bien, pierden importancia porque todo el sentido de importancia que podían tener, lo tenían sólo en relación a esa otra parte que por A, B o C motivos, dejó de funcionar, de un momento a otro, sin un buen motivo aparente.
No entiendo nada.
Qué estoy haciendo mal?
Soy la rana de la fábula.  La rana acaba muriendo a causa del veneno que el escorpión le inocula, porque el muy "escorpión" no puede evitar su propia naturaleza.
Y no quiero ser la rana.

sábado, 27 de noviembre de 2010

La Corrida.

La mañana amaneció nítida y radiante.
A mediados de julio, el verano, gobernaba sobre los campos y a la distancia, en todo su esplendor, reverdeciendo los prados  y cultivos que desde el aire perecían colchas de patchworks.
No había podido dormir en toda la noche, pensando, tratando de recordar todos los consejos oídos a lo largo de toda su aún corta vida.
Hoy era el día en que cumplía 18 años, y los cumplía justo el día en que se celebraba en el pueblo mayor una gran fiesta.
Se sentía muy ansioso de sólo pensar que hoy sería el día que había estado esperando toda su vida.  Hoy, era ese gran día, el día en que se sometería a la gran prueba que todo bien nacido en aquellas tierras, debiera pasar, al menos una vez en la vida, siguiendo la tradición que, por generaciones de hombres en su familia habían desafiado a la muerte en un par de ojos oscuros y brillantes.
De todos sus primos y hermanos mayores que hoy correrían junto a él, algunos lo harían ya por segunda o tercera vez. Algunos de ellos habían sufrido pequeños accidentes  en su primera experiencia, que les habían dejado cicatrices en rostros, brazos y piernas que presumían orgullosos antes las chicas del pueblo cada vez que tenían la oportunidad.
Definitivamente hoy sería un día memorable, lo podía sentir, el día en que se haría hombre, uno digno de llevar el apellido de una larga estirpe de vencedores de la muerte.


Clareando aún el alba, se levantó de un salto de su tibio lecho y salió al campo descalzo, sintiendo la hierba mojada por el rocío en la planta de sus pies.
Una gloriosa aurora que derramaba luz como varillas de oro sobre las praderas, le hirió la vista pero pronto acostumbró los ojos a esa luminosidad exquisita con que lo recibía el día.
Se adentró aún más en los dominios de la hera para sentir mejor la briza pura y aún fresca de la mañana, dejando que el aroma a yerbabuena le penetrara por los poros hasta la sangre.
En un íntimo e improvisado rito de comunión con la Natura madre y Dios, se despojó de su pijama, plantándose frente al sol, bien firme, con los ojos cerrados, al tiempo que respiraba y exhalaba profundamente con los brazos extendidos en cruz, dejando que el gélido aire matutino le llegara al espíritu.
Podía sentir que estaba a punto de ser testigo de un acontecimiento sobrenatural.
Permaneció así, inmóvil, erguido  y tenso respirando profundamente hasta que un ladrido de perro, a la distancia, lo sacó de su místico trance.   Abrió los ojos y sintió pudor de haber sido sorprendido desnudo. Se puso rápidamente el pijama, pero luego comprendió que nadie más estaba cerca, que todos los demás dormían plácidamente aún.


Al rato, lentamente, el resto de la familia fue despertando y cada uno se fue incorporando a sus tareas habituales, las acostumbradas para echar a andar el día y la casa.
Los campeones del clan, esa mañana, recibieron doble ración de un desayuno energizante que por generaciones se venía repitiendo sin que nadie se atreviera a modificar en un ápice la cantidad de tocineta en los huevos revueltos sobre la tortilla que le correspondía a cada uno, acompañando a medio litro de leche con miel que quemaba la boca del estómago de lo caliente y relajante que estaba.


El camino de la casona hacia el pueblo estaba atestado de coches, carretelas, automóviles y hombres a caballo que como romeros en una procesión, avanzaban lentamente.
Las mozas más guapas, saludaban desde las puertas y ventanas de los balcones de las casa a la orilla del camino principal, agitando pañuelos rojos que luego lanzaban al aire, con la esperanza de que un atractivo soltero y buen partido, lo atrapase en el aire y se lo atase al cuello en señal de buena suerte. Según la creencia popular, el desafortunado que no lo cogiese al vuelo, debía dejarlo en el suelo, si quería evitar ser herido de gravedad.
A la altura de la mitad del pueblo, se detuvo ante el balcón de la muchacha de la que se había sentido enamorado desde la primera vez que la vio cuando la profesora la presentó en clases de quinto grado. Esperó a que se asomara por la ventana a ver si le aventaba una pañoleta. Su sorpresa fue mayor cuando la vio más bella que nunca con un gran pañuelo de seda  rojo en las manos.
Ella parecía buscar a alguien entre la multitud, sus ojos se perdían escudriñando los rostros de miles de hombres que como caravanas de hormigas desfilaban bajo sus pies.
Se animó a acercarse y a llamarla por su nombre en voz alta. Ella, se volvió con una gran sonrisa hacia donde él se encontraba de pié en medio de la multitud que en ese momento pareció desaparecer del todo.
Se llevó la pañoleta a los labios sellándola con un beso de amor y se la lanzó al viento, sin decir algo, sólo sonriéndole como una mañana asoleada.  Las brisas de la fortuna guiaron el vuelo del paño hasta las manos del enamorado, al cogerlo se llevó el pañuelo a la nariz para embeberse del aroma a beso de su amada, y sin perder tiempo lo ató a su cuello. No hubo tiempo para despedidas, los corredores que por un momento parecieron respetar ese mágico momento, comenzaron a avanzar arrastrándolo con la corriente.


