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miércoles, 28 de marzo de 2012

sábado, 24 de marzo de 2012

Las decisiones.

Hay veces que se deben tomar decisiones, no de vida ni de muerte, pero sí importantes en su contexto y momento. 
Yo no sé si será una cuestión de género, de ser hombre o mujer, lo que haga a las personas más decididas a unas que otras o tiene, creo yo, que ver más con una cuestión de criterio, de cierta rapidez mental para evaluar una situación y revisar qué se sabe al respecto, como si en ese instante toda la información que se maneja fueran pelotas en el aire y el que debe decidir, el malabarista. Todas aquellas pelotas cuentan, son fundamentales y trascendentales que cada una tenga su lugar definido en el tiempo justo para que calce a la perfección todo en su lugar, una que falle y todo el cuadro se viene a bajo.
Como mujer, tal vez, por el mismo miedo a equivocarse o a defraudar a los demás, perder su confianza y el respeto o quizás  la admiración, en algunos casos, la carga emocional al tomar una decisión es aún mayor que la decisión por sí misma.
Son esas cargas adicionales que vuelven mayores las responsabilidades de las que nos atrevemos a hacernos cargo. Si titubeamos, o sondeamos el parecer de los demás antes de decidir, no es por ser débiles o incapaces de decidir por sí misma, más bien, buscamos dejar contentos a todos, o si eso es imposible, al menos a la mayoría.
Siento que hay una fuerte presión, invisible en el ambiente, cada vez que tomo una decisión que involucre a un grupo, y esa presión fantasma, que no sé si está ahí porque yo creo que está o sólo está en mi cabeza, no lo sé, y es esa presión la que me inseguriza. Es decir, son mis tontos miedos a equivocarme los que me insegurizan ante la decisión que depende de mí. 
Porque en la cultura que me crié, equivocarse está mal, se debe evitar a toda costa. No se me ha permitido tomar decisiones erróneas, ni equivocarme, porque para eso tengo cabeza y he sido educada en el pensamiento racional de pensar antes de actuar para evitar hacer estupideces que luego me cuesten la vida o parte de mi vida, porque siempre me metieron en la cabeza el auto-cuidado.
Sólo me han dejado ser, y de algún modo han comprendido que si hago algo es porque sé lo que estoy haciendo. Y a veces sólo tengo la cara de saber lo que estoy haciendo, pero en el fondo no tengo ni la más remota idea de qué es lo que estoy haciendo. Pero lo curioso es que cuando no sé qué estoy haciendo, no lo estoy pensando, sólo lo hago porque siento que es eso lo que debo hacer. No es que obedezca una voz interior y que me diga lo que debo hacer y yo simplemente ejecuto el acto como si obedeciera ciegamente a esa voz. NO. Sólo me dejo llevar por algo, no sé cómo definirlo, ni siquiera sé si es una voz, es algo que me nace de adentro y que simplemente digo o hago conforme a eso que me nace y que por lo general no se equivoca. Es como un acto intuitivo, no sé si es infalible, pero las veces que he obrado en consecuencia a esta fuerza de acción interior, los resultados han sido mucho mejores a cuando pienso y repienso en lo que debo hacer.
Mi ser intuitivo acierta mejor y más veces que mi ser racional. 
Quizás si educáramos más al ser intuitivo, ese ser que nos habita y nos hace ser los supervivientes que somos, si lo conociéramos más, si lo pudiésemos entrenar para que nos guiara mejor por la vida, seríamos mejores personas, más contentas y armónicas , más conscientes de nosotras mismas y a la vez más conscientes de los demás.
Al menos, tal vez  tomaríamos decisiones sin tanto temor a equivocarnos.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Entendiendo la VIDA.

Recuerdo cuando tenía unos 15, 16 años, y andaba en la búsqueda de respuestas. Buscaba donde fuese, en libros, en una película, dentro de una parroquia a deshora y en silencio, en una caminata solitaria, en la letra de una canción, de un poema, entre las nervaduras de una hoja seca en mi cuaderno de dibujo, donde fuese.
Siempre busqué más el silencio que la bulla de la multitud. Nunca me complicó estar sola conmigo misma, desde niña, muy chica. Quizás haber sido hija única me predispuso al silencio y a la soledad.
Ahora, en retrospectiva, a veces me encuentro ante las mismas preguntas, sólo para algunas he hallado respuestas, para otras aún tengo los signos abiertos.
Y otras respuestas que encontré ya no me sirven, no me alcanzan, y debo volver a fojas cero.
Soy un alma errante, una eterna peregrina, no siento que aún haya llegado al lugar a donde debo estar, cuando llegue, lo sabré. Temo que sea mi propio cementerio de elefantes. Pero en fin, esto algún día tiene que acabar y qué mejor si puedo cerrar el círculo de mi propia existencia en esta vida.
Hay cosas que he entendido en estos últimos días sobre esas cosas fundamentales de la vida, ciertas reglas no escritas que son per se, independientes de la cultura o del resto de seres humanos, y que pertenecen exclusivamente a la VIDA, a esa que se muestra viva en todo su esplendor, agresividad y magnificencia en medio de una tormenta, en las caídas de aguas, al fondo de los mares, entre las nubes, más allá en el espacio exterior, en la maravilla de un nacimiento como en la de una muerte. Es esa Vida la que tiene sus propios parámetros y reglas. Descubrirlos, sistematizarlos y seguirlos es donde está todo el gran secreto para aprender a vivir de un modo sano y armónico.
Muchas de esas normas las vamos descubriendo a porrazos y hasta que no las entendamos y aprobemos los exámenes, no dejaremos de darnos esos porrazos.
Hay muchos apuntes de esas grande verdades fundamentales por ahí, desperdigados en trocitos entre filosofías y religiones, entre lo que dice la sabiduría oriental, la de Medio Oriente, la cultura cristiana occidental, desde la mística a la ciencia, todos tienen un pedacito de todo el gran puzzle que es la VIDA.
Pero todo es tan basto, que tratar de entenderlo en una vida no tendríamos el tiempo necesario ni la capacidad mental quizás. 
La VIDA es una gran escuela, y nosotros, los humanos somos alumnos que estamos en distintos grados, a medida que vamos pasando por diversas pruebas y las vamos aprobando, subimos de nivel, y así hasta que se nos acaba este tiempo y pasamos al otro plano, que sería como entrar a la Universidad. Pero en ese otro plano hay algunos que ya son maestros de maestros y el rector de todos esos, sería Dios.
En fin, una de las cuestiones que entendí de estas reglas de vida, es que el conocimiento de estas reglas a veces ya está en nosotros, sólo que no lo sabemos, no nos hemos dado cuenta, de tan condicionamos que estamos a ciertas reglas de conducta que nos permiten ser seres adaptado socialmente, algunas de estas directrices se nos han quedado, aunque lo ignoramos, porque no lo pensamos, no reflexionamos, la mayoría de las veces, sólo actuamos por inercia, pero esta inercia a veces no está mal dirigida. Es cierto, como nos han condicionado a ser individuos no problemáticos, entonces algunos de las normas de Vida ya las tenemos incorporadas, pero no las tenemos identificadas conscientemente como las normas que nos pueden liberar hacia la felicidad permanente.
Si tan sólo nos permitiéramos vernos a nosotros mismos por dentro, darnos vuelta de revés a derecho, y sacar todo lo que tenemos adentro y lo pudiésemos poner sobre una mesa para diseccionarlo, analizarlo, e ir separando el oro del barro sería más simple ver los errores, ver qué guardamos, que arreglamos, qué desechamos.
Una de estas leyes de VIDA dice que si no puedes aceptar una situación, cámbiala o negóciala, si no la puedes cambiar ni negociar , entonces deséchala o  retírate, pero no te quedes ni trates de reciclarla, porque nunca lograrás ser feliz, no sanamente feliz al menos.
La vida es un constante movimiento que busca el equilibrio entre orden y caos, y el estado general y natural tiende al BIEN, siempre. 
Por lo tanto nuestro estado natural es el equilibrio y es ese equilibrio quien nos hace sentir bien y felices.
Cuando nuestro cuerpo, nuestra alma y mente están bien, nuestro organismo está equilibrado y estamos sanos y nos sentimos bien, pero muchas veces no nos damos cuenta porque lo consideramos normal, pero está en que perdamos ese equilibrio para que nos duela algo o nos sintamos enfermos, sólo entonces notamos la diferencia y caemos en la cuenta que estar sanos es excepcional, que es más fácil entrar en un estado de descompensación o desequilibrio y tender a quedarnos ahí revolcándonos en esos estados
antinaturales que llamamos enfermadad. Da igual si es de la mente, del cuerpo o del alma. En un estado de cierta autocomplacencia masoquista, completamente autodestructiva, la mayoría de las veces sólo para llamar la atención, porque toda la raíz está en sentirse solo, como si estar solo fuese algo malo o feo, penado por la ley.  
Porque la soledad da pánico y terror como si fuese un monstruo. La Soledad no es tan mala a veces, por el contrario, a veces es muy sanadora. El silencio y la soledad permiten que nos encontremos a nosotros mismos y  probemos de qué estamos hechos.
Se debe aprender a convivir consigo mism@ antes de querer convivir con los demás. 
Sólo cuando perdemos  lo que se teníamos, lo valoramos. 
Es por eso, porque vivimos inconscientemente, damos las cosas por hecho, somos tan soberbios y no nos damos cuenta que no somos el eje del Universo, que no por ser nosotros nos merecemos todo lo mejor  y sólo lo bueno, el fruto más dulce, el mejor trabajo, la pareja más excepcionalmente mejor de todas, no.
Qué ciegos somos, que pequeños. Si somos apenas hormigas con complejo de termitas.
Si al morir sólo quedará lo que hayamos hecho por los demás, nada más.
Hasta que no lo entendamos, no vamos a dejar de sufrir nuestra mezquina y miserable pequeñez ante la verdadera VIDA.

