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lunes, 2 de agosto de 2010

Otra cosa es con guitarra.

Definitivamente, sin ánimo de ser taxativa, hay cosas que no son para mí.
No lo sé así a ciencia cierta, ¿quién lo puede saber, realmente?, pero sí lo intuyo, casi como si lo viera.
Hay cosas que simplemente nunca viviré.
No me quita el sueño.
Lo acepto, me conozco.
Bien por los que sí pueden hacer lo que quieren y se atreven a vivir sin pudor y con valentía todos sus sueños, en solitario, en compañía, por el motivo que los mueva, el amor propio o el amor generoso, compartido exclusivamente de a dos, en familia o con el mundo.
El amor sólo se ve perfecto en fotografías. Otra cosa es con guitarra.
Vivirlo metida en el baile, es otro cuento.
Tal vez por eso a las parejas de recién casados les gusta tanto sacarse fotografías, para tener al menos un recuerdo de que todo puede ser perfecto. ¿Les gusta o lo necesitan?
Lo que soñaron sería perfecto, con la vida, se va desvirtuando, y lo que finalmente queda, más o menos inalterable, son las fotografías, que también se destiñen si no se cuidan.
Igual como todo en la vida, supongo.
Si no cuidamos lo que tenemos, no esperemos milagros.
De niña nunca soñé con casarme, siempre me pensé sola.
Ni mi mamá ni mi abuela cuando se casaron por la Iglesia, se vistieron de blanco. Usaron trajes formales en ceremonias más bien privadas, sólo los más cercanos, los realmente importantes.
De dónde iba a sacar yo ideas magazinescas de novias pomposas, de velos y colas etéreas.
No heredaré ningún vestido con historia. Pero sí me traspasaron muchas dudas y conjeturas respecto a lo era estar casada.
Mi abuela es una mujer que trabajó toda su vida, le encantaba lo que hacía. Fue profesora por más de treinta años y cuando se jubiló de su trabajo, me pareció que también lo hizo de la vida.
Se dejó estar, nunca más ocupó la mente en algo, y se fue deteriorando con los años.
Ahora tiene 94 años y sigue en pie, con la cabeza a medias pero aún es autónoma.
Mi mamá se casó estando en la Universidad, a los 24 y me tuvo a los 27. Siempre estuvo conmigo, fue una mamá siempre presente. Nunca he dejado de escuchar sus quejas de un matrimonio que resultó mucho menos de lo que esperaba en un principio.
Con estos dos grandes karmas sobre mi cabeza, qué me haría desear pasar por la experiencia.
Qué tengo de especial yo como para no continuar con una tradición de mujeres inconformes con sus vidas incompletas.
Por el sólo hecho de haber nacido mujer, no quiere decir que esté obligada a ser esposa, madre, o como se dé el orden de los factores.
Y no todas las mujeres, por el simple hecho de serlo significa que es capaz de ser una buena madre.
A mi mamá, la adoro. Y también a mi abuela. Daría mi vida por ellas, pero no por eso voy a seguir sus pasos.
Aspiro a ser libremente yo, una mujer, sólo así, sin etiquetas.






















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