Al llegar al pueblo, por el extremo opuesto a la Arena Mayor, sobre un gran escenario, construído varios días antes, ya estaban las autoridades esperando para darles la bienvenida a  los participantes locales, nacionales y a todos los extranjeros venidos desde las partes más insospechadas del planeta a vivir una de las más locas y adrenalínicas de las experiencias de vida que aún se mantienen vivas desde tiempos inmemoriales.
Las callejuelas del pueblo lucían atestadas como si hubiesen sido diseñadas para hacer de represa y contener así a ese inmenso río humano blanquirojo que amenazaba con desbordarse en cualquier momento mientras aún se mantenía contenido a la espera de que la voz de  largada fuera dada.
Todo aquel flujo estancado palpitaba ascelerado y al unísono, queriendo sentir la sensación de tener a la muerte pisándole los talones, desafiarla y reírse de ella; medirse así mismos, probarse ante sus propios límites; descubrir y probar por sí mismos lo que dicen se siente; sentir la adrenalina galopando frenéticamente por las venas.


Él esperaba probarse así mismo y averiguar si estaba hecho del mismo material que sus hermanos y  primos, pero sobre todo, si había heredado el mismo temple de su padre, de su abuelo y de todos sus antepasados. Quería sentirse parte de una historia con tradición familiar colmada de hazañas fabulosas que eran ya leyenda en toda la región. Quien no conociera los méritos de sus ancestros, no era natural de la zona.
Correría hacia delante, con todas las fuerzas sin importar qué. Le sacaría a lo menos, dos cuadras de ventaja a la primera bestia que le siguiera, y luego, a una distancia prudente, quería verle a los ojos.


Largaron a los toros.


Se podían oír  los cascos, a lo lejos, en el empedrado, acercándose con estrépito, mezcla de furia y espanto.
Los hombres, los ubicados al último de la larga manga de gente, empezaron la partida, corriendo y gritando, alertando a los demás. Entonces, el río que amenazaba con desbordarse, cobró vida de improviso y se desbordó, torrentoso, imparable, fluyendo con fuerza y velocidad.
Cuando los animales de la avanzada, penetraron las filas de la retaguardia se inició el descontrol generalizado, sintiéndose los primeros alaridos de horrendo dolor, contabilizándose, así, las primeras bajas en acción.
Las estrechas calles se convirtieron en un tramposo laberinto para los despavoridos individuos que tratando de arrancar sin espacio improvisaban un escape como fuera, trepándose a  balcones, colgándose de carteles aéreos, amparándose en los portales de tiendas y mamparas que algún comedido vecino dejaba entreabierta para el refugio de un corredor desesperado.
Las cuadras parecían eternas, las esquinas parecían no existir, detenerse a pensar por dónde ir durante un segundo le podría haber costado la vida, había que pensar más rápido de lo que las piernas pudieran correr. Mientras no hubiese espacio para que la gran masa no pudiera difurcarse, no habría espacio suficiente.
Todo era válido para sacarle el cuerpo a las bestias desbocadas que les venían persiguiendo más asustadas y confundidas que preocupadas de cornear a un tropel de insensatos.


Tal como lo había imaginado, llegó un momento en que la distancia y la ubicación en la que se encontraba le eran por completo propicias.
Se detuvo en medio de la avalancha de rostros anónimos que se abrieron, pasando por su lado a cientos por segundos, pudiéndolos sólo percibir cómo ráfagas tibias de aire zumbándoles por las orejas.


Un macho, negro y lustroso, con enormes ojos oscuros inyectados de rayos y centellas, le fijó ante su mirilla calculando distancia y fuerza para ensartarle los cuernos, justo en el centro del cuerpo.
Sin perder la calma, pacientemente esperó a que el hermoso ejemplar se acercara, sin quitarle los ojos de encima.
El animal se vino con la cabeza gacha, en línea recta, sin despintar el blanco de su objetivo, dispuesto a llevarle por delante, elevarle al cielo con alma y todo, como una pelota en la cabeza de un goleador, y rematarle con su puntiaguda cornamenta en la caída.


Ya a menos de media cuadra de distancia, se aflojó el pañuelo rojo del cuello y lo extendió, agitándolo como una banderilla. A un metro de distancia, lo usó de capa y el toro pasó burlado por de bajo.
Se vio una promesa de muerte en los ojos de la gran bestia. Se dio la vuelta ante el asombro de todos los espectadores, corredores que ya habían abandonado el reto y que apostados a los costados transformaron la calle en un ruedo románico.
El improvisado gladiador, aún incrédulo de estar dando tamaño espectáculo, entre vítores de algarabía y aplausos de ánimos, se aferró a cientos de años de instinto sobreviviente, logró rearmarse como un torero consumado y sintió que lo invadía una valentía que lo recubría de una fortaleza hasta ahora desconocida para él, que jamás creyó ser capaz de poseer.
Miró fijamente a los ojos del magnífico animal que bufaba raspando los adoquines con una de sus pezuñas delanteras.
Sería un duelo a muerte entre un par de ojos dominantes, filosos como espadas, y de otros que se negaban a ser dominados, peligrosos y certeros como puñales.
La indómita bestia con los ojos entintados en sangre se lanzó al ataque. Al mismo tiempo que él quitó el pañuelo rojo del medio, dejándolo volar en caída libre hacia el suelo. El animal desconcertado perdío por un segundo el foco de su concentración, segundo vital en que el cumpleañero aprovechó para tomar al confundido toro por los cachos, torciéndole la cabeza al extremo de obligarle a doblar el cuello de tal forma que acabó en el suelo sobre el toro.
El toro vencido en su orgullo se levantó en cuanto se sintió libre de presión. Miró al muchacho reconociéndole como a un digno y noble rival  y  en señal de paz, bajó la cabeza y la volvió a subir. Se dio media vuelta y continuó su carrera, calle abajo.