sábado, 17 de marzo de 2012

Los ojos de mi abuela.

Las letras siempre me salvan. Son mi cable a tierra a la vez que la cuerda por donde escapo por la ventana y me subo al aeroestático que me lleva de viaje a recorrer el orbe a 365, días, para que andar apretada de tiempo y apurada si lo que me gusta a mí es bajarme, y recorrer a pie, impregnándome de la historia, cultura, aromas y sabores, aunque por el momento prefiera pasar de la gente.
Vivir la vida en vitro como he sentido vivir siempre, tiene su lado ventajoso, puedo mantener la asepsis  en mi  mente, en mi cuerpo y en mi alma.
Hay mucho que intuyo que no es para mí, sobre lo que ya ni siquiera pienso.
He renunciado a la vivir la vida como la mayoría la vive. 
Simplemente no me interesa seguir a la manada como corderos al matadero. A ojos de mi abuela soy un desperdicio, tantos años de estudios botados al tacho porque no soy productiva como lo fue ella por más de 40 años. Me veo en sus ojos, y me siento una inútil, una fracasada, una cobarde, una buena para nada.
Lo más simple, es evitar verme en sus ojos.
Me miro ante el espejo, y descubro que ya la juventud se me está pasando sin aún un logro victorioso.
Pero victorioso, en nombre de qué? A ojos de quién? de mis padres, de mi abuela, de mis primos, de quién?
Y de mí misma?
Qué me haría sentir orgullosa de mí misma?
Vencer mis propios temores e inseguridades, tal vez.
Romper mis propias barreras mentales y lograr hacer lo que siempre he querido hacer de verdad?
Aunque en el intento, llegara a penas al final y ya sin tiempo para disfrutar de la victoria?
Como dice aquella manida frase: "no importa ganar, sino competir", jejejejeje.
A menudo pienso si he sido cobarde toda mi vida, o sólo aprendí a ser realista?
A no tomar riesgos innecesarios, a no dar la vida  por cualquier tontería. A ser egoísta conmigo misma, a no darme a los demás porque de niña me metieron en a cabeza que debía cuidar lo que tengo.
Y qué tengo? Ya no es la goma, el lápiz, la regla o el cuaderno.
No tengo nada más que no sea yo misma. Entonces no me doy, no me entrego, porque no me quiero perder, sin embargo la vida sí me la estoy perdiendo, pero la vida nunca he sentido que sea mía, que me pertenezca, de mi propiedad.
Alguien alguna vez, debió regalarme mi vida, habría sido el mejor regalo de cumpleaños de todos. Tener una vida, por fin, una a mi nombre que fuese justo del color que yo quería. 
Entonces, como nadie me ha regalado mi vida alguna vez, supongo que tendré que buscarme mi propio modelo yo solita, o mandarla a hacer si no la encuentro en alguna vitrina por ahí.
No quiero una vida de segunda mano, ni que fuese una reliquia de casa de antigüedades. Quiero una vida a mi entero gusto y antojo, donde a cada quién que quiera invitar a pasarse una temporada se sienta tan a gusto que no se quiera ir.
Sería una vida clarita, muy iluminada, alegre, con mucho verde por los alrededores, donde se respire buen aire y se pueda estar apaciblemente en calma.
Ya soñé esa vida una vez y fue mi vida por un tiempo, fue el sueño más presente y vívido que jamás tuve.
Pero siempre hubo una nube negra orbitando no tan lejos como para ignorarle, siempre temí que no durara lo necesario para hacerse realidad algún día. Porque siempre de pequeña me enseñaron a desconfiar de lo perfecto, porque todo siempre se echa a perder cuando falta lo menos para el final.
Son mis miedos heredados, esa maldita carga existencialista que a veces veo en mis propios ojos, y que tanto me molesta ver en los ojos de mi abuela.

viernes, 9 de marzo de 2012

Las luces del puerto.

Siempre creí que la pureza de los sentimientos eran una virtud que se debía cultivar y jamás tranzar.
Lo sigo sosteniendo aún cuando me cueste la vida en soledad.
No odiar, no engañar, no mentir. Cumplir con las promesas, honrar la palabra empañada, ser fiel a los principios y  proceder con honradez siempre.
Hay cosas que no se deben hacer y punto, no importa si se quiere o si se puede, pero no se debe porque siempre hay un BIEN mayor que proteger.
Y esto debe ser así para no perder el sentido de la realidad y de la lógica cuando los límites se vuelvan difusos, cuando los ritmos de la vida queden retrasados ante los apremios de las necesidades, para cuando se haga la oscuridad sobre el sentido común y se pierda el camino de vista.
Siempre creí que si seguía las reglas y no me salía del carril, sería feliz.
Yo iba por el carril, hasta que de pronto el resto de la línea que creí ver continuar hacia el horizontes y que debería seguir, de pronto ya no estuvo frente a mi vista. Todos mis deseos de cumpleaños soplados a lo largo de mi vida, habían tomado su propio rumbo. Mi vida entera se fue por el caño. Dejé de creer que si seguía por el carril sería feliz. Decidí detenerme  a un costado, esperando no sé qué, sentada en el andén.
La vida pasa finalmente la factura con los ciclos inconclusos que dejamos, tarde o temprano, indefectiblemente.
A veces los sueños no bastan, ni la realidad se puede construir desde la nada.
Sólo queda el ahora, este instante, lo que puedo oler, saborear, tocar, ver y oír, si dejo de lado este ahora, por soñar, imaginar un futuro que nadie sabe, lo pierdo todo, me quedo aún más sola, sin siquiera recuerdos.  
Ni el mejor sueño podrá reemplazar alguna vez un abrazo, una caricia, un beso.
A menudo olvido lo afortunada que soy, tengo todo lo que necesito y aún así no me siento feliz.
Muchas veces he pensado que si por fin tuviese lo que tanto anhelo creyendo que es lo único que me falta para completar mi felicidad, sería entonces feliz, realmente feliz?
Y creo que es ahí donde precisamente estriba  la grieta a esta hipótesis.
No son las cosas que tenemos, ni las personas que podamos tener alrededor que y quienes  nos hagan ser  o estar felices. La felicidad, tal como la belleza es una cuestión de actitud.
Hay que sentirse ser feliz, y lo demás vendrá por añadidura, irradias felicidad, haces sentir a los demás felices y estarás feliz sintiéndote ser feliz.
Sin importar lo que suceda, sin que los problemas, la pena, la ingratitud, la soledad, la indiferencia, la envidia, la rabia, nos afecten. 
Pese a toda la oscuridad que nos circunda, no dejemos de destellar nuestra luz interior para iluminar el entorno y encender otras luces a nuestro alrededor, propagando así la claridad y hacer visible la costa para los que aún navegan en tinieblas, siendo como se vería un puerto iluminado de noche.
Para salir de mi dolor, he tratado de ver desde otra perspectiva la situación.
Ahora ya he aceptado toda mi historia como una experiencia, un aprendizaje, una lección de vida. Dura, muy dolorosa, pero necesaria, experiencia por la que tenía que pasar, seguro, como una preparación para lo que pueda estar por venir. Una especie de ensayo por error, para estar preparada para reconocer lo que es de lo que no es, de lo que acepto y de lo que no, de lo que quiero y de lo que no quiero en mi vida.
Tengo las cosas más claras que antes, ahora sé exactamente qué es lo que aceptaré de la vida y qué rechazaré.
Ya no tengo miedo a decir que no, por temor a herir o a ofender. Puedo ser muy diplomática pero eso no quita que mi posición sea firme e inamovible.
Hay cosas que he aprendido últimamente, que vienen de otros ámbitos, pero que son perfectamente aplicables a la vida real y que me han ayudado a reafirmar mi carácter un poco más, a definir y modelar mejor mi manera de ser.
Las cosas claras, conservan la amistad.
Más que ser tan digna y responsable, lo que vale es la firmeza de las convicciones.

lunes, 5 de marzo de 2012

Carta para Amor.

No sé si existes de verdad,  si eres simplemente una ilusión, bastante compleja como para ser real, o si eres sólo un cuento para niñas. No lo sé.
Existes de verdad, verdad. O no?
¿Qué te pasa?
¿Qué te hace pensar que puedes hacer lo que quieras con las ilusiones y los sentimientos de los seres humanos? 
¿Quién eres, de dónde has salido?
¿Vienes de Dios o del infierno?
No noto la diferencia.
Sabes, Amor, nunca antes me sentí tan bien cuando pasaste por mi vida, pero qué hice yo, para  que te fueras, por qué no te quedaste conmigo, acompañándome, si la vida se veía tan linda contigo hasta el final?
Ya no sé si vales la pena, si podré volver a confiar en ti alguna otra vez, por si te dignas a volver algún día a mi vida.
No sé si podré y querré asomarme y abrir, si te atreves a tocar otra vez a mi puerta.
Amor, eres un mal criado, un inconsciente, no sabes lo que provocas con tus idas y venidas a voluntad, no tienes idea de los estragos que dejas a tu paso, con tus arrebatos temperamentales. Y si lo sabes, entonces eres perverso, sádico, un maldito bastardo.
Antes de ti, yo era normal, no sabía mucho de sufrimientos, ni dolores del alma, angustias, de soledad inconforme, de penas de ausencias, o nostalgias. Tenía una vida sencilla, simple, bastante normal. Era feliz en mi ignorancia. Tenía sentimientos normales como cualquiera que tiene familia, mamá, papá y un perro.
Pero tenías que llegar  tú a mi vida y descomponerlo todo.
Me hiciste desear  una vida que ya sabía estaba fuera de mis posibilidades, me hiciste creer que todo era posible, que nada más había que ser perseverante, que había que confiar y tener paciencia, que ya llegaría un día en que todo lo que soñé por ti y contigo, se haría realidad.
Pero fallaste, te fuiste, cambiaste el rumbo y no me avisaste, ni siquiera me lanzaste un salvavidas. Algo de qué aferrarme para mantenerme a flote.
Que cobarde has sido.
Para qué me conquistaste si luego no pensabas quedarte conmigo.
Amor, eres vida y muerte, eres un cuchillo.
No sé de dónde has salido, te escapaste del cielo o de entre las manos del diablo.
Cómo puede ser que todo pueda ser bello mientras estás y sólo un desierto infernal cuando ya no estás?
Por qué te vas cuando todo está bien, fluyendo con relajo y normalidad?
Qué te pasa?
Qué sufres de síndrome de déficit atencional, la felicidad te aburre, lo normal te cansa, cuando todo va bien necesitas un cambio, echarlo todo a perder por sentir sólo la adrenalina de un disgusto sólo porque sí, para darle más vida a lo monótono de la vida feliz?
Es eso, tan torcido eres, que te gusta hacerme sentir mal, que me enrabie, que arda de furia y rompa en llanto a más no poder porque me sacas de mi centro y quisiera estrangularte con mis propias manos por ser un imbécil que me hace llorar de pena, rabia y dolor, porque lo echas a perder todo con tus idioteces.
Que enfermo estás, Amor, si es así como te gusta jugar.
Llegará un día en que ya no crea en ti, y te quedarás solo.
No sé quién pierda más, creo que esto no se trata de ganar o perder, se trataba de ser feliz.
Estás fuera de lugar si sigues actuando así.
Amor, eres un crío mal enseñado, con un par se zurras en el trasero te habrían sentado bien para enderezarte la puntería, y que no erraras, la próxima vez en encontrar a quién sí deba ser mi otra mitad perdida.
Amor, eres un cretino.

domingo, 4 de marzo de 2012

Árboles.

El otro día caminando por la calle, noté que un árbol, una acacia, a la orilla de la vereda ya no estaba. Alguien le había talado desde casi su base y pensé por qué lo cortaron tan de abajo cuando al menos podrían haber dejado un tronquito más alto como para sentarse a tomar la fresca por la tarde, jjejeje.
Y ahora que lo recuerdo, lo relaciono con otras cosas en la vida y pienso. 
Cuántas veces he talado mis propios árboles, cuántas veces han vuelto a crecer.
De un tronco cortado nacen retoños que con el tiempo cobran fuerza y se transforman en nuevos árboles, llenos de vida otra vez.
De frondoso y hermoso follaje, aportando oxigeno a la vida, dando amparo a  los nidos de pájaros, regalando sombra ante el sol inclemente a los transeúntes. 
Lo mismo siento que me pasa.
Acabo de talar un árbol en mi vida, ya no era lo que fue desde un principio. Ya le había entrado una plaga al tronco que le estaba carcomiendo la madera por dentro. Sus ramaje ya no lucía todo lo brillante y turgente que al inicio. Había algo mustio y triste en su aspecto. Se estaba secando de a poco, y ni toda el agua ni abonos del mundo le volverían a revivir la fuerza y energía con que se irguió desde que fue plantado. 
Era un árbol que prometía mucho, que de haber sido bien cuidado habría tenido un aspecto maravilloso.
Pero algo sucedió en el intermedio. Algo que hizo que todo cambiase para siempre.
El pobre árbol ya no tenía remedio, no había cura para su plaga y a nadie le importó realmente rescatarle, porque la fe en el futuro de lo que ese árbol podía significar, se perdió en algún sitio entre el pasado y el presente.
Cortarlo o arrancarlo de raíz? Ese es el dilema, al parecer.
De momento quedó talado desde casi su base. Que sea arrancado de raíz es sólo cuestión de tiempo.
Mientras el olvido definitivo hace su efecto.
Llegará un día en que vuelva a pasar por ahí y ni siquiera recuerde que en ese lugar, antes, hubo un árbol.
Árboles, en la vida habrán tantos como los segundos en las horas  de los días  por el resto de la vida.
Si cada sueño es un árbol. Cuántos árboles seguiremos talando? Cuántos volverán a germinar?