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domingo, 29 de agosto de 2010

Escribiendo escribo.


Escribir por escribir, por matar el rato?
Escribir para vanagloria personal, ah!, mira, lo inteligente e ingeniosa que soy...?
Escribir por que sí, por puro gusto. Por el simple placer de escribir?
Escribir como si se tratase sólo de hablar para llenar un vacío, un silencio incómodo?
Escribir para ganarse la admiración de otros?
Escribir para ser oída (en este caso, más bien , leída).
Todas las anteriores?
Bueno, quizás un poco de todas.
O escribir para cambiar el mundo, para abrir cabezas, iluminar puertos oscuros?
Escribir para hacer la diferencia, para inspirar a los de atrás a seguir un rumbo, enmendar la causa, lograr el triunfo y no cualquiera, la Victoria absoluta del bien contra el mal.
Lastarria hablaba sobre el fin pedagógico de la literatura, que por aquellos años era un medio de información masivo, tanto, como lo es hoy la televisión. Y como tal, sólo lo concebía con un fin tan noble como lo es: Educar.
Pero yo no siento que tenga algo que enseñar. Yo sólo pienso y digo, no pretendo predicar.
Lo que escribo puede ser rebatido, complementado, añadido.
Yo escribo porque me gusta, disfruto escribiendo.
Mientras escribo, nadie me molesta porque saben que estoy escribiendo, por lo tanto mientras escribo también descanso y me relajo. Y que esté pensando no hace la diferencia. Porque esté o no escribiendo siempre estoy pensando, y si no, soñando.
Escribo también mis sueños, para no olvidarlos.
Cuido de obviar en "no" de las sentencias para tal como los pienso, se cumplan.
En honor a la honestidad absoluta debo reconocer que escribo para ver si por esas cosas del destino y sus complejos vericuetos de pronto alcanzo mi objetivo, lograr algún día vivir de lo que a mi cabeza loca se le ocurre.
Escribiendo, al parecer, se sanan más pronto las heridas, al drenarles las impurezas que la infectan y retrasan su cicatrización, al sacar todas las ideas nefastas y negativas que no dejan que la carne viva de la herida se seque y se vaya rellenando limpiamente.
También escribo como terapia, para psicoanalizarme en el proceso y poner al aire mis conflictos, como ropa tendida al sol. Es bastante terapéutico y sanador.
Nunca he ido a un especialista, no siento que lo necesite. Un psicólogo no es como un dentista. Qué me puede decir de nuevo, un tipo que no me conoce, que yo ya no me haya dicho antes?
Yo que me digo las cosas al pan, pan y al vino, vino. Sin pudor ni autocompasión. Claro, una opinión diferente,un punto de vista distinto, y algunas preguntas sobre otra pregunta, porque así pareciera sonar más inteligente que contestar una respuesta que nunca es absoluta, que de seguro sólo será otra pregunta.
Ni cura confesor ni psicoanalista, no por soberbia, ni por temor.
Simplemente, no le encuentro el sentido.
A qué colaborarle con parte de un salario mensual a un sujeto que me va a decir lo mismo que ya he pensado.
Conociéndome, tal vez acabaría yo, sentada tomando notas, y el terapéuta, tendido en el diván.
Tengo muy claro lo que tengo que hacer, sólo estoy esperando el viento propicio para hacer zarpar mi nave recalada en el muelle.
Y eso no depende del todo de mí. Contra eso no hay nada que yo pueda hacer.
Sólo estar lista para cortar el cordón umbilical o soltar amarras, cuando comience a soplar el viento favorable en popa y pueda así, izar mis velas y elevar anclas, para así, por fin iniciar mi propia aventura fuera de la matriz por la que he navegado segura, siempre.
Por fin seré mi propio capitán abordo,y me temo que también seré, desde el que encera la cubierta, hasta el que pela las papas, el que lee las cartas de navegación, hasta quien hace la guardia en el puente durante la noche. Y de algún modo también seré la nave.
Escribo para escapar de mí misma.
Escribir es mi refugio salvador.
Escribiendo puedo ver todo con mayor claridad y eso me alucina.
Escribo porque a fin de cuentas es un modo que hallé para no sentirme tan sola.
Escribo porque así puedo crear una pequeña fisura en el espacio del tiempo, como una puerta al fondo de un armario, escondido en un secreto ático, por donde no pierdo la esperanza que algún día llegue hasta mí, ese viejo amor, que añoro tanto, el mismo por el que le prometí a la vida esperar cuanto fuera necesario pero no por siempre.
Escribo porque así se pasa más rápido el tiempo mientras espero por un viento más propicio.

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