Páginas

martes, 7 de septiembre de 2010

Mis mascotas.

Hace tiempo que no pensaba en mi infancia.
He estado ocupada en pensamientos más contingentes, de mi mundo interior, disparatando con cosas del amor que aún me tienen un poco dispersa.
Mi infancia.
Supongo que no fue ni buena ni mala, simplemente fue. Siempre estuve un poco apurada por crecer luego, así que no le tomé mucho el peso mientras duró.
Quién lo puede hacer realmente.
Cuando se es chica no se piensan en esas cosas. Lo que importan son cosas que ahora son triviales pero que, en ese entonces, parecía que no iba haber un mañana y eran de suma trascendencia.
De niña fui solitaria, hija única.
Siempre prefería jugar con animalitos de peluche más que jugar con muñecas, me parecían tan tontas, no hablaban, no se movían por si solas, había que cepillarles el pelo, no les encontraba la gracia. Bueno, los peluches tampoco, pero me hacían sentir más ternura, más cariño.
Cuando tuve más edad, por ahí como a los ocho años, mis papás me permitieron tener una mascota de verdad, ante el previo compromiso juramentado de hacerme cargo de su alimentación, cuidados y aseo.
Primero, tuve un conejo blanco de ojos rojos, que era tan tonto como las muñecas, lo único que sabía era rasguñarme entera para zafarse de mis brazos y cuando lograba saltar a tierra se metía detrás de las matas de rosa del jardín y quedaba aún más rasguñada con las espinas tratando de atraparlo para meterlo a su jaula, antes que se comiera las plantas de mi papá y me fuera a retar por haber soltado al conejo.
Nunca supe realmente qué pasó con el conejo. Se escapó, al parecer cavó un forado por debajo de la tapia y se pasó para el otro lado.
Al poco tiempo una tía me regaló un cuye, una clase de roedor tan corto de alcance como mi conejo, sólo sabía satisfacer sus necesidades básicas sin interesarse mucho por mi presencia.
Tiempo después, luego de un par de años, murió en su jaula, de razones desconocidas.
Cuando tuve 10 años mi papá me regaló un pekinés que me robó el corazón. Fue mi animado compañero de juegos por muchos años.
Mientras estuvo solo era amo y señor de la casa. Cuando le trajeron una pareja, partió cascando para fuera, a vivir al patio en una casita que mi abuelo le construyó.
-Casado, casa quiere-, dijo mi mamá. Quién le iba a replicar.
Era un príncipe, tan chiquitito pero tenía unas ínfulas de gran señor que eran muy divertidas de observar. Era lindo, ignoro si era 100% puro, pero tenía una carita armoniosa, la quijada en su lugar, nada de cajón mal cerrado, y sus ojitos eran proporcionados, no de ojos saltones y como desorbitados.
Mi pekinés murió cuando yo tenía veintiséis, alcanzó a conocer a mi labrador cuando llegó de dos meses. Ambos lograron coexistir por algún tiempo hasta que mi oruguita se apagó como la llama de una vela a la que ya no le queda sebo para combustión.
Mi perro actual, es un compañero de largas caminatas al aire libre por el campo,sin correa. Es aún un poco loco aunque es bien obediente. Es casi como una persona, entiende todo, sólo le falta hablar aunque no lo necesita, expresa lo que quiere con la mirada. Son tantos años ya, que manejamos cierto código que ambos entendemos. Es un perro adorable.
Supongo que de algún modo influyó haber tenido una infancia así para sentir ahora que si me hacen elegir entre salvar a los animales en peligro extinción o remediar la hambruna en África, prefiera salvar a los animales.
Siento tener más felling con los perros y caballos que con las personas, muchas veces.
Como dijo alguien, una vez: " Mientras más conozco a los Hombres, más quiero a mi perro".




1 comentario:

  1. Creo que uno no le toma el paso a la infancia hasta que creco y puede mirar atrás y poder analisar que tal fué, en mi caso estoy contento a mi modo y a mis ojos fue una linda infancia.

    Mi relación con las mascotas fu´dispar, algunas perdidas, otras muertas trágicamente, en fin, hasta hoy con nuevo hogar aún no tengo una, esperando que mi hija tenga unos años más para ver si quiere una. Pero son grata compañia sin duda y podríamos hacer todo por ellas.

    8 de septiembre de 2010 11:31

    ResponderEliminar