Al darse por terminada la corrida, en la ceremonia de clausura en la que participaba todo el pueblo, el alcalde proclamó oficialmente al muchacho, que cumplía ese día 18 años, como el vencedor de La Corrida, hasta el año venidero.


La celebración fue en grande y  la tomatera, también.


Al pasar la euforia y la efervescencia del triunfo, pensó: -Ahora, puedo tomar, también, a la vida por los cuernos-.

martes, 23 de noviembre de 2010

La Carioca de la vida.

Cuando la vida parece escribirse sola, siento que sólo quiero ser testigo.
Cuando me parece que se necesita una fe de erratas, me comen los dedos por reescribir y enmendar lo que siento no está bien.
Pero cuando las cosas que suceden esperan que yo sea quien dé el primer paso, me tomo al menos mi tiempo para evaluar cuál y cómo será ese próximo paso que necesito dar.
Tengo muy claro cuáles son los próximos pasos, tengo más o menos el naipe armado en mi mano, me faltan algunas cartas que espero me salgan en mi turno desde el maso para completar las escalas, porque esta vez apuesto a las tres escalas, para irme de una y dejarlos a todos arriba, jajajajajaja!!!
Me encantaba hacer eso, todos juntando sus cartitas para bajarse con una escala y un trío o ratoneando con los dos tríos, o dejar arriba a quien estuviera juntando tríos de reyes, ases, queenas y jotas e irme de una con los cuarto tríos o las tres escalas.
Eran buenos esos tiempos en que por las noches de verano nos sentábamos a jugar Carioca en familia, y no faltaba quien se picara cuando perdía.
Yo aprendí  a saber perder cuando fui parte del equipo de Ajedrez del colegio, a dar la mano aún con una derrota insierne, a veces cuando consideraba que había perdido por un error que cometí por atarantarme mucho y tocar una pieza en vez de otra y como la regla es "pieza tocada es pieza movida", me enojaba conmigo misma, y me juraba no volver a cometer el mismo error, entonces, me tomaba el próximo juego con más calma, controlando mi ansiedad de ganar la partida. Miraba a mi contrincante decidiendo si era ganable o no, si decidía que le ganaba sólo por algún detalle visible para mí que le hacía ser ganable, le ganaba. Si  de algún modo me lograba intimidar, sólo de presencia, inevitablemente perdía.
En qué irá?
Ganar o perder. Qué se pierde cuando ser pierde?, qué se gana cuando se gana?
Habrá algún cambio químico de orden hormonal, o algo por el estilo que haga la diferencia?
En qué afecta, cuando lo que se gana o se pierde no tiene mayor trascendencia?
Es el hecho, es el orgullo, es el ego? Qué?
Cuestión de suerte o prestigio?
Pero cuando se tienen todas las intenciones de hacer las cosas bien, lo mínimo que espero de la Carioca de la vida es que me ponga las cartas precisas en el maso para bajarme con honores y completar mi proyecto de vida.
No es pedir demasiado, o sí?

lunes, 22 de noviembre de 2010

Enamorada?

Enamorada, Yo?
Ja!
Sí, creo que sí. Sí. Definitivamente, sí. Lo estoy.
Y es raro, muy raro. Nunca me imaginé que me pudiera suceder a mí. Es decir, en la vida me he enamorado un par de veces, pero de esos amorcillos que se sabe no van a ningún lado, algo parecido a esos brazos de ríos que se pierden entre la subidas y bajadas pero que  nunca van a dar al mar.
Ahora, siento que es totalmente distinto, nunca me esperé ser querida de vuelta, tal como siento yo querer.
Es un sueño del que jamás quisiera despertar en la vida entera.
Cuando me preguntan cómo estoy, tiendo a responder: -bien, feliz!!!
En los papeles oficiales cuando piden hacer una X en una casilla para indicar estado civil, deberían incluir entre soltera, casada, o viuda, la casilla de "enamorada".
Es un estado de ánimo, pero también es un estado de algún modo de estar en el mundo, de ver la vida, de hacer las cosas con más ganas que de costumbre, de abstracción, de distracción permanente, de pisar a 10 cm del suelo, de que ya nada importa lo mismo que antes, que las cosas son como son y si pueden ser mejor que bueno, pero tampoco importa mucho si no lo son.
La sonrisa se me sale sola por los ojos, no puedo contener la buena onda que me aflora del alma, y sin embargo siendo otra soy la misma.
Como dice Leonardo Fabio: " hoy, yo, quiero a todo el mundo y todo el mundo, me quiere a mí".
Pero Dios los ampare, de que algo no ande bien, porque mi ánimo se vuelve de unas malas pulgas feroces,
y no lo puedo evitar.
Y es lo raro, yo no solía ser así.
Mi ánimo era  más o menos plano, más bien fóme, gris, en el centro 0 de la recta.
Pero ahora que el ecualizador está encendido, fluyo de estado anímico según los bajos y los altos que me toquen de fondo, me muevo según los agudos y graves de los dimes y diretes del amor.
Me muero por mi arqueólogo-entomólogo que me ha descubierto y me hace sentir no como un bitxo raro, si no como uno muy especial.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Talento, se hace o se nace?

