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sábado, 7 de agosto de 2010

El letargo.

Se siente el frío, el silencio de la distancia más allá de las ondas sonoras como si fuéramos delfines, pero desde océanos opuestos, sabemos que ahí estamos pero decidimos ignorarnos.
El letargo tiene los brazos largos, peligrosamente largos, sé que me busca porque a ratos lo llamo pero no quiero dejarme atrapar como una mosca en sus dedos de papel goma.
Me convierto en la mujer de sal al decidir mirar hacia atrás porque lo que allá queda no lo quiero dejar.
Nadie puede firmar una letra de garantía por lo que vendrá y asegurar que será mejor que mi viejo sofá donde leía, mi escritorio cómplice de tantas ideas, de mis cajones con mi alma escrita con tinta negra, porque yo no escribo con otro color de tinta que no sea negra.
Sin embargo hago un esfuerzo por no pensar en oscuro, porque quiero sentir en luz dorada, en rosado pastel, en el verde de los árboles en primavera aunque sienta que estoy siempre en otoño, todo el año.
Entonces para escapar me vuelo, me voy por la ventana siempre abierta de mis ojos muy lejos, voy y recorro el mundo más pronto que en 180 días, porque no pierdo tiempo en los puertos de embarque mostrando visas,dejando que revisen mi equipaje.
Viajo, viajo, viajo, apenas deteniéndome cuando siento que mi estómago me dice: hambre.
Entonces, vuelvo, cojo una manzana, me la echo al bolsillo y me voy de nuevo, entre letras y letras le doy mordidas que le dan sabor a mis ideas más molestas, esas que están ahí tímidas y recelosas, esas que no salen nunca porque saben que dejarán de ser mías si le abro la puerta a la vida liberándolas al mundo.
Estoy perdida si me dejo coger por el letargo, hermano del hastío, primo hermano del tedio, amigo íntimo del susodicho, ese mismo que fue valiente para acabar con sí mismo.
Yo no soy tan valiente, ni tan cobarde, soy el termino medio a muchas cosas, aprendí que los extremos no llevan más que al fin de todas las cosas.
Hoy pensé por ejemplo, que la vida con sus extremos es similar a las dietas rigurosas, no hay mejor dieta que la que te deja disfrutar de todo un poco. Las privaciones no son más que difíciles y obsesionantes tentaciones aún más difíciles de vencer que las ganas de comer sin hambre.
Tengo decisión en mi carácter, y fuerza en mi voluntad para resistir temporales, pero después de todo me facturaron con forma de cántaro, y no sé cuánto espacio quede vacío para recibir estas últimas gotas que caen en mi vasija.
Se está acercando la hora para mi próximo destino, más allá de estas cuatro paredes que hasta ahora han sido mi jaula de oro, mi hangar, mi nido.
Ya siento que tengo las maletas listas, desde hace mucho tiempo, sólo me estaba dejando retrasar en los largos brazos pegajosos del letargo, hasta antes de ahora, amigo.

1 comentario:

  1. Le llamas letargo y veo una danza de celosas líneas que se multiplican a sí mismas y se hacen parir verbo, nostalgia, pulsares de sabores de boca, credos, preguntas, bien que valen, toda pregunta siempre superará cualquier respuesta, que envidia como te palpas en secreto Oriana, eso de saberte decirte, morarte, eso ahí te eres, una estrofa llena, siembras a destajo en flor, te agradezco el fruto.

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