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viernes, 10 de diciembre de 2010

La lechera.

Me dio un bajón y parece que volví a la infancia.
O bien, todo lo que  creí olvidar de los cuentos que oí de niña, se me quedaron prendidos en algún doblez de la mente sin querer y que por alguna razón ahora reflotan y me hacen ver la luz al final del túnel.
Para qué construir tantos castillos en el aire. Primero es lo primero.
Piano, piano. Despacio por las piedras. Vamos quemando etapas, una a una, primero.
Para qué adelantarse tanto, para qué proyectarse como una recta hasta el infinito y más allá.
No porque crea que no va a resultar, sino porque para qué perder energía en soñar tanto futuro.
No quiero ser como la lechera de la fábula. Otra fábula.
De tanto soñar lo que haría con el dinero que  ganaría con la venta de la leche que llevaba dentro del cántaro sobre su cabeza, que no se fijó dónde pisaba y se sacó la cresta, quebró el cántaro y se derramó toda la leche sobre la tierra.
Perdió pan y pedazo.
Como ya sé la historia, aprendí la moraleja y no quiero que me pase lo mismo.
Por eso no quiero soñar tan a la distancia.
Primero lleguemos al pueblo con la leche intacta. Vendámosla al mejor precio posible y recién, sólo entonces, vemos en qué "invertimos" el dinero que pudimos ganar.
Tiene lógica o no?

1 comentario:

  1. siiii, amiga, mucha lógica...no sacamos nada con proyectar algo a futuro tan idealizado si en el camino nos sale otra cosa...o nos sacamos la cresta jiji..besos

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