Qué fue primero, el huevo o la gallina?
Se nace o se hace?
O es "1% de talento y 99% de esfuerzo", como decía mi profesora de química en el colegio.?
Según los científicos actuales han descubierto que primero ha sido la gallina. Pero yo insisto, primero fue el huevo.
Y me atrevo a afirmarlo por una razón muy simple. La gallina es un ser vivo evolutivo, descendiente de los reptiles, como todas o la mayoría de las aves. Cómo es que esta evolución fue posible, cómo especies de sangre fría pudieron decantar en especies de sangre caliente? Es un misterio. En las patas de las aves se puede apreciar el ancestro, esas patas escamosas son muy similares a las de una salamandra, o iguana, lo que sea, pero que sea reptil con patas. Y siendo así, los reptiles, ya se reproducían, mucho antes que las aves, por huevo, por lo tanto, es fácil deducir sin temor a equivocarse que primero fue el huevo y no la gallina, o no?
Con lo del talento, es más difícil determinarlo. El que nace genio, nace y no hay vuelta que darle.
Pero esos son los menos.
Yo creo que la mayoría nacemos con ciertas habilidades, pero como al 20% de la carga, algo así como la que traen los celulares o los notebooks, una carga inicial que solo permite echar andar el aparato y programar lo preciso para volverlo a encender cuando se le agote esa mínima carga.  Si no se enchufa a un toma corrientes, una vez ida la carga, no sirve para nada.
El talento, creo yo, es similar.
Si no se cultiva, si no se carga, si no se hace crecer con experiencias significativas, no sirve para nada.
Al talento hay que exigirlo, gastarlo para que con el roce igual como a un carbón de diamante, de tanto pulirlo, brille y muestre toda su gran belleza oculta, y cobre todo el valor que posee.
Para quienes creemos tener cierto talentillo en el arte de las letras, no queda más que escribir, escribir y escribir, pensar, pensar, pensar y vivir, vivir, vivir y vivir. A ver si de tanto vivir, pensar y escribir, sale algo más o menos interesante, digno de ser publicado.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Sueño en verde y azul.

Verde y azul.
El verde del follaje de los árboles, en todas sus gamas, en todas las estaciones, desde el amarillo pasando por los rojos en todos sus tonos hasta llegar al café,  pero prefiero el verde, ese intenso, oscuro o claro, pero verde como la vida misma en todo su esplendor.
El azul, del cielo despejado de nubes, en el agua como un gigante espejo que refleja el celeste azuloso de un cielo limpio, pero ese azul turquesa o verde petróleo del agua por efecto del verde de la orilla, es glorioso.
Aún con un día nublado, los tonos son un encanto. La masa acuosa grisácea a los pies de un masiso boscoso verde botella franjeado en el tope por un manto de nubes blancas sombreando quebradas y cimas, es un deléite para cualquiera que disfrute de la vida al aire libre.
Si tuviese que escoger un lugar para vivir, elegiría un paisaje de montaña, pero lejos de las consecuencias de una erupción volcánica porque en un país sísmico como éste es un riesgo constante, por eso  vivir mirando hacia el mar de cerca tampoco me convence.  No invertiría en una propiedad cerca del mar ni de un volcán, tampoco en terrenos que tengan problemas con la falta de agua.
En fin.
Existirá algún lugar en este mundo dónde sea un paraíso para vivir?
O el paraíso lo hacen las personas?
El paisaje hace mucho, creo yo. Marca y determina el tipo de persona que podemos llegar a ser.
Para criar una familia, un entorno armónico hace hijos libres, sanos y felices que a la larga serán por consecuencia, ciudadanos libres, sanos y felices.
Países con paisajes llenos de verde y azul tienen mayor índice de satisfacción entre su población, todo el sistema funciona mejor en un entorno así de hermoso y agradable. Pero, hay que considerar no sólo el color del entorno, sino también el clima.
No da lo mismo un clima frío de montaña a uno húmedo y caluroso como el del Amazona.
Si se piensa bien, los países que tienen territorio en la Selva amazónica, son complejos, y los territorios  que están dentro de la Selva misma, son más atrasados que el resto que está fuera de los deslindes selváticos.
El clima y la geografía, determinan la economía y el desarrollo de los pueblos y también la ideosincracia. No sé si los economistas toman en cuenta este dato para hacer sus cálculos y proyecciones a la hora de ver el mañana a años luz de distancia y jugarse el futuro de las personas en la bolsa de negocios de Londres o de Nueva York.
Como sea, sólo espero que aún exista mundo para criar a una próxima generación libre, sana, confiada, segura y feliz.
Sueño en verde y azul.
Una cabaña en medio del bosque o con una sencilla casa en medio de una pradera, una mezcla entre la pequeña casa en la pradera con la cabaña del abuelo de Heidy, con un viejo abeto y un inmenso perro, no necesariamente un san bernardo llamado Niebla, me conformo con mi viejo labrador; mi petardillo y una ristra de críos corriendo felices entre los prados y arbustos, aunque en menos cantidad que la familia Von Trapp.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Que veinte años, sí son algo.

No extrañé ni mi cama.
Debe ser porque me encanta viajar.
Eso de la aventura, de no saber qué pueda pasar, casi como apostar a perderlo todo pero con la convicción de fondo que nada malo sucederá.
Confiar en el radar interno, navegar por intuición, elegir entre ir a la derecha o a la izquierda, escoger un restaurante en vez de otro, elegir un plato de la carta, el postre y no arrepentirse, hacer la mejor elección como si se tratase de la vida, de hacer la mejor elección de todas.
No me equivoqué en nada, cuando escogí algo, lo hice a conciencia, considerando la recomendación del garçón, o del chef en persona, no me dejé llevar por los nombres, sólo por los ingredientes. Lo demás fue pura cachativa, por tincada.
Nada de cervezas industriales, puras artesanales. Y a lo que le venía más el vino, con una buena copa.
A media tarde, unos heladitos, probar sabores raros como mascarpone, kimoto o sigomoto, ya no recuerdo, samboyano y darle a los de chocolates, incluído el de chocolate blanco.
En la tarde, un chocolate caliente con cogñac, con tortas varias. Una, que era una delicia, con biscocho de chocolate con ciruelas, crema de frambuesas, bañada en un chocolate bitter delicioso.
En un sencillo local, fue donde comí la mejor once de todas y por un módico precio, salado y dulce:
Una pascualina de zapallitos italianos, y esa torta, más un chocolate con cogñac, exquisito, justo en la esquina de Beschtedt con Moreno.
El chocolate con cogñac más cogñac que chocolate que me tomé fue en "El pinar", muy bueno.
El venado y las carnes de caza ahumadas, en la "Familia Weiss". Dato fijo.
Y las carnes a las brazas en "El boliche de Alberto", también para pastas, pastas el domingo a la hora de almuerzo, es perfecto.
Para comidas más rápidas pero muy buenas como un pechuga de pollo con salsa de  almendras, en "D.O.N.D.E.R.A".
En la"La Marmite", se come una muy buena trucha con salsa de almendras, las cremas también son buenas.
En general, en Bariloche se come muy bien.
Datos para chocolates.
Partiendo de la base que el mejor chocolate es siempre el que contiene más cacao puro y que se debe derretir más en los dedos que en la boca, que no debe apelotonarse antes de ser tragado.
Los mejores, al menos hasta ahora se encuentran en Torres, Mamushka y Benroth.
El Turista, es el más popular, los precios son más económicos pero no son necesariamente los mejores, pero sí son muy buenos los turrones.
Otro dato y valioso para paladares etílicos: cervezas artesanales como Diuka, el Bolsón, y Águila, creo que en ese mismo orden, son muy buenas, según mi gusto. Probé las negras, o Bock, porque me gustan más los sabores secos y fuertes, más que las rubias, también las rojas. Bueno, mi preferida, la reina de todas es una chilena: Kustmann y de las industriales, me quedo con la Heineken.
Como sea, ahora es tiempo de reorganizar mi horario y comer livianito a lo menos por una semana, para bajar un poco las calorías que consumí demás.
Lo bueno de Bariloche son sus calles en subida y bajadas, para quemar calorías, pero pucha que duelen las piernas cuando no se está acostumbrada a subir y a bajar escaleras. Pero el tránsito es una locura.
Sólo Dios impide que hayan más accidentes  de los que pudieran haber con lo salvaje que son los argentinos para manejar. No van a exceso de velocidad pero sí llegan y se tiran si calculan que alcanzan a doblar antes que el otro que viene derecho, porque estos llegan y pasan, y no porque no vengan, sino porque no viene muy cerca, esa es como la filosofía allá.
Para una que tiene cierto respeto por las normas de tránsito, me pareció caótico, pero de algún modo igual fluye, aún sin semáforos, signos pare o ceda el paso.
La gente, muy amable, muy simpáticos.
Me encanta como hablan, pero no se me pegó el acento. Ja!
Saqué mil fotos o más.
Lo que no me traje, lo documenté para no olvidarlo.
Resumen:
Muy lindo viaje.
Espero que no vuelvan a pasar otros veinte años antes de volver.
Que veinte años, sí son algo.
Quiero volver, pero con  meu amor.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Pese a todo.

Lo que hace el chocolate.
Gracias, san Chocolate, me subiste el ánimo y de paso cambié el switch, lo suficiente para no dejar que se fuera todo por la borda.
Dios, qué habría sido de mí si todo se hubiese acabado hoy?
Desde ayer me sentí como un pez fuera del agua. Estaba de lo mejor, en medio del océano, y de pronto, así de la nada, se vació toda la gran masa acuosa, y me quedé como aleteando a penas en un charco.
Fue una sensación que no quiero volver a tener, esa de sentir como un escalofrío en el alma que pone la carne de gallina aún sin que haga frío en el ambiente
Ya todo está mejor.
Pero debo tomar mis resguardos, no creer a ojos cerrados a la primera, guardarme un margen para las fallas humanas, es decir: contemplar en los planes un margen de error, porque nada es perfecto, nada resulta tal como se planea.
Nadie puede ser perfecto, menos yo, sin embargo siempre tiendo a idealizar. Ese es mi error.
Debo aprender a vivir en el mundo real, donde no sólo existen las imperfecciones físicas sino también las de personalidad.
Tal vez porque siempre me he exigido moralmente demasiado, pretendo que todo el mundo sea igual y se me olvida que las personas son sólo como son y no como yo desearía que fuesen.
Quiero ser una mujer enamorada, y no una tonta enamorada. Según yo, hay un abismo de diferencia.
O peor aún, una mujer enamorada como tonta, que es terrible.
Pero pese a todo, creo que no me he equivocado, creo haber elegido al hombre correcto.
Tiene sus cosas que le hacen ser imperfectamente perfecto, al menos perfecto para mí.
Me rendí hace mucho, según la experiencia ajena que he recolectado durante todos estos años he llegado a la conclusión que es imposible cambiar la naturaleza de un  hombre, no si no quiero parecer una marciana y contar con canas verdes entre mis cabellos.
Lo quiero así, distraído, tal como es, aunque me haga rabiar de vez en cuando.
Es un hombre, hay que partir por eso para entender que es así.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Confianza, la parte oscura.

Es posible sentirse tan estúpida más de lo que me siento ahora?
Debo aprender a no confiar con los ojos cerrados, y es una lástima que deba aprender a hacer lo contrario a lo que tiendo naturalmente a hacer, cuando en el mundo ideal en el que quisiera vivir, es lo más natural del mundo vivir confiando, tanto que ni siquiera tiene este nombre, no tiene nombre alguno porque sólo es, es intrínseco, no se piensa, ni siquiera se siente porque sólo es.  Confiar, en mi  mundo ideal, es tan natural como el proceso de oxigenación de la sangre, nadie piensa en eso, es algo que sólo ocurre porque así debe ser para poder vivir.
Soy tan tonta a veces, me pasan las cosas una y mil veces y aún así no aprendo. No confíes.
Y sin embargo persisto en confiar. Como si creyera que de tanto insistir voy a cambiar las cosas.
Que idiota más grande!
Ha sido una desilusión, una tras otra. Pasa el tiempo, los años eternos, lo olvido y vuelvo a confiar luego del borrón y continúo en la página siguiente, entonces no pasa demasiado tiempo hasta que vuelvo a tropezar con la misma piedra.
No quiero volver a poner mi corazón otra vez por delante, en vez de las manos o las rodillas.
Los porrazos de corazón son muy dolorosos, y cuesta para que se sane.

Sueños.

Seguir por la vida como con la dirección escrita en un papel o un mapa diagramado como esos que se ven en las películas de piratas en que alguien ha  marcado con una X el lugar en el que se encuentra el tesoro, pero en este caso el tesoro no contiene monedas de oro, ni joyas, sino algo mucho más valioso porque no tiene precio: LA FELICIDAD.
Nunca he sido memoriona, pero ahora deseo no olvidar las palabras de mi maestro, porque siento que es lo único que poseo como brújula para no perder el rumbo, para no extraviar otra vez mi norte.
Qué será primero, olvidarlo todo y continuar la navegación a ciegas, confiando en lo aprendido.
Lo curioso es que no se trata de vivir el sueño de alguien más, sino que mi propio sueño no es muy diferente a aquello que todo quien sabe de qué se trata la vida, sueña.
No soy muy original, mi ambición ni siquiera alcanza para una palabra así, yo diría que sólo alcanza más bien para algo así como: anhelo.  Me siento más cómoda anhelando algo que ambicionando algo.
Y mi anhelo es de lo más normal y corriente que hay: tener una vida normal, tranquila, cómoda, holgada y feliz. Quién no desea lo mismo?
Claro, también me gustaría correr algunos riesgos de vez en cuando para tener algo emocionante y entretenido que contarle a mis nietos o con los que llenar páginas en mi libro de memorias,  hacer alguna que otra locura como volar en alas deltas, bucear entre tiburones, delfines y ballenas, alimentar a un tigre de mi mano, recorrer el mundo en velero, lanzarme un piquero como los clavadistas de Acapulco  o los griegos locos, pilotar un cuadriplaza y cruzar Los Andes ida y vuelta, qué se yo! Cosas que sólo en mis mejores sueños podría realizar.
Pura falta de confianza o de ambición, tal vez ambas cosas.
Lo sé, lo sé. Soy una soñadora empedernida.
Por qué una vez alguien pensó que yo estaría escribiendo una novela en una playa solitaria perdida por ahí en alguna parte del mundo?
A menudo tengo esa sensación, los demás confían mucho más en mis capacidades de lo que yo misma logro confiar en mí misma.
A veces pienso que soy mi propia artillera antiaérea de mis propios sueños.
Y de algún modo contraresto mis sueños fracasados produciendo muchos sueños, innumerables, a ver si alguno logra pasar entre proyectil y proyectil y se convierte en realidad.
Sueño que tengo mala puntería, y que es más de uno el que logra pasar entre el fuego cruzado de mis baterías antisueños.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Dedicado a un gran hombre, al mejor Hombre del Mundo.

Nunca parto escribiendo el título, pero esta vez es distinto.
Esta vez es parte de un ensayo de homenaje para un gran hombre que se ha ido pero que jamás será olvidado.
La grandeza de un hombre se mide por sus obras, por lo que ha hecho, por lo que ha logrado hacer en la vida, no tanto en la suya, propia, como por la influencia bienhechora que pudo tener en la vida de los demás.
Quienes tuvimos la fortuna, el honor y el privilegio de conocerle, y de haberle querido mucho, de haber sido tocados por sus enseñanzas de vida, somos y seremos, mientras vivamos, un vívido recuerdo de su paso por esta Tierra.
El tío O.
Es cierto, hace mucho que no lo veía y casi no puedo distinguir exactamente cuándo fue la última vez que lo vi, pero sí recuerdo algunas de nuestras conversaciones por teléfono de los últimos meses, antes que su enfermedad comenzara a hacer estragos en sus capacidad física y a mermar sus fuerzas, incluso hasta para charlar por teléfono, pero nunca perdió la lucidez, no hasta que el obligado uso de poderosos medicamentos contra el dolor provocaron en él ese estado que cuesta distinguir en qué parte de la vida se encuentra el paciente.
Racionalmente entiendo que es parte de la vida, morir, y que luego de tanto padecimiento, es justo descansar.
La pena que sentimos los que quedamos, es más por nosotros mismos, que nos vamos quedando solos y en silencio, sin esas personas especiales que nos guiaban el camino, que nos alumbraban como faros en la oscuridad, que siempre tenían la visión lúcida de la palabra precisa para el consejo justo.
Releyendo las cartas que guardo de nuestra fluída comunicación epistolar que sostuvimos por un tiempo, a la antigua, a papel y a lápiz, por correo con cartero a la puerta justo a la hora de almuerzo, incluído, me hacen redescubrir lo insensata que he sido, y cuánta razón ha tenido siempre.
Ahora, varios años más vieja, y quizás sí, un poco más madura también, comprendo mucho mejor lo que en ese entonces me decía.
Tantas sutilezas, descubro el trazo de educador por sobre todas las cosas, pero también distingo ese humor tan característico de quien no quiere aburrir con un discurso latero para no ahuyentar y provocar distancia o rechazo en a quien van dirigidos toda las grandes teorías, máximas, y en definitiva, toda la sabiduría de años de experiencia de una vida larga y llena de desafíos intelectuales y personales que generosamente compendia en un entretenidos relatos de vida y pone al servicio de una cabeza loca como yo.
Ahora que lo pienso mejor, el tío O. me debió tener en muy alta estima, de otro modo no se hubiese tomado tantas molestias por mí. A pesar de estar jubilado muchos años, se mantenía siempre muy activo y vigente, su opinión era gravitante, y era considerada completamente decisiva dentro de su círculo de influencias, lo que le hacía ser un hombre muy ocupado, y aún así se daba el tiempo para responder mis sonsas cartas.
Me trataba de colega y siempre sentí que el título me quedaba grande, como un poncho diez tallas más que yo.
Compartíamos intereses, nos tratábamos de tú a tú, hablábamos el mismo idioma. Nos entendíamos perfectamente, sólo que yo nunca me animé a seguir sus consejos, siempre dudé de mí misma, nunca sentí tener la fuerza suficiente para romper mi inercia.
Sus consejos eran como las luces en la pista de despegue, pero me faltaba la perspectiva más allá del final de la pista, ahora que ya la tengo, releo sus consejos y son exactamente lo mismo que me repito a mí misma.  Y lo curioso es que no recordaba ni una de esas palabras, sin embargo de algún modo debieron intergrarse a mi ADN, pues como él bosquejara, para mí, la vida, sin intención  he hecho parte de como soy ahora todo aquello que él enunciara con su letra cansada y temblorosa de los últimos años.
Me reformé bajo la luz de sus ideas, sin tener consciencia absoluta de estar eligiendo el mismo camino por el que él ya había transitado.
De algún modo fue mi maestro, mi guía, mi mentor.
Era, es y seguirá siendo siempre mi querido tío O, un hombre digno de todo mi respeto y admiración, al que le debo una despedida con honores, digna de un gran hombre. Sólo espero llegar a ser yo, algún día, digna y honorable para despedirme de él.
Tío querido, sé que debo finiquitar el proceso pendiente solo por mí, que es el desafío que debo vencer para sentirme dueña de mi destino, lo sé. Me hubiese gustado haber tenido antes mejores noticias para alegrarte un poquito uno de tus días.
Seré la mejor, siempre, sólo porque quiero ser una digna sobrina nieta del mejor tío abuelo del Mundo.
Y que todos digan, no se puede esperar menos de la sobrina nieta de don O, el mejor hombre del Mundo.
Descansa en Paz, mi siempre bien querido y por siempre recordado, tío O.

viernes, 5 de noviembre de 2010

"¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios...?"

Hay un poema de Gonzalo Rojas que reza, en el primer verso: 


" ¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: la luz terrible de la vida o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué es eso: amor?...". Y sigue. 


"¿Quié es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes, o este sol colorado que es mi sangre furiosa cuando entro en ella hasta las últimas raíces?"


Continúa.


"¿O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer ni hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo, repartido en estrellas de hermosura, en partículas fugaces de eternidad visibles?


Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra de ir y venir entre ellas por las calles, de no amar trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una, a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso."


Gonzalo Rojas, gran poeta emériro chilensis, con una historia personal  especial. Clásico ejemplo de un sujeto físicamente poco agraciado pero de gran ingenio, el suficiente para envolver palabras como bouquets de rosas rojas en celofán y enamorar féminas, y a mujeres muy inteligentes, dato no menor.
Qué tenemos las mujeres que nos domestican por el oído? 
El don de la palabra, quien lo posea tiene en su bolsillo la llave maestra para todos los corazones de mujer con cerraduras que puedan haber por ahí.
El cuento del flautista de Hamelin, estoy convencida, es una metáfora sexual, no se trataba de ratas, sino sobre ordas de mujeres  insatisfechas o como fueran que sucumben a los encantos melodiosos emanados de la flauta.
En fin.
Los hombres son visuales y las mujeres somos auditivas, es un  hecho biológicamente demostrable. (Alguna vez leí, en algún lado, ese dato.)
Como sea, el punto es otro. Retomo. 
La pregunta es, sigue siendo:-" ¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios?"-.
Se ama al otro por como es, por sí sólo? Por como es conmigo? o por como me hace sentir que soy?
Creo que Gabriel García Márquez dijo algo así como eso: "Te quiero no  por ser quien eres, sino por quien soy cuando estoy contigo".
No sé, la verdad no lo sé.
La frase de García Márquez me parece algo egocéntrica, aunque muy honesta, lo que le otorga cierta clase de validez indiscutible, porque sí, puede ser cierto, al menos para quienes así lo sientan. 
Quiero creer que el amor, es todo lo contrario, saca del centro al "YO" y enfoca toda la atención en el "OTRO", y es el otro quien pasa a importar incluso más que la propia vida, en quien se piensa siempre antes de tomar cualquier decisión, es en el bienestar del otro el que prevalece antes que el propio.  Supongo que es así como se siente el amor de verdad. Al menos es así como lo imagino debe ser.
Cómo es el amor en la vida real?
Me pregunto si mi modo de ver el amor, es aún muy idealista, mucha poesía romántica, mucho cuento de hadas, mucha película?
Pero hay algo que siento y que me hace confiar en que todo lo que siento es lo correcto y que no me voy a arrepentir de sentirlo, por el contrario, más me podría mortificar no haberlo sentido alguna vez.
Al fina.
Qué se puede concluir?
-"¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios?"-.  

