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miércoles, 21 de diciembre de 2011

Causa-Efecto.

Por qué a veces no basta con saber que se tiene la razón para sentir que todo está en orden y en armonía, aunque se sepa que se ha hecho lo correcto, que se ha procedido con sensatez, con dignidad, con honor, sin embargo no se siente nada bien. Por qué.?
Sé que tengo la razón, que lo que he dicho tiene sentido, es lo que debía hacer y es lo que debía decir, pero no me siento bien.
Sé que tengo que recubrirme de fuerza para mantener mi entereza, no puedo ni debo flaquear ahora. Debo sostener lo que he dicho hasta las últimas consecuencias porque debo ser coherente.
Pero quisiera salir corriendo y desdecirme de todo. No, no de todo. 
No tengo por qué desdecirme, si lo que dije es lo más cuerdo y sensato que he pensado en mucho tiempo.
Es una cuestión de principios, casi de alta moral. Renunciar a todas las posibilidades por una cuestión de respeto y amor propio, pero no en el sentido maliciente y orgulloso, del tipo caprichito de  a ver quién tira más de la cuerda sin ahorcarse. 
No. 
Esto no es un juego estratégico de amor adolescente, en que se dice  no cuando en realidad se está queriendo decir que sí. O en que se dice adiós, esperando que no se rinda tan fácil y se conforme sólo con un simple adiós. No. Pero reconozco que habría esperado una reacción al menos.
La típica de cuento de hadas. Una pataleta, una pseudo reyerta en que se anuncia la intención de escape de esos: - te aviso que me voy, no me sigues?, que me voy, eh, que es de verdad, me iré y en serio,esta vez es para siempre, después de ahora no me volverás a ver ni a saber nada más de mí en tu vida,  me voy, ya te he advertido,  a la cuenta de tres, 1, 1 1/2... 3, 3 1/2, 3 1/4, adiós? 
Y miras hacia atrás para ver si acaso te sigue o hace el más imperceptible de los movimientos que te indiquen que te quedes, pero nada. Impertérrito, ni siquiera un mohín. Nada. Silencio absoluto.
Entonces quedas ante  dos posibles alternativas:
Una, pensar que tal vez no vales la pena y lloras y lloras, reñida contra el mundo por lo injusto que te parece todo, porque tú sí entregaste el corazón sin saber que para el otro no era más que un juego. Y te echas a morir desconsolada, vas de día en día llorando en silencio tu miserable existencia sumida en la amargura de un desamor que te ha dejado el corazón destrozado en miles de jirones.
O dos, piensas que has zafado de un pelmazo que no supo valorarte, para qué querrías estar al lado de alguien que no sabe como hacerte sentir bien porque no te considera. Y si no es capaz de tomar en cuenta tus sentimientos y emociones  ahora que aún eres joven y algo atractiva, menos lo hará a lo que envejezcas. 
Quién elige ser infeliz por el resto de su vida?
Me temo que alguien en sus cabales no lo haría. 
No necesito ser demasiado lúcida para darme cuenta que de las dos alternativas la más aconsejable es tomar la segunda postura ante las circunstancias.
Si siento que he zafado, me puedo sentir libre y por lo tanto aliviada, más tranquila y en paz, con mi decisión de haber dejado atrás un montón de sentimientos encontrados entre el  amor y la necesidad de olvidar para poder seguir adelante. Sin odio, sin rencor, pero también sin vuelta atrás.
Sé, racionalmente entiendo y acepto que mis acciones tuvieron todo el peso de la lógica, que cualquiera con dos dedos de frente habría hecho lo mismo en mi lugar.
-Ley de Causa y Efecto: a toda acción le sigue una reacción.-
Sé que hice lo correcto, pero aún así por más que trato de convencerme que es lo mejor para mí, hay algo que no me deja en paz, es una sensación de impotencia de no poder hacer lo que en verdad siento que debo hacer. He sentido ganas de tomarle por los hombros y zamarrearle para que despabile y reaccione,y enérgicamente decirle en su cara  -Que te amo, cretino, que no te das cuenta, que si no fuese así me importaría un carajo lo que haces pero no, por eso me duele tanto tu indiferencia.-
Pero no lo haré. No se merece saber que aún lo quiero a pesar de todo. Por qué habría de querer a un petardo que no  ha demostrado ser digno de mi amor?
Ya se me pasará el amor que una vez sentí por él. Nada es para siempre y todo sucumbe al paso del tiempo, no?
Ahora ya desconfío hasta de mí misma. Porque quizás esa sensación  sólo viene de aquella parte de mí que le gusta nadar contra la corriente, que obedece a un cierto espíritu autodestructivo que hay en mí de buscarme siempre problemas viviendo del modo difícil, que se refocila complicándome las cosas, puede ser mi parte masoquista que no he logrado desaparecer de mí del todo, la que me impulsa a no dejarle ir. Pero también  muy bien sólo puede ser mi ego herido que quiere quedarse con la última palabra.
Ya dije lo que tenía que decir. Esa debe ser mi última palabra y también mi última acción. De cualquier otra forma sólo seré una incoherente y perderé mi posición de ventaja.
Debo persistir incólume, sólida, estoica. Es una cuestión de principios.
Por qué me queda una sensación como la de haber firmado mi sentencia a soledad perpetua?
Por qué me siento pagando por una culpa si no he hecho nada malo, mi único pecado fue creer que de verdad podría ser amada, que podría ser correspondida por fin una vez en esta vida?
No lo sé. 
Cómo sea, ya nada depende de mí. 
Los dados están echados. 
Será lo que Dios quiera que sea.

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