Páginas

martes, 14 de diciembre de 2010

Válvula de escape.

Soy un espíritu libre que decide libremente compartir su individualidad.
Lo que implica que el mando de mis acciones no se lo entrego a nadie, ni al Papa.
Pero no es ese el punto de mis disquisiciones internas.  
Lo que quiero averiguar es hasta qué punto estoy dispuesta a tranzar mis espacios que solía considerar propios, en los que me siento libre de ser yo misma, en los que siento que puedo decir absolutamente todo lo que pienso.
Espacios como éste, no lo cedo. 
Es mi válvula de escape.
Creo que esto va más allá de una simple cuestión de géneros, es un asunto parejo, entre seres humanos, da lo mismo hombre que mujer, a ambos le debe ocurrir lo mismo. 


Por qué se teme tanto a la libertad del otro.?


Por qué tanta desconfianza en el criterio del otro para hacer uso de esa libertad que nos hace individuos?


Acaso se teme que el otro haga lo mismo que en el fuero interno no se cree ser tan incapaz de llegar a hacer. Operando de cierta forma como una especie de proyección mental, hipotética de sí mismo, en el otro? 
Si  no tengo nada malo en mente, por mi parte,  por qué supondría algo malo en el actuar del otro?
Por qué suponer intenciones poco santas en los demás, si no estoy pensando nada que no sea santo?


Dime qué piensas y te diré quién eres. Pareciera ser aquí la pregunta.


Cuando se acepta a otro ser humano que entre en nuestra vida, es un proceso similar a cuando se invita a un conocido a la casa, no se hace pasar de inmediato hasta el fondo, dejando que se sienta dueño de la propiedad completa, no. Lo usual, es recibirlo como visita, observando cierto protocolo, hacerlo pasar sólo hasta el living,- "toma asiento, siéntete como en tu casa, quieres un café?"-, cuando en el fondo lo que dices es, -quiero que te sientas cómodo en mi compañía pero no te acostumbres que ésta no es tu casa y yo no soy de tu propiedad, sólo estoy siendo bien educada, es todo-.
Cuando se deja pasar a otro ser humano hasta el corazón, no se le entrega el mando del timón de la vida propia,  tal como no se entregaría a una visita, por más de confianza que sea,  las cuentas de la casa para que las pague de su propio pecunio, o la lista con las compras del supermercado para que fuera a hacer el pedido del mes.
Yo tengo mi mundo propio, será interior más que exterior, pero es mi mundo. Yo decido por mí misma lo que hago o lo que dejo de hacer. Sé lo que hago, cómo, cuándo y a dónde, desde hace mucho rato ya.
Si siento que necesito consejo, lo pido, pero no soporto recibir órdenes, y menos subliminales.
Las manipulaciones conmigo no van, menos las sutiles, esas que agarran el sartén por el mango, que hagas lo que hagas igual estás cumpliéndole el deseo, aún contra tu voluntad, tu ego herido, y el orgullo ardiendo como ají en una llaga. 
Cuando te dicen que no, pero que en el fondo es sí. Y al final, lo que decidas hacer te hace sentir culpable igual, pero lo peor es cuando te hace ver como culpable, aunque seas completamente inocente, y quedas  con la sensación  de haber perdido la demanda igual.  Es tan difícil recuperar el buen nombre!!!
Y parece como todo lo demás que haces es sólo por sentido de culpabilidad, para expiar tu conciencia.
Y nunca más lejos de esa intención.
Cuando un culpable dice que es INOCENTE, tiendo a creer en una primera instancia que hasta no se compruebe su culpabilidad, lo es. Pero como hay tanto pillo que se aprovecha, la ley de la vida es más dura, y me ha enseñado a pensar que el acusado es culpable hasta que demuestre su inocencia.
Pero en este caso pequé de inocente y me siento culpable por haber sido tan inocente.
Apelo a la confianza en mi criterio de saber lo que hago con mi vida, de que sé usar la libertad que defiendo a morir. Y que jamás, a pesar de todo el amor que en mi alma puedo sentir, jamás entregaré el mando de mi vida a alguien que no sea mi Conciencia.
Si eso me cuesta una condena de 100 años y un día, aunque me mata igual con 24 horas de silenciosa espera, que así sea. Estoy dispuesta a asumir la responsabilidad de mis actos.
Lo más cómico de todo esto es que ni siquiera ha habido intención y menos acto.
Sea lo que sea, hay que erradicar de cuajo a los enanitos verdes. Y si para eso debo trapicarme con mi orgullo, lo haré.
Porque esto va más allá de mi orgullo que a veces se pone muy tonto y no piensa con claridad. No pesa las cosas en su justa medida, exagera la nota y desafina toda la armónica sinfonía.
Querías azul?
Bien, tienes azul, he hecho el azul para ti.   Pero no me digas que no era el azul el color que querías, que no me estabas pidiendo ningún color en particular, pero con una voz y con una expresión de estar pidiendo azul, todo el rato, sólo para ver si yo era capaz de hacer el azul que tú querías que yo hiciera.
Me estabas probando. Consciente o inconscientemente, no lo sé. Pero ahora que ya sabes que soy capaz de hacer azul, también sabes que mi límite va más allá de hacer sólo ese azul. Que así como hice ese azul, puedo hacer muchos otros azules, incluido tú.
Eso acojona, no?
Bueno, me quieres manipular.?

No hay comentarios:

Publicar un comentario