lunes, 1 de noviembre de 2010

Catarsis

He sido hija única toda mi vida, desde que puedo recordar.
He sido sobre protegida desde que tengo memoria.
Y toda la vida me he sentido sola.
Hasta que comprendí que todos más que estar solos, todos somos solos. Nacemos siendo solos y morimos siendo solos. Si nos sucede cualquier cosa que nos cause dolor físico o moral, a quién más le puede doler?
No sé si se trate de alguna clase de karma existencial pero siempre he tenido la misma sensación como la de arrastrar una especie de soledad existencial que me cubre como una especie de nube negra por sobre mi cabeza.
Últimamente he estado revisando viejas fotografías en los álbumes familiares y he notado una constante en todas mis fotos de niña, siempre tengo en el fondo una mirada triste.   Sin embargo, en el recuento final, no diría que pasé una infancia triste, pero pudo ser mejor, supongo, más feliz, más completa.
Tenía un carácter sociable, dócil, era como cariñosa pero por esas cosas de la vida tuve que aprender a  proteger un poco mis sentimientos, naturalmente a flor de piel. Con los años y la vida, tuve que refugiarme tras una coraza de hierro fundido, parapetar mi corazón tras un escudo impenetrable para no ser herida todas las veces que me he sentido despreciada en la vida, de distintas maneras.
Aprendí a sobreponerme a la mala intención de las personas, a los comentarios hirientes, a la estupidez humana, a las injusticias, al trato brusco, a la indiferencia, a las mañas, a la poca paciencia, a mil cosas que ahora siento no merecí nunca porque mi esencia era noble, tierna, blandita y suave, pero todo me convirtió en un ser ajeno, solitario, arisco, desarraigado, desapegado, indiferente, frío, distante.
Con los años, en mi periodo de silenciosa reflexión he tratado de volver a mi esencia, pero es imposible, ya no puedo volver a tras, sólo puedo hacerme consiente de cómo quiero ser idealmente, pero tampoco puedo ser como era naturalmente desde niña, ya tengo criterio y precisamente el  buen uso de ese criterio tampoco me dejaría ser tan así de cándida, si me dejara ser así, no sobreviviría ni de aquí  a la esquina.
Tengo edad para saber como quiero ser, y así tal cual soy, estoy en mi centro, pero siempre hay en mí una especie de pena autocompasiva que me hace llorar cada vez que pienso que no merecía ser tratada así.
Por qué no pude haber tenido un papá más cariñoso, más demostrativo afectivamente, por qué no pude tener un círculo social y familiar más cercano, por qué no pude asistir al baile de graduación cuando lo merecía tanto como cualquiera de mis compañeras; pasé mis ramos sino con notas sobresalientes, tampoco fueron tan malas; saqué el año cuando correspondía, limpiamente sin tachas, inmuaculada.
Nunca fui loca, ni irresponsable, siempre fui una buena niña, y sin embargo siento que haber sido así no fue suficiente.
Como que si hubiese sido mi obligación haber sido así, siempre. Mi diploma de cuarto medio nunca fue enmarcado.
Tal vez por eso no me importó terminar la Universidad, de algún modo intuí que no tenía importancia, porque no era Medicina ni Arquitectura.
Desde que nací, he sido una clase permanente de decepción por no haber nacido hombre. Como si esa hubiese sido mi culpa.
Nunca he sido de muchos amigos.
De algún modo siento que esa ha sido una ventaja para sentirme todo lo libre que me siento.
No tengo ataduras sociales con nadie, ni con la familia me siento tan comprometida.
Mañana mismo podría hacer mi maleta y mandarme a cambiar lejos y no me importaría tanto dejar atrás lo que por ahora me rodea.
Echaría de menos?
Tal vez los primeros días.
Siento que nada de lo que  está cerca es mío realmente, no me siento apegada a algo en especial.
Los comentarios de la familia, me valen lo mismo que un diente de ajo. No vivo por la familia.
Qué familia?  Desde que han ido muerto los tíos abuelos, los vínculos se han ido desmenbrando.
Hay un lote de primos en el anonimato con los que me puedo cruzar por la calle sin saber que somos parientes.
Es una lástima que así sea.
Ya nadie le importa a nadie.
Es triste, yo tenía otro concepto de familia.
Por eso, no me importará dejar a tras lo que ya ha perdido el significado para mí.
En lo que dependa de mí, quiero escribir mi propia historia y escribirla a mi manera, sin repetir los errores que he detestado toda mi vida.
Comenzar sin borrones a escribirla tal como la he soñado.
De vez en cuando es bueno hacer catarsis. Expulsar a todos los demonios, llorar hasta reventar toda la pena autocompasiva, y perdonar, perdonarse.
Mañana será otro día.

Full oil love drive.

El mañana que nunca llega se ha de demorar lo que tenga que demorar.
El Mundo lo creó Dios en séis días y en el séptimo descansó, eso dicen. Cómo habría de pretender yo que el resto de mi vida se construyera de un día para otro, si espero que todo sea perfecto, con cada cosa en su lugar. Supongo que tendré que respirar profundo y cultivar la calma y la paciencia.
Es un poco como ir por el medio de un túnel, llevar algo menos de la mitad ya del recorrido hecho y ya se logra vislumbrar un pequeño punto de luz que poco a poco se va agrandando a medida que los paso avanzan acercándose hacia la salida.
La promesa de un Paraíso al final de ese túnel, me hace desear tener alas en los tobillos.  Cómo acortar los tiempos!!!!!
Supongo que todo obedece a un orden superior, inalterable, contra el que es imposible revelarse.
Paciencia, paciencia, me repito. He tenido demasiada paciencia toda mi vida.
Cierto, si no hubiese sido así, no estaría sintiéndome tan complementada, tan con el estanque lleno, el estanque de mis sentimientos, mi corazón lo siento que está  full.  Existirá el full oil love drive?
Gracias, santa Paciencia, por favor concedido.