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martes, 3 de mayo de 2011

El Papa.

Ayer, 1 de mayo, día mundial del trabajo o del trabajador, más bien, en Roma se beatificó a Karol Wojtyla, más conocido en el mundo entero como Ioannes Paulus II, o Juan Pablo II, más en particular.
El Papa, porque para mí ha sido y siempre será sólo "el Papa", porque con  él me pasé casi la vida entera siendo el Papa que más conocí y sobre el que más sé de su vida, sin haberla estudiado formalmente. Por las noticias a diario siempre estaba enterada en qué estaba, y qué hacía, por dónde andaba; sin querer, sin buscar saber, me enteraba de casualidad, pero eso resultó ser suficiente para crear la sensación de cercanía con su figura.  Para Semana Santa, típico que daban alguna película con la historia de su vida. Hay varias versiones, a lo menos tres. Mi preferida es la primera, la que termina cuando se asoma al balcón frente a la Plaza de San Pedro a saludar recién investido porque cuenta todo lo que hizo como obispo para lograr que Polonia  recuperara su libertad. La anécdota de los calcetines es muy divertida.
Para mí siempre va a ser él, el Papa, así sin más, sin más nombres ni apellidos, ni números romanos. Además porque cuando nací había uno que se murió al poco tiempo, luego lo sucedió otro que duró poquito y también murió, dicen las malas lenguas que lo mataron; y luego fue elegido Juan Pablo II en 1979. Su Pontificado se prolongó durante 26 años, siendo uno de los papados más largos de la Historia del Vaticano. Además se anotó otro record  por haber sido el Papa más joven, sólo tenía 59 años cuando el colegio de cardenales de Roma lo escogió para dirigir el destino espiritual de la humanidad. Tarea no menor que lo consumió. Debe ser el trabajo más pesado del mundo, con una carga psicológica tremenda, no apta para cardiacos, presumo, porque a los 85 años estaba verdaderamente consumido. La sensación que tengo es la de un cirio que desde que se encendió fue luz para el mundo, pero mientras tanto se iba consumiendo, aunque lentamente y  cuando llegó su momento, simplemente, se apagó como una velita.
Si no hubiese sido por el atentado en su contra, y el Parkinson que lo deterioró bastante rápido, quizás aún lo tendríamos entre nosotros.
Juan Pablo II, era especial, único, todo un caso. Como él no habrá jamás otro.
Joseph Ratzinger, o Benedicto XVI, no es ni la sombra. Bueno, aparte que ya tenía como 78 años cuando asumió el cargo, en el 2005, su vitalidad no era comparable con la del Papa Viajero, por definición. Se dice que Juan Pablo II con todos los kilómetros que recorrió visitando a su rebaño, le habría dado la vuelta al Globo como dos veces y media, o algo así.
Los chilenos le teníamos un cariño especial, creo que se lo seguimos teniendo, y creo que es transversal, sin importar los credos, es un cariño a su figura como persona, tenía ese carisma especial capaz de congregar a moros y a cristianos, sin importar la religión. Creo que evangélicos y protestantes, le respetaban y lo querían igual que un "católico, apostólico y romano". No era el Papa de los católicos, era el Papa de los chilenos, siento yo.
Cuando vino a Chile en 1987 se quedó para siempre en el corazón del país entero.
En aquel año aún estábamos bajo la dictadura de Pinochet.
Yo estaba chica, pero me acuerdo de la sensación en el ambiente como de libertad, algo así como cuando se es niño e indefenso aún, y se quiere hacer cosas, salir a jugar a la calle o algo que esté prohibido por quien está a cargo  y  no permite  hacer nada de lo que se desea, y de pronto  llega la mamá o el papá y se siente que su autoridad está por sobre aquel o aquella que no deja hacer lo que se quiere. Cuál es la reacción del niño? Correr a los brazos del papá o de la mamá, porque se percibe como quien viene al rescate, sintiendo que encontrará  refugio, lo buscará llorando, tal vez,  en un acto desesperado de desahogar  tanta represión, y de seguro  acusará de todos los malos tratos y amenazas de las que ha sido objeto por aquel o aquella que estaba a cargo.
Algo así ocurrió con la gente cuando vino el Papa, sintió que venía el papá de todos los oprimidos, de todos los que habían sufrido la represión política, de todas las víctimas de apremios ilegítimos, de todas las personas que  sentían la injusticia cruel del  sistema.
Venía el Papa, el enviado de Dios a redimir a su pueblo, a salvarlo y a protegerlo del mal.
Pinochet era católico y creyó, tal vez que el Papa iba a encontrar muy bien todo lo que hacía por tratar de mantener al comunismo lejos del poder, porque los comunistas eran todos unos "marxistas, lenilistas" y ateos. Nunca imaginó que el Papa estaba de parte de la gente que sufría, que habría una mujer, una pobladora que se arrancó con los tarros y se mandó un discurso donde le cantó las verdades sin pelos en la lengua, le contó en pocas palabras la realidad de la gente humilde y esforzada, acusó y echó por tierra, en minutos, todos los esfuerzos que los asesores del gobierno habían realizado por ocultar  mostrándole sólo la cara amable del país.
Pinochet, seguro, creyó que el Papa vendría de paseo como una especie de visita de cortesía, pero resultó que fue un poco más parecida a la visita de una suegra, y como tal,  le pasó el dedo a los muebles, y
-¡OH, que horror, aquí hay polvo, hijo mío!-. La casa no resultó estar tan ordenada ni limpia como Pinochet y su gente pretendían mostrarla.
Hay imágenes imborrables como la del Santo Padre tomándose la cabeza a dos manos porque se había iniciado una mocha de proporciones entre pobledores y las Fuerzas Especiales de Carabineros, al final de la elipsis el parque O'Higgins, es ahí cuando dice la memorable frase: "El amor es más fuerte", en un desesperado llamado de atención, para que la revuelta terminara. Entonces, debió darse cuenta de que la temperatura de los ánimos estaba caldeada, y que la realidad estaba bien lejos de ser la de un país tranquilo en que todo estuviese bajo control.
Al Papa Juan Pablo II , Chile le debe la vida. Nos salvó de irnos a las manos con Argentina por el conflicto del canal del Beagle y de las islas Picton, Nueva y Lennox, en el extremo Sur. Y quién sabe qué fue lo que le dijo a Pinochet para que accediera a una transición pacífica hacia la Democracia, y decidiera convocar a un plebiscito de 1988 para que todo chileno mayor de 18 años eligiera entre SI y NO, para decidir si Pinochet se iba o se quedaba. Ganó el NO, y al año siguiente, en 1989 hubo elecciones presidenciales, libres y soberanas.
El Papa fue santo en vida, la fuerza de sus oraciones tuvieron el poder de hacer milagros.
Si ahora, desde el 1 de mayo recién pasado, formalmente, ya se le puede venerar en las iglesias,  da igual, al Papa ya había gente que le rezaba y le hacía mandas, desde hace mucho antes.
El 22 de octubre lo declararán santo patrono de la Iglesia. Ahí cumple con otro record a su haber, el proceso para declararlo beato fue sumamente rápido, y sólo luego de siete años  lo cononizarán, comparado con casos que han tomado siglos para llevarlos a cabo.
Me huele a lavado de imagen, a cierta manipulación política que está haciendo el Vaticano para distraernos de los temas que recientemente  han salido a la palestra y hacen uso de la figura noble y santa de el Papa, más querido y reconocido de la historia de la cristiandad.
Bueno, allá ellos, sabrán lo que hacen y sino ya tendrán que dar cuentas individualmente por sus actos.
Yo sólo siento que Juan Pablo II será el Papa de Papas por muchos años más.



1 comentario:

  1. que gran resumen de hitoria....en lo personal lo recuerdo muy bien por su visita a Chile, aunque en principio fuí católico, nunca ejerci dicha religión como se supone ir a misa por ejemplo, hoy en día mis pasos están bajo el manto de otra religión cristiana, en la cual no se cree en imagenes como santos y mucho menos en el papa, por principio biblico de no vererar ni honrar imagen que no sea de Dios o jesus, pero bueno esa es otra historia, queda en mi el recuerdo grato de un hombre que hiso mucho por la gente y los pueblos pero solo era unhombre con el poder de la iglesia detrás nada más.

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