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miércoles, 21 de marzo de 2012

Entendiendo la VIDA.

Recuerdo cuando tenía unos 15, 16 años, y andaba en la búsqueda de respuestas. Buscaba donde fuese, en libros, en una película, dentro de una parroquia a deshora y en silencio, en una caminata solitaria, en la letra de una canción, de un poema, entre las nervaduras de una hoja seca en mi cuaderno de dibujo, donde fuese.
Siempre busqué más el silencio que la bulla de la multitud. Nunca me complicó estar sola conmigo misma, desde niña, muy chica. Quizás haber sido hija única me predispuso al silencio y a la soledad.
Ahora, en retrospectiva, a veces me encuentro ante las mismas preguntas, sólo para algunas he hallado respuestas, para otras aún tengo los signos abiertos.
Y otras respuestas que encontré ya no me sirven, no me alcanzan, y debo volver a fojas cero.
Soy un alma errante, una eterna peregrina, no siento que aún haya llegado al lugar a donde debo estar, cuando llegue, lo sabré. Temo que sea mi propio cementerio de elefantes. Pero en fin, esto algún día tiene que acabar y qué mejor si puedo cerrar el círculo de mi propia existencia en esta vida.
Hay cosas que he entendido en estos últimos días sobre esas cosas fundamentales de la vida, ciertas reglas no escritas que son per se, independientes de la cultura o del resto de seres humanos, y que pertenecen exclusivamente a la VIDA, a esa que se muestra viva en todo su esplendor, agresividad y magnificencia en medio de una tormenta, en las caídas de aguas, al fondo de los mares, entre las nubes, más allá en el espacio exterior, en la maravilla de un nacimiento como en la de una muerte. Es esa Vida la que tiene sus propios parámetros y reglas. Descubrirlos, sistematizarlos y seguirlos es donde está todo el gran secreto para aprender a vivir de un modo sano y armónico.
Muchas de esas normas las vamos descubriendo a porrazos y hasta que no las entendamos y aprobemos los exámenes, no dejaremos de darnos esos porrazos.
Hay muchos apuntes de esas grande verdades fundamentales por ahí, desperdigados en trocitos entre filosofías y religiones, entre lo que dice la sabiduría oriental, la de Medio Oriente, la cultura cristiana occidental, desde la mística a la ciencia, todos tienen un pedacito de todo el gran puzzle que es la VIDA.
Pero todo es tan basto, que tratar de entenderlo en una vida no tendríamos el tiempo necesario ni la capacidad mental quizás. 
La VIDA es una gran escuela, y nosotros, los humanos somos alumnos que estamos en distintos grados, a medida que vamos pasando por diversas pruebas y las vamos aprobando, subimos de nivel, y así hasta que se nos acaba este tiempo y pasamos al otro plano, que sería como entrar a la Universidad. Pero en ese otro plano hay algunos que ya son maestros de maestros y el rector de todos esos, sería Dios.
En fin, una de las cuestiones que entendí de estas reglas de vida, es que el conocimiento de estas reglas a veces ya está en nosotros, sólo que no lo sabemos, no nos hemos dado cuenta, de tan condicionamos que estamos a ciertas reglas de conducta que nos permiten ser seres adaptado socialmente, algunas de estas directrices se nos han quedado, aunque lo ignoramos, porque no lo pensamos, no reflexionamos, la mayoría de las veces, sólo actuamos por inercia, pero esta inercia a veces no está mal dirigida. Es cierto, como nos han condicionado a ser individuos no problemáticos, entonces algunos de las normas de Vida ya las tenemos incorporadas, pero no las tenemos identificadas conscientemente como las normas que nos pueden liberar hacia la felicidad permanente.
Si tan sólo nos permitiéramos vernos a nosotros mismos por dentro, darnos vuelta de revés a derecho, y sacar todo lo que tenemos adentro y lo pudiésemos poner sobre una mesa para diseccionarlo, analizarlo, e ir separando el oro del barro sería más simple ver los errores, ver qué guardamos, que arreglamos, qué desechamos.
Una de estas leyes de VIDA dice que si no puedes aceptar una situación, cámbiala o negóciala, si no la puedes cambiar ni negociar , entonces deséchala o  retírate, pero no te quedes ni trates de reciclarla, porque nunca lograrás ser feliz, no sanamente feliz al menos.
La vida es un constante movimiento que busca el equilibrio entre orden y caos, y el estado general y natural tiende al BIEN, siempre. 
Por lo tanto nuestro estado natural es el equilibrio y es ese equilibrio quien nos hace sentir bien y felices.
Cuando nuestro cuerpo, nuestra alma y mente están bien, nuestro organismo está equilibrado y estamos sanos y nos sentimos bien, pero muchas veces no nos damos cuenta porque lo consideramos normal, pero está en que perdamos ese equilibrio para que nos duela algo o nos sintamos enfermos, sólo entonces notamos la diferencia y caemos en la cuenta que estar sanos es excepcional, que es más fácil entrar en un estado de descompensación o desequilibrio y tender a quedarnos ahí revolcándonos en esos estados
antinaturales que llamamos enfermadad. Da igual si es de la mente, del cuerpo o del alma. En un estado de cierta autocomplacencia masoquista, completamente autodestructiva, la mayoría de las veces sólo para llamar la atención, porque toda la raíz está en sentirse solo, como si estar solo fuese algo malo o feo, penado por la ley.  
Porque la soledad da pánico y terror como si fuese un monstruo. La Soledad no es tan mala a veces, por el contrario, a veces es muy sanadora. El silencio y la soledad permiten que nos encontremos a nosotros mismos y  probemos de qué estamos hechos.
Se debe aprender a convivir consigo mism@ antes de querer convivir con los demás. 
Sólo cuando perdemos  lo que se teníamos, lo valoramos. 
Es por eso, porque vivimos inconscientemente, damos las cosas por hecho, somos tan soberbios y no nos damos cuenta que no somos el eje del Universo, que no por ser nosotros nos merecemos todo lo mejor  y sólo lo bueno, el fruto más dulce, el mejor trabajo, la pareja más excepcionalmente mejor de todas, no.
Qué ciegos somos, que pequeños. Si somos apenas hormigas con complejo de termitas.
Si al morir sólo quedará lo que hayamos hecho por los demás, nada más.
Hasta que no lo entendamos, no vamos a dejar de sufrir nuestra mezquina y miserable pequeñez ante la verdadera VIDA.

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