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lunes, 30 de agosto de 2010

Inmortales.

Por qué se está haciendo frecuente oír, de personas que conocí hace años, el mismo comentario:
"tal vez una mujer como tú".
Para bien o para mal, sólo soy "tal vez una mujer como tú".
Y hasta ahí llego y creo que ahí me quedaré por siempre. Porque es imposible regresar el tiempo. Lo que ya no fue, nunca lo será.
Estuve seis años cercana, fui parte del grupo, una especie de Lulú en medio de puros Toby.
No sentí ser de nadie, en especial.
Cierto, yo tenía mis preferencias, pero ninguno acusó recibo de las señales. Tal vez fui demasiado sutil.
Por qué suele ocurrir que los hombres son como tan pajarones. Siendo tipos inteligentes, algunos hasta brillantes académicamente. Pero como simples mortales, si no se les dicen las cosas explícitamente, nunca atinan. Una cosa es ser caballero, lo que está muy bien, pero una muy distinta es ser simplemente pavo.
Lo perno debería quitarse con la edad, asumo. A los 18, se entiende por la falta de experiencia, de la perspicacia propia que dan los años.
Ahora, todos treintones con más experