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lunes, 2 de agosto de 2010

Escapar al ego y seguir fiel.

Se está haciendo difícil mantenerse fiel al Principio, ese que me tracé sin más pretensiones que hacer de esto un ejercicio casi disciplinado para aligerar la pluma. Pero ahora, el ego vanidoso que todo escritor lleva larvado, está asomando su trompa a la luz.
Y no quiero, me resisto a darle cabida dentro de mi ego a ese gusano infame.
Quiero seguir fiel, elijo serlo. "-Sí, acepto-". "-Que no separe el hombre lo que Dios ha unido en sagrado vínculo.-"
Me he casado con la Literatura, pero con separación de bienes.
No le entregaré mi alma, quiero seguir siendo yo. No quiero mimetizarme con lo que hago.
Hay dos cosas que cuando las pienso aún no le encuentro respuestas.
I. Una vez oí o leí por ahí, ya no recuerdo, un relato de esos medios parabolescos.
Un tipo queriendo buscar la sabiduría viajó muy lejos hasta llegar ante un gurú. Cuando llegó su turno para entrevistarse con él maestro, el sabio lo mira a los ojos y le pregunta: -¿Quién eres?-
Y el tipo responde:- Soy dentista-.
Entonces, el hombre viejo casi desnudo lo mira y le dice: -No te pregunté qué hacías, si no quién eres.-
Hay algo más difícil que autodefinirse en menos de dos palabras?
Y la otra, no menos compleja:
II. ¿Cómo le explicas un color a un ciego de nacimiento?
Cómo se define un color sin usar referencias obligadas a otra cosa que no sea también colorida.
Es difícil.
El punto es que debo seguir buscando, aún no tengo todas las respuestas para sentarme en la cima de la montaña a contemplar el paisaje, ni creerme una vaca sagrada.
No puedo sustraerme a sentirme halagada, soy humana, tengo mi cuota de narcisa, pero me pesa más el criterio y las ganas de sentirme libre, sin vendas en los ojos, sin mordazas, sin cadenas en las muñecas, ni grilletes en las piernas.
Pero si las palabras que escribo pueden llegar más lejos de lo que yo misma llegaré algún día,
son buenas noticias.
Y si las palabras que salen de mí, le sirven a alguien más, le reconfortan, le suben el ánimo, le hacen sentir que a veces las ideas son mucho más impersonales y universales de lo que cree, y por esas cosas de la vida se siente mejor consigo mismo. Yo me alegro.
Me alegro de ser parte del bienestar de alguien más.
Es como si estuviéramos todos en un monólogo dialógico y universal.
Creo aún que las Utopías no han muerto, como dicen. No, no han muerto mientras hayan personas en el mundo con intenciones de no dejarse comer por su ego, y le importen los sentimientos de los demás, tengan respeto por el silencio y las individualidades, que estén dispuestos a acompañarse desde las palabras para animarse mutuamente a continuar, ojalá no por los túneles a los que hacía referencia Sábato, sino de paseo sin prisa por las alamedas.

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