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jueves, 29 de julio de 2010

Todo tiene su tiempo.

Para qué apurar las cosas. Todo cae por su propio peso, ni antes ni después. Sólo en su momento.
Paciencia tengo, no sé cuánta me quede pero tengo.
Este no es el momento para pensar en lo que que pueda ser algún día, quizás.
No voy a desperdigar mi energía, la necesito toda concentrada y enfocada en mi próximo objetivo que no deja de ser un gran proyecto. No es trascendente, así si lo miras desde una perspectiva general. Pero para mí es un gran paso.
Quiero medirme conmigo misma, y con el mundo.
La buena ley de los metales se prueba en el fuego.
En algunas culturas tribales se celebra toda una ceremonia para marcar el paso entre la adolescencia y la vida adulta. Ceremonia en la que se debe demostrar el valor, el coraje, la fuerza interior pasando por varias pruebas físicas bien al borde de la propia integridad.
En la cultura occidental, esas pruebas de destreza no existen, nada marca el paso de un estado de vida a otro.
Qué marca realmente ese paso, en nuestra cultura?
Cuando se cumplen 18, y eres imputable en caso de quebrantar la ley,o porque puedes votar y puedes sacar licencia de conducir.?
Cuando se entra a la Universidad.?
Cuando se gana el primer sueldo.?
Cuál es la ceremonia que marca el cambio.?
La fiesta de graduación.?
Tu primera vez.?
Cuando te vas a vivir sólo y te haces cargo de tus gastos, independiente económicamente por completo de papá.?
O cuando asumes la responsabilidad de tus actos.?
Pareciera ser que el ritmo de la vida no tiene nada que ver con la edad cronológica de las personas en el mundo occidental.
Antiguamente, había más claridad al respecto. A los hombres a los 15 años les cambiaban los pantalones cortos por unos largos. A las mujeres se les dejaba de peinar con chapes, y pasaban de los calcetines con vuelitos a las medias color carne.
El hábito no hace al monje, pero ayuda. Comienzas a vestirte como adulto y te vas sintiendo como uno. De sentirse a comenzar a pensar y a comportarse como uno, hay una delgada línea.
Parece tan simple.
Ojalá lo fuera y bastara con ponerse ropa formal de trabajo para sentirse una adulta con todos los derechos y deberes que implica serlo.
Todos debemos pasar inexorablemente por el proceso. Algunos antes, otros después. Pero por qué cuesta tanto dejarse llevar por la vida.
Por qué me cuesta tanto entregarme a los procesos naturales de los que no puedo arrancar ni esconderme.
Es un dilema interior que aún no resuelvo.
Y no siento tener apuro, ya no.
Crecer significa admitir envejecer, y aún no me siento lista para cederle mi lugar a la próxima que quiera ocupar mi silla.





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