
En los cuentos que nos cuentan desde nuestra más tierna infancia, a los varones les enseñan tres cosas sobre el amor:
- Hay cosas más importantes en la vida que el amor romántico.
- Hay una mujer destinada a ti.
- El amor es inagotable e incondicional (como el amor de mamá).
A las mujeres nos enseñan otras tres cosas:
- No hay nada en la vida más importante que el amor romántico.
- Hay un hombre destinado a ti.
- Las mujeres nacen con un don para amar inagotable e incondicionalmente (por eso su objetivo en la vida es ser esposa y mamá).
En los cuentos que nos cuentan, a unos les lanzan un mensaje, y a las
otras nos lanzan otro. Para los hombres, el mensaje principal es que el
amor es eso que sucede al final de la aventura,
después de haber pasado por mil situaciones diferentes, después de que
el héroe ha demostrado su fuerza, su valentía, su capacidad para ganar y
someter a los enemigos que le van saliendo en el camino, y a los
monstruos internos que a veces le paralizan de miedo. Si logra
vencerlos, será digno del amor de la Princesa Que Espera, y si fracasa,
se quedará solo.
El príncipe azul sabe que vencerá porque siempre se siente querido.
Las dudas de amor son para las princesas con mucho tiempo libre que
gustan de atormentarse. Ellos prefieren sentirse queridos, útiles,
importantes y necesarios para su país o para su comunidad. Los príncipes
se saben deseados por las mujeres, respetados por sus enemigos,
admirados por sus amigos, venerado por sus súbditos, y mitificados por
una bella muchacha que sufre lo indecible (o que se aburre
infinitamente) mientras espera la llegada de su Salvador.
Otro de los mensajes que suelen lanzarnos desde las producciones
culturales es que el príncipe azul lleva consigo el amor incondicional
de su madre grabado en el corazón, por eso sólo podrá ofrecerle el trono
del reino a una mujer que le ame como su madre: de un modo total, sin
peros, sin condiciones. Así que nosotras tenemos que sustituir a su
madre y convertirnos también en madres de sus hijos e hijas, y ellos, ya
saben que las madres aguantan de todo y que por muy mal que te portes,
nunca dejarán de quererte.
El mensaje que nos lanzan a las mujeres es que si somos elegidas, tenemos que sentirnos inmensamente afortunadas,
porque somos el grandioso premio a su heroicidad, el símbolo del
triunfo masculino, el descanso del guerrero, y el botín de guerra que
les pertenece por haber salvado al mundo (de las hordas de orcos, de los
comunistas rusos, de los terroristas islámicos, de los alienígenas, de
los indios norteamericanos, de los mafiosos italianos, de los robots
inteligentes y malvados).
Las princesas, nos cuentan, tienen que ser muy pacientes,
porque en casi todas las historias el amado siempre tiene mucho trabajo. Y es que
por encima del amor está la misión del héroe,
que es mucho más grandiosa que la princesa y que él mismo. El héroe
primero sirve a la patria, y después obtendrá su recompensa por su
trabajo, pero tiene que ganársela: el protagonista de los cuentos de
hadas y de las películas de acción ha de demostrar que es un hombre con
pleno control sobre sus emociones y mucha “sangre fría” para actuar.
Tiene que olvidarse de su tierno corazoncito para matar, aniquilar y
destruir al enemigo. Tiene que demostrar que es duro como una piedra,
que ejecuta órdenes con la fidelidad de un robot, que es capaz de
aguantar el cansancio, el hambre, el dolor de las heridas, el sueño
acumulado y todo lo que le echen encima.
El premio a sus sacrificios es la princesa que espera en su castillo, les dicen a los niños.
A las niñas les lanzan este mensaje: para la princesa el amor sí es
lo más importante, porque la liberará de su encierro o su desgracia.
Ella ama el amor porque cree que su vida mejorará, y porque no le han
enseñado a pensar en otra cosa que en casarse y cumplir lo que se espera
de ella: ser una mujer eternamente agradecida y entregada a su Salvador
con absoluta devoción.
Los príncipes han de esforzarse mucho para obtener su
recompensa, las princesas sólo tienen que aguantar, esperar, y ser
pacientes para que nos amen para siempre. Y esperar solas, claro, sin
rivales alrededor.
No es casualidad que las princesas siempre estén solas y
desprotegidas, a merced de las circunstancias, y soñando con que alguien
se encargue de ella. Nunca tiene un plan propio para escapar del
encierro, ni redes de solidaridad y afecto que le ayuden. Las princesas
en general son vulnerables, frágiles, sensibles, dulces, heterosexuales,
de piel blanca y cabellos rubios. Se aburren mucho, suspiran mucho, y
piensan en su príncipe azul a todas horas, creyendo que junto a él
encontrarán la felicidad eterna y nunca más estarán solas.
A los chicos les encanta pensar que existe una princesa que
lo ama porque sí y sólo piensa en él. Pero además, hay otras mujeres que
les desean mucho, como es natural en un macho alfa. El mensaje
que les lanzan a ellos es que han de ser fuertes para evitar las
tentaciones. En el camino hacia el amor, el héroe se verá seducido por
maléficas figuras femeninas que lo atraen hacia el lado oscuro, pero él
nunca dejará de pensar en su princesa que espera pacientemente en el
castillo a ser rescatada.
El mensaje patriarcal de los cuentos para niños, adolescentes y
hombres adultos es que estas maléficas mujeres son libres, potentes,
atractivas, y peligrosas, así que sólo has de acercarte a ellas para
satisfacer tus necesidades básicas y divertirte un rato antes de
encontrarte con tu legítima amada. Sabes que serás perdonado porque son
meras necesidades sexuales que “nada tienen que ver” con el sublime
romanticismo que le lleva a la Princesa Que Espera.
Al final de la aventura, el hombre puede por fin rendirse ante el
amor: es cuando el héroe abre su corazón gracias a la ternura de la
amada. Ya ha demostrado lo fuerte y valiente que es, ya ha ganado todas
las copas y trofeos, ya ha llegado el momento de asentar la cabeza y
formar una familia para asegurar la perpetuación de su estirpe.
En los cuentos que nos cuentan, los finales son siempre felices:
el héroe rescata a la princesa, se casan y viven para siempre comiendo
perdices. Él la protegerá, ella lo cuidará para siempre, ambos vivirán
encerrados en su palacio de cristal.
Sin embargo, la Realidad es siempre diferente a la ficción romántica: como
cualquier pareja, los enamorados se arrugan y engordan, pierden belleza
y alegría, se pelean, se aburren, se hastían, se traicionan, se
reconcilian, y nada es tan bonito como nos habían contado. Las princesas
y los príncipes no son tan perfectos, por lo que sus historias de amor
tampoco lo son.
Descubrirlo personalmente nos decepciona y nos frustra, porque nos
sentimos engañados, o porque pensamos que tenemos mala suerte en el
amor. Para poder sufrir menos y disfrutar más, tenemos que aprender a
despatriarcalizar y a desmitificar el amor romántico, inventarnos otros
cuentos con otros mensajes, y construir otras formas de querernos.
He aquí algunas claves para desmitificar el romanticismo patriarcal y
para aprender a relacionarse amorosamente con personas de carne y
hueso:
Para ellos:
- Buenas noticias: no hace falta que salves a la Humanidad, ni que seas un héroe,
ni que demuestres que eres fuerte, violento, agresivo o dominante para
que te amen. Ya no estás obligado a responsabilizarte de todo, y no hace
falta que seas el ganador y el vencedor absoluto en todas las áreas de
tu vida. No tienes por qué sentirte culpable si no das la talla o no
cumples con las expectativas sobre tu virilidad.
- El amor es para disfrutar, no para sufrir. El amor
es para hacernos la vida más fácil y bonita los unos a los otros, no es
un medio para negociar y conseguir otras cosas, ni es un sacrificio que
hay que hacer para tener asegurado el cuido y el placer (olvídate de la
esposa-criada complaciente que atienda todas tus necesidades como mamá,
para más información, el siguiente punto).
- Definitivamente, la princesa rosa ya no existe. Las
mujeres ya no esperan toda la vida ni te aman incondicionalmente: si no
te portas bien, si no hay buen trato, si no alimentas la relación, si
pactas fidelidad y no cumples, te dejan. La mujer a la que amas no está
sentada esperando a que llegues, no está siempre disponible para ti, ni
es tuya, ni su amor es para siempre. Es una mujer libre que está
contigo porque quiere estar contigo, sencillamente, en el presente que
compartís.
- No mitifiques a una sola mujer y desprecies a todas las demás. No existen las mujeres buenas y las mujeresmalas,
por lo que no hace falta que montes jerarquías afectivas que sitúen a
una sola mujer en la cúspide del éxito, y a todas las demás las
minusvalores. Las mujeres no son “santas” o “putas”, son seres
imperfectos y complejos como tú, con sus virtudes y sus defectos, sus
errores y sus aciertos. Igual que tú nunca podrás ser tan maravilloso
como el príncipe azul, ellas tampoco podrán cumplir con las expectativas
del mito de la princesa. Las mujeres libres con autonomía no son
peligrosas. No hace falta dominarlas para poder amarlas. No tengas miedo
a relacionarte con una mujer de carne y hueso sin la coraza: no
muerden.
- El amor no supone rendirse, no es un virus que te
posee y te roba la voluntad, no es el fin de tu juventud, no te
convierte en prisionero de nadie, no te convierte en propietario, ni en
dominador o dominado. El amor no te roba la autonomía, no es el fin de
tu libertad, no te convierte en un “calzonazos”, no te rebaja la
virilidad. Así pues, eres libre para relacionarte desinteresadamente con
las mujeres o los hombres a los que amas, y para dejarte seducir por la
magia del compañerismo romántico que nos sitúa a todos en el mismo
plano horizontal. Practicar el amor sin las antiguas estructuras de
dominación y sumisión, te liberará de la necesidad de ser superior o de
luchar por el poder, con lo cual podrás disfrutar más del amor.
- Aprende a compartir protagonismos: antes los
personajes femeninos de las historias de amor ejercían un papel pasivo,
ahora van en su propio caballo, matan a sus propios dragones, toman
decisiones, resuelven enigmas, se emparejan y se separan, eligen a sus
compañeros, se equivocan, rectifican, y reivindican su derecho a moverse
con libertad, y a ser protagonistas de sus propios relatos. Las mujeres
son tus compañeras, y los hombres son tus compañeros, y se trabaja
siempre mejor en equipo que en solitario. Di no a la soledad, que te
hace más dependiente y más vulnerable, y júntate a la gente para dar y
recibir amor, para vivir aventuras, para celebrar la vida.
- El amor no culmina con un final feliz, se construye día a día.
No existe la fuente de amor inagotable, no dura para siempre, y no es
gratis: para ser amado hay que amar, para recibir hay que dar, para que
te traten bien tienes que tratar bien. El amor puedes disfrutarlo en
cualquier momento de tu vida si tienes las herramientas y los
conocimientos necesarios para construir una relación bonita. No es una
meta a la que llegar, es un proceso que se vive en el presente inmediato
y se nutre con nuestra creatividad, nuestra generosidad, nuestra
capacidad de empatía y de disfrute.
- Libérate de las cargas del príncipe azul. Por mucho
que lo intentes, nunca podrás estar a la altura de los mitos de la
masculinidad hegemónica, ni cumplir con todas las expectativas que se
despiertan en torno a la figura del héroe con superpoderes mágicos.
Ningún hombre es tan guapo, bondadoso, rico, valiente, potente
sexualmente, sensible, honrado, luchador, generoso, sabio, culto,
divertido, ni tan perfecto como los vemos en las películas (excepto Brad
Pitt, y seguro que algún defecto tiene el hombre). Con la edad irás
engordando, perdiendo fuerzas y reflejos, tendrás achaques, puede que te
quedes calvo, que se arruine tu negocio, que dejes de tener éxito en la
vida, que te abandone la buena suerte. Sabiendo que nunca podrás ser
tan maravilloso como un príncipe azul, estás liberado de la carga que
supone estar siempre demostrando que eres muy hombre, o que eres el
mejor: así puedes dedicar tu tiempo y energía a otras cosas más
provechosas, como por ejemplo practicar la autocrítica amorosa para
conocerte mejor, o trabajarte los miedos que te impiden disfrutar del
amor.
- Los miedos no desaparecen mágicamente, hay que trabajarlos constantemente:
en los cuentos los miedos se superan con pócimas, con talismanes, con
conjuros o hechizos, con tótems o con magia. Muchos de ellos los has
heredado de tu cultura patriarcal: el miedo a no dar la talla en la
cama, el miedo a enamorarse ciega e irracionalmente, el miedo a quedarse
solo, el miedo a salir de los armarios, el miedo a la infidelidad o la
deslealtad de la persona amada, el miedo al “qué dirán”, el miedo al
rechazo o a no ser correspondido, el miedo al compromiso, el miedo a que
te dominen o te manipulen, el miedo a que se cuestione tu virilidad o
tu heterosexualidad, el miedo a perder tu autonomía y tu libertad, el
miedo a que te hagan daño, el miedo a fracasar, el miedo que nos da
saber que no somos imprescindibles para nadie… hay que liberarse de los
miedos, entonces, para poder relacionarse con la gente con libertad, con
generosidad, con ternura.
Para ellas:
- No te esfuerces en cumplir el mito de la princesa rosa:
nunca serás tan buena, guapa, joven, sana, dulce, paciente, obediente,
conformista y pasiva como esta heroína tradicional, por mucho empeño que
le pongas. Además, los palacios son lugares enormes, solitarios, fríos,
aburridos, y resulta muy difícil escapar de ellos cuando estás dentro.
Dedica tus energías a construir tu propio personaje, y a ser la mujer
que te dé la gana de ser.
- No te esfuerces en buscar al príncipe azul, no
existe el hombre ni la mujer perfecta. Somos más felices cuando
querremos a la gente tal y como es, sin mitificarla, sin endiosarla, sin
rebajarla.
- El amor no es la solución a todos tus problemas. Si
te pasa como a las princesas de los cuentos, que están hartas de la
explotación laboral a la que están sometidas, o sencillamente te aburres
y tienes ganas de transformar su vida, no esperes a la llegada del
Salvador que te rescate de tu situación. Ponte manos a la obra para
generar cambios que mejoren tu vida sin depositar esa responsabilidad en
nadie más que en ti.
- Esperar es inútil: en estos tiempos en los que las
horas y los meses pasan volando, ya no podemos pararnos a esperar a
nadie. Esperar es un acto pasivo que deja en manos de los demás nuestra
propia felicidad. No sabemos si nos queda una semana o diez años de
vida, así que mejor disfrutar del presente, que es el único tesoro que tenemos.
- El amor no es sacrificio, renuncia, ni rendición:
no tienes por qué olvidarte de ti misma ni de tus necesidades sólo
porque tengas pareja. No tienes por qué entregarte en cuerpo y alma si
la otra persona no se entrega. No tienes por qué aguantar todo lo que te
echen encima “por amor”. Amar no es sufrir: es disfrutar.
- Hay muchas fuentes de afecto, de placer y felicidad en nuestras vidas, por eso el amor romántico no puede ser tu único objetivo: estas
rodeada de gente estupenda que te quiere, y hay mucha más gente
estupenda a la que conocer. El romanticismo en pareja es una experiencia
hermosa, pero también hay mucho que aprender, que vivir, que
experimentar con los demás. El amor es importante en la medida en que no
se limite a una sola persona, y en la medida en que nos permita crecer y
evolucionar, y repartir amor a la gente que nos rodea.
- Trabaja tu autonomía económica y tu independencia personal
para poder construir relaciones desde la libertad, y no desde la
necesidad o el interés. Déjate seducir por la magia del compañerismo
romántico, y quiérete mucho, para poder dar amor a los demás. Practica
la autocrítica amorosa para conocerte mejor y trabajarte lo que pueda
hacerte mejorar. El amor es un arte, y cuantas más herramientas tengas
para relacionarte con los demás, más podrás disfrutarlo.
- Libérate de tus miedos, sal de tus armarios, y no te sientas culpable
si te enamoras, o si te desenamoras. Las mujeres no nacemos con un don
para amar eterna e incondicionalmente, y tenemos derecho a juntarnos o
separarnos de nuestras parejas cuando lo deseemos. Y siempre estamos
mejor acompañadas por otras, que solas.
- Di no a la soledad: las protagonistas de las
historias siempre están solas: no descuides tus redes sociales y
afectivas, porque son tu mayor tesoro. Solas somos vulnerables y
dependientes, rodeadas de gente a la que queremos somos más libres y
tenemos más posibilidades de vivir el amor sin reducir todo a una sola
persona. Expande y diversifica tu amor.
- Disfruta de tu papel protagonista en la historia de tu vida:
tú eres la narradora, la guionista, la directora, y la actriz
principal. Tú elijes a la gente con la que quieres compartir, tú tomas
las decisiones, y tú confías en ti misma a la hora de construir tu
historia. Tú eres la que inventas, la que te equivocas, la que
rectificas. Trata con mimo a tu propio personaje y a los que te
acompañan, os merecéis el mejor trato del mundo.
Ilustración: Naw Lawson
Coral Herrera Gómez
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