Páginas

viernes, 23 de septiembre de 2011

Saliendo del coma.

Recuerdo que el año pasado por estas fechas comenzaba a vivir como en otro mundo, de a caballo entre dos realidades, dividida, bipartida y me sentía feliz.
Veía ante mí un mundo infinito de posibilidades, como si hubiera descubierto el sendero que me llevaría a encontrar la hoguera cargada de oro al final del arco iris. Estaba envuelta de ensueños y todos se perfilaban como mi destino posible y feliz porque estaba consciente de lo que estaba haciendo y cuidando de los detalles para que no se derrumbara la construcción porque sabía que estaba en el aire, pero era un experimento que me atrevía a llevar a cabo fiándome de la teoría que dice relación a que la realidad la hace cada cual, que basta con imaginar para que los deseos se hagan realidad.
Han habido cosas que se me han  cumplido, pero estaba chica, no sabía lo que estaba pidiendo.
Porque eso es lo otro, para pedir hay que saber pedir. Tiene que ser una especie de contrato legal, con cláusulas especificando al detalle lo que se quiere, porque de lo contrario se cumple pero del modo como no se imaginó, pero en rigor es lo que pediste, pero no lo que querías, sólo porque no fuiste específico.
Típico.
Mi problema ahora es que no sé qué pedir, si lo que quiero en realidad vale la pena o no. 
Sólo quiero saber qué pedir para que me sea concedido, porque ahí está el todo del asunto, en saber qué pedir y cómo pedirlo, porque está garantizado que se le dará a quien pida con fe, está incluso en la Biblia.
Pero no es rápido, pueden pasar años antes que se produzca el efecto esperado. 
Si no hay tiempo, es mejor trabajar duro hasta lograr lo que se desee. 
Quien persevera, alcanza. A quien madruga, Dios le ayuda, aunque no por mucho madrugar amanecerá más temprano, pero quien de joven no trabaja, de viejo duerme en la paja.Y no todo lo que brilla es oro.
Me siento confundida, desorientada. Hay tantas cosas en mi cabeza dando vueltas que me cuesta encontrarles un lugar para sentarlas y organizar qué primero y qué después, y me siento absurda por no saber a estas alturas del partido qué  quiero de la vida.
Recuerdo que cuando pasé por una ruptura de mutuo acuerdo, durante el invierno del año pasado, me recuperé escribiendo, desahogando mi pena en versos que publiqué. Fue una terapia bastante efectiva. Como un símil con los ciclos de la Naturaleza, en que nada se pierde, o nada muere, todo se transforma. El cadáver que quedó de aquel amor,  fertilizó mi mente y pasé por un periodo creativo elevado a un estado sumo. 
Hoy día, luego de mucho tiempo de embotamiento cerebral, casi como haber  estado en un coma. Porque no siempre los estados de coma son malos, a veces es lo mejor para dejar que el propio organismo se recupere, cese todas las funciones innecesarias y  dedique casi exclusivamente toda su energía a sanar lo que esté dañado. Creo que hoy di ese primer indicio  de haber despertado. No tuve que hacer mucho esfuerzo mental para escribir algo en versos no versos, porque yo no escribo en versos, sólo me sale lo que me sale y lo diagramo como en verso.
Medio amargo todo aún, la desolación se me arranca por los poros, la ilusión rota queda en la sombra de mi trazo, pero logro echar fuera al fantasma que me habita, palabra a palabra lo voy sacando de mí, lo exorcizo letra tras letra que logro plasmar en tinta. 
Llegará un día en que despierte y esos pensamientos ya no estarán, aunque me quede en silencio otra vez y no pueda volver a leer nada de lo que hasta ese momento haya escrito. Supongo que será historia superada cuando pueda leer todo sin sentir nada en especial. Entonces me consideraré de alta y completamente libre. Libre de mi cautiverio mental. 
Si tan sólo fuera menos estúpida, esto ya lo hubiera superado hace mucho rato. Pero soy más tonta de lo que imaginé.

No hay comentarios:

Publicar un comentario