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sábado, 7 de junio de 2014

La suertuda historia de Lucky.

Esta semana ha sido de locos.
Hay un nuevo huésped en casa.
El 4 de junio salí como de costumbre con mi perro de paseo, recorremos un circuito dentro de un parque que hay cerca de casa y un perrito negro mezcla de labrador con algo más lleno de magulladoras y dos heridas grandes, abiertas e infectadas le predominaban, una por el lomo un poco más abajo del cuello y otra sobre la base de su oreja derecha, que casi le había  sido desgarrada de cuajo, de hecho se le podía ver la musculatura por debajo de la mucosidad que emanaba desde las aberturas.
Pobrecito, me dio tanta pena. Pero también sentí que no bastaba con sentir pena por él y compadecerme, tenía que hacer algo al respecto.
El perro me miraba y caminó conmigo durante todo el paseo, respondía a mi voz mirándome con sus ojillos temerosos y sufrientes como pidiendo auxilio: ayúdame, por favor.
La cuestión es que sentí que no podría seguir diciendo  que me gustan los perros sin  siquiera poder ser capaz de ayudarlo, hacer algo por ese pobre y miserable perro que en ese momento estaba ahí pidiendo mi ayuda, no habría sido congruente.
Hay momentos en la vida en que hay que tomar decisiones radicales, en que es necesario echar a andar el inmenso mecanismo de la vida para hacer que las cosas pasen. 
Necesitaba llevarlo a un veterinario para que lo revisara y le diera algo para pararle la infección y algo también para aminorar su  dolor.
Sabía que llevarlo a casa, me costaría un buen reto, porque ya tenemos un perro y una perra, esterilizada, pero ya son dos bocas que alimentar, de los que hay que preocuparse, aunque ellos no dan poblemas, están bien, son inteligentes y bien educados; y
este otro significaba sólo problemas, preocupaciones, gastos, cuidados, y no sabía cómo se podría llevar con los otros dos  aunque mi perro que andaba ese día conmigo ya lo había visto, olfateado pero no le terminaba de caer bien, le tendía a ladrar, pero el otro estoico no se movía de mi lado.  Yo suponía  que no iba a ser bien admitido, pero si era lo que tenía que hacer, debería ser admitido como diera  a lugar.
La única en apoyar y compadecerse junto conmigo sería mi madre, eso yo ya lo sabía y contaba con que así fuese, y así no más fue. La oposición de uno contra dos quedaba anulada pero no por eso sería más grato el ambiente, pero no me importó, sentí que lo que estaba haciendo, sin importar los reclamos y exigencias, era lo correcto, lo justo, lo ético, lo moralmente debido y cuando se hacen las cosas con buena intención y por una buena causa, todo tiende a salir bien, así que no perdí tiempo ni energía en preocuparme por hacer caso de malas caras o regaños, pues todo tenía un buen motivo.
Bueno, contando con la venia de al menos mi madre, me atreví y arremetí para delante, finalmente obtuve el apoyo pecuniario para poder  llevarle a la veterinaria que queda relativamente cerca de aquí, al menos se puede ir caminando.
(Debería haber asistencia médica pública de calidad y gratuita para atenciones ambulatorias y hospitalarias, o al menos una especie de AUGE  para perros o un  Fonasa para animales, sobre todo que cubriera las atenciones a perros vagos.)
Al término del paseo fui a dejar a mi perro a la casa y al salir de vuelta estaba esperándome afuera del antejardín tal como le había pedido que me esperara que yo no me tardaba. Y nos fuimos los dos caminando más o menos rápido antes que se nos hiciera más tarde y nos lloviera que ese día había estado a chubascos todo el día y como ya es junio, a las 6 de la tarde ya está casi de noche, pero suerte que aún era temprano.
Hacía frío pero a ninguno de los dos nos importó, el fin era mayor y mucho mejor, teníamos la esperanza de encontrar apoyo, alivio y contención.
Mientras caminábamos yo le iba diciendo: vamos a que te cure la veterinaria pero tienes que entrar conmigo no me vas a hacer caminar tanto en vano, es por tu bien, pero tienes que entrar y dejar que te cure, me oíste?. Y simplemente sin replicar me miraba con sus ojos de perro sufriente pero que tiene ilusión como asintiendo: -sí, sí, tranquila que yo entro contigo, no te preocupes, haría cualquier cosa para que se me alivie esto que siento-.
Al poco rato de andar llegamos a la puerta de la consulta veterinaria, suerte que estaba atendiendo y no fue necesario esperar, nos hicieron pasar, entré yo y sin mucho hacerse el rogar entró él, algo tímido y asustado, pero entró.  Pasamos a otra salita donde estaba la consulta misma, y lo atendió  casi enseguida.  Revisándolo más acusiosamente descubrimos que estaba lleno de heridas, unas más nuevas otras más viejas y ya con costras, las nuevas eran varias, parece que lo habían agarrado entre varios perros, y no lo mataron de suerte, porque tiene varios picotones de colmillos, por las  piernas, muslos, hasta uno sobre el craneo, sin contar las dos más grandes y profundas,  me llamó la atención la cantidad de costras en las dos orejas, es más sus dos orejas parecen ser, sin exagerar, dos grandes carachas secas con pelos, a simple vista no se notan pero al tacto se pueden sentir.
La veterinaria, casi una niña aún, se podía suponer que había crecido queriendo llegar a ser veterinaria toda su vida por el cariño con que lo atendió, sin hacer diferencia alguna hablándole con cariño mientras le hacía las curaciones en las dos heridas más grandes.
Y lo más admirable fue haber visto que se dejaba curar con un estoicismo digno de Ben Hur o no sé de quién, tal vez de Bruce Willis o Rambo, no sé de esos tipos rudos llenos de heridas que si les duelen, nunca se quejan.
Pero sí le dolían, pero se las aguantó, en ningún momento se quejó o gruñó, nada, simplemente sabía que estábamos ahí para ayudarle. Él mismo lo había pedido, lo había implorado con su mirada cuando se me cruzó por delante la primera vez que lo vi.
Cuando nos fuimos de regreso a casa llovía fuerte, abrí el paraguas y caminamos los dos bajo el paraguas, fue como sacado de un cuento, ni amaestrado que hubiese estado, fue sorprendente,  y es sólo un perro de la calle, ni a mi perro logro hacer que camine a mi lado, él siempre va adelante aunque obedece a un silbido y se regresa cuando lo llamo, pero a mi lado no camina ni en sueños. 
Resumen: Necesita un tratamiento de antibióticos por 10 días, más por 5 días tomar un analgésico, y 3 curaciones diarias con agua oxigenada y difexón. 
En eso estamos desde ese día, ya lleva 3 días en mi casa, y las heridas más grandes ya tienen un aspecto levemente mejor, aún hierven con el agua oxigenada, también le echo agua de manzanilla y matico para ayudarle a limpiar las heridas, las que él no se alcanza a lamer, que las otras las controla él, se las mantiene límpias y están más secas, aunque aún no cierran. El antibiótico tendrá que hacer su efecto y la infección tiene que ir cediendo de apoco, hasta que las heridas queden limpias y secas, sólo entonces podrán cerrar, si es necesario podría ponersele un par de puntos, pero ya veremos.
Tiene control este lunes.
En fin, la reflexión que hago es que yo no puedo decir que me gustan los animales sino hago algo práctico por ayudar a uno que me ha pedido ayuda con su mirada.  
Porque si hay algo que haya aprendido en este tiempo es a ser coherente con lo que se piensa, se siente, de dice y se hace.
Y si siempre he sentido que me gustan los animales, y hasta lloro con películas de dibujos animados donde los animalitos sufren, no puedo quedarme de brazos cruzados sin hacer algo por ayudar a un animalito de carne y huesos que estaba ahí frente a frente a mí, frente a nadie más,  era yo la elegida por él para que lo socorriera y le tendiera una mano amiga.
Y si no hago algo, seré responsable por negligencia si a ese pobre perro le pasa algo peor y sin haber hecho algo para evitarlo.
Pero yo no me podré quedar con él, no puedo. Yo estoy haciendo mi parte, la que me comprometí a hacer por él, lo que puedo, y está dentro de  mis posibilidades.
Contacté a un par de veterinarios conocidos, a ver si ellos que conocen más gente que yo pueden hacer algo para buscarle una familia y le escribí esta especie de "arenga" para motivar su adopción:

 "Es muy fácil decir que nos gustan los animales, pero te harías cargo de un perrito que demandara atención y cuidados especiales como por ejemplo un tratamiento con antibióticos y analgésicos para ayudarle a recuperarse de sus heridas? La mascotas no son sólo para lucirlas, si realmente amas a los animales no podrás ser indiferente. Lucky necesita una familia que lo adopte para ayudarle a recuperarse de sus heridas. Lucky más que mascota, es un perro que necesita apoyo para salir adelante, pero sin dudas podría llegar a ser el mejor perro del mundo para sus nuevos amos. Es un valiente, ha soportado estoicamente las curaciones, llega a temblar, pero no se esconde ni se queja. Se merece encontrar un hogar donde sea bien acogido, cuidado y querido. "






Este es Lucky así le llamamos con la veterinaria que nos pareció un nombre apropiado considerando la desventuras que tuvo que haber vivido, pero al final se las arregló para ser atendido en una consulta veterinaria. Tuvo suerte de encontrarse a alguien que pudiera llevarlo.
En fin, lo que ocupa ahora en encontrarle una familia, buenas personas que lo cuiden y lo atiendan en sus necesidades. Tiene muy buen carácter es muy dulce, tiene unas costumbres muy callejeras y vagabundas pero entiende todo como si alguna vez hubiese sido un perro doméstico.
Bien cuidado seguro relucirá como un diamante bellamente cortado y pulido, que ahora no es más que un trozo de carbono medio roñoso.
Si alguien quisiera a conciencia adoptarlo, ya conociendo su caso, habiendo visto su foto, sabiendo que es un perro que necesitará ayuda y cuidados, y estuviera a pesar de todo dispuest@ a correr con toda la responsabilidad que eso significa,  sería sencillamente genial.
Vienen de otros países a adoptar perros vagos de Valparaíso para llevárselos, por ejemplo. por qué  no podría pasar que alguien de acá mismo de Chile quisiera llevarse a Lucky a su casa, para cuidarlo y quererlo, hasta que la vida los separe?

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