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domingo, 15 de agosto de 2010

Conexiones. (III parte.)

Ayer me dispersé demasiado. Estas neuronas mías tan autoreferentes.
La idea en un comienzo era otra.
Retomo.
Me acordé de Matrix y me pareció un buen punto de arranque para mi reflexión sobre la vida sobre dos o tres cosas, más allá de la crítica contingente al sistema que hace alusión la película, y que aborda muchos temas muy interesantes, sin duda para discutirlos, pero tal vez en otro momento. Por ahora, no quiero volver a disgregarme.
Al grano.
I. Las conexiones posibles, esas inalámbricas que nos unen a distancia. Existirán, serán posibles, demostrables matemáticamente en algún teorema de física Cuántica, a caso?
Si yo pienso algo, qué probabilidades hay que alguien más allá piense lo mismo, en el mismo momento o en instantes diferentes. Cómo saberlo?
Las ideas parecieran ser viajeras públicas en el espacio, son de todos y a la vez de nadie. Van más allá de los créditos de las apropiaciones de autores.

II. Otra vez una autoreferencia, pero esta vez es inevitable.
Me ha pasado que con personas con las que he mantenido un vínculo afectivo cercano, sentimentalmente muy cercano, si pienso algo, al mismo tiempo aquel otro ser pensó o sintió igual, y a demás intuyó que yo estaba pensando y sintiendo por mi lado, lo mismo. Lo comprobamos más de una vez, él pensó en mí al mismo tiempo que yo pensé en él estando en lugares muy diferentes.
Es muy raro encontrar personas con las que es posible entablar este tipo de relación casi telepática, como si las señales en onda corta o larga estuvieran sintonizadas en una misma frecuencia. En qué irá?
Adivinar lo que aquel otro piensa, completarle la frase, dar con la palabra justa antes que la diga, saber lo que siente, comprender su naturaleza, regresar a lo menos de dos vueltas cuando aquel otro va recién partiendo y al revés también, tener las mismas sensaciones, que se nos ocurrieran las mismas ideas, que muchas veces no fueran necesarias las palabras para entendernos recíprocamente a la perfección.
Es mágico. Sin duda, debe serlo. De qué otro modo se podrían explicar este tipo de conexión mental entre personas diferentes, con crianzas y experiencias distintas.
Bueno, ni tan distintas, tal vez sí las experiencias, considerando que nos criamos en idiosincrasias diferentes, pero básicamente compartimos una misma estructura mental, los mismos lineamientos generales de comportamiento entregados por una educación familiar semejante.
Lo repienso y no me dejo de sorprender que así haya ocurrido.

III. Las conexiones posibles entre completos extraños que llegan por separado a conclusiones similares sobre algunas cuestiones fundamentales de la vida.
Bueno, eso podría tener un explicación más fácil: Es la Vida.
La Vida misma no tiene muchas más cosas diferentes sobre las que ya no se hayan escrito, o pensado al respecto.
Y las grandes verdades de la vida, independiente, a las tan diversas explicaciones y puntos de vista como individuos viven o han vivido sobre el planeta, son muy pocas e irrefutables. No importa cómo se digan, el punto del medio no cambia, lo demás es parafernalia, palabras más-palabras menos, rococó y ego de estilos, pero la VERDAD misma, la "mera- mera", siempre es una sola.
La cuestión realmente envidiable, es descubrirla, sin importar la edad del individuo, aunque a menos años más mérito tiene, sin duda.
Lo vergonzoso y patético es llegar a viejo sin al menos un par de respuestas valederas, alguna que justificara el despilfarro de una vida.
Llegar a viejo sin sabiduría elemental que le permita ver la vida con la verdad y vivirla en consecuencia, dejar al menos un legado, aunque sean miguitas en el camino para sugerir por dónde no se debe continuar el rastro.
Lo realmente triste y digno de lástima es que un individuo llegue a viejo sin saber dónde está parado, no porque tenga alzheimer, si no, porque ha sido alguien que desperdició su vida sin preocuparse de encontrar esas respuestas a las preguntas fundamentales, tanto porque no se las planteó por ignorancia, pero es más triste aún saber que fue porque nunca le interesó siquiera.
Cómo puede haber gente en el mundo, que se pueda pasar la vida entera sin darse cuenta que la vida no es sólo trabajar y ganar dinero para comer, para mal gastarlo en cosas superfluas, cómo se les puede pasar la vida y no entender por ejemplo que no da lo mismo comer que alimentarse.
A ese tipo de personas no les daría a escoger entre la píldora azul o roja. Les metería con una poruña un kilo de pastillas rojas por las narices si no abrieran la boca.


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