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martes, 25 de octubre de 2011

Reflexión.

Cuesta mucho aunar la vida con lo que podría pasar y con lo que siento está pendiente, con lo que me falta por vivir, aún y con lo que imagino, con lo que quiero para mí.
Porque todos, lo queramos o no, estamos programados para ser un poco egoístas en ese sentido, para pensar para delante, en nuestra propia vida, más que para considerar lo que podría pasar en el futuro. Tal vez por eso no pensamos en la muerte, al menos no todos los días la consideramos. Sabemos que está ahí, que nos espera en cualquier momento, a la vuelta del recodo, pero no estamos pensando todo el día en que este minuto podría ser el último. Y por alguna razón así debe ser. No podríamos hacer nada.
Todo lo que en la vida ha sido hecho es por la idea que alguien tuvo y que germinó a través de un proyecto, lo que implica  avance, marcha hacia delante, hacia un futuro donde la muerte es sólo un hito, no una meta.
Pues la obra perdura, trasciende y se vuelve inmortal, inolvidable mientras permanezca, y por lo tanto quien la parió sigue vivo, de alguna manera también.
Después de todo lo único que quedará es lo que hemos hecho, nada importará lo que tengamos, sólo lo que hemos sido y lo que hemos hecho.
La vida, la muerte, tal vez sean sólo dos caras de la misma moneda, pero para vivir sanamente tal vez no deberíamos perder tan de vista que la muerte está al acecho de cada esquina que nos atrevemos a doblar por las calles de la vida.
Tal vez no deberíamos hacer nuestras vidas tan disociadas del factor de lo imprevisto, para estar más preparados para cuando el gran momento llegue.
A veces la vida parece demasiado larga para ser tan corta y otras veces demasiado corta para ser larga.
Creo que no hay que apegarse a nada en esta vida, vivir con las menores ataduras posibles.
Tratar de vivir libre y liberados para cuando llegue el momento sólo desprenderse e irse, sin quedarse.



miércoles, 19 de octubre de 2011

Duda.

Por qué tener dudas puede ser ofensivo si es lo más normal tenerlas. 
Creo que es sano tener dudas  porque  a través de las dudas se desarrolla el pensamiento, la Lógica, que ayuda a cuestionar las afirmaciones o negaciones y en el proceso a clarificar qué es sí  y qué es no, qué es de verdad y qué puede ser mentira.
No se trata de ser desconfiada sólo por desconfiar. No.
Más bien, diría yo que se trata de ejercitar el sentido común, afinar el instinto para detectar fallas en los argumentos que se contradicen y refutan así mismos porque no hay congruencia entre la que se dice con lo que se hace, o lo que ha sucedido.
Tengo mis razones, tengo mis dudas. Y estoy en mi derecho a tener todas las dudas que quiera tener porque pienso, tengo cerebro y este funciona, para bien o para mal, pero funciona y de vez en cuando, no tan seguido como preferiría,  me alerta que hay ciertas cosas que no encajan en la estructura de la Vida que llamamos VERDAD. 
Qué la duda, mata?
No. La duda espanta,  la duda salva, la duda habría salvado al gato que la curiosidad mató.

martes, 18 de octubre de 2011

El elixir.

A veces me pregunto por qué la Vida es así. Le da pan fresco a quien ya no quiere más pan o pan duro a quien no tiene dientes.
Sé que es muy tonto de mi parte quejarme porque no tengo de qué quejarme. De quejarme sólo podría hacerlo de llena. 
Pero en estricto rigor, si soy completamente honesta conmigo misma, no me siento del todo contenta ni satisfecha, hay algo que no me tiene tranquila ni me deja sentirme completamente dueña de mí para disfrutar a concho lo que la vida me ha ofrecido como un modo de recomponer el vaso roto, de buscar hacer las paces conmigo, y resarcir o enmendar en rumbo que había extendido ante mi horizonte. 
Por qué el corazón tiene que ser tan estúpido, por qué le dejaría el timón de mi vida a un estúpido?
Una vez creí que sí podría someter mi corazón a la voluntad de mi mente. Lo logré, pero nunca calculé que luego mi corazón tomaría el control de mi mente, al punto de anular casi por completo mi voluntad.
Aún no he salido del todo de ese estado medio somnoliento en que me dejó ese proceso en que mi corazón gobernaba mi mente y mi voluntad.
He recuperado un poco de control, pero digamos que estaba en un periodo de transición, estaba en ese periodo como de revuelta revolucionaria que busca derrotar la dictadura para ceder paso a un gobierno democrático. Estaba dando la pelea solita, y así estaba bien, sentía que era mejor así, para sentirme dueña absoluta de todos los créditos para no tener que deberle la gloria de  haber vencido a nadie. Después de todo era mi propia batalla.
Pero la vida quiso hacerse la simpática conmigo por alguna razón y me envió un refuerzo, un apoyo logístico y moral, que me ayudara  a sobreponerme y recuperar fuerzas más rápido y pasar más pronto al nuevo estado de libertad.
Pero yo quería ser libre al menos por un tiempo más, libre e independiente. Quería reafirmarme sola.
Qué tontería.
Por qué si yo no estaba lista, aún.
Me siento como un agónico que está completamente lúcido, se da cuenta de todo lo que pasa a su alrededor, del sufrimiento que su estado causa a sus cercanos y se siente impotente porque quisiera mejorarse pero no puede. No puede porque la cura no está en sus manos. Sin embargo a su lado hay alguien que le ofrece un elixir que le quita el dolor, que le hace sentir mucho mejor, pero no lo recupera, no le devuelve la salud. La enfermedad está ahí, sólo que ya es más llevadera.
Y por no poder mejorar, también teme perder el efecto del elixir, o más bien a quien le da las cucharaditas cada 8 horas puntualmente todos los días con afecto y devoción.
No puedo ser tan egoísta y retener a mi lado a quien me da el elixir sólo porque me hace sentir bien, sabiendo que su pócima no es la cura definitiva a mi mal. 
Tal vez por efecto acumulativo, de tanto tomar regularmente aquella libación de pronto llegue un día, y mi mal se habrá ido del todo, no lo sé. Supongo que sólo el Tiempo tiene la respuesta.
Ay, Dios! Y si te equivocaste?
Y si me estoy equivocando?

miércoles, 5 de octubre de 2011

La vida de colores.

Cuánto hay de verdad en los dichos populares, frases que nadie podría datar con exactitud su origen porque pertenecen al inventario colectivo inmemorial, que a menudo condensan toda una filosofía o encierran toda la infinita sabiduría de los antepasados que muchas veces sólo observaron algo de la vida natural, le dieron un par de vueltas y dejaron salir frases llenas de sentido, como:
NO HAY MAL QUE DURE CIEN AÑOS; NI TONTO QUE LO RESISTA.
Y es cierto, todo lo que una vez comienza, tarde o temprano tiene que acabar, tanto lo bueno como la malo.
DESPUÉS DE LA TORMENTA VIENE LA CALMA.
Y es verdad, luego de pasar por tanta agitación, debe venir un periodo en que por fin las nubes, la lluvia, los truenos y relámpagos tienen que marcharse en retirada para dejar que nuevamente salga el sol, y saldrá el doble de reluciente, todo se verá nítido y esplendoroso, el aire se sentirá limpio y el mar recuperará su calma.
Es así, la vida se comporta exactamente igual. De la desdicha a la felicidad, de la felicidad a la desdicha, pero lo que importa es la felicidad así como la marea quieta bajo un despejado cielo asoleado.
DIOS APRIETA PERO NO AHORCA.
A veces se siente que no hay más aire que valga la pena seguir respirando, que todo pierde el sentido, y que ya no hay esperanzas porque  se perdió la confianza, la fe, olvidándose por completo que después de todo sí hay un Dios y que sí escucha, se demora su poco, nada es inmediato con Él porque la lista de espera es larga, pero finalmente oye y cumple y compensa todo el sufrimiento con largueza.
La vida me sonríe, por qué no habría yo de devolverle la sonrisa?
La vida sigue y se vuelve a teñir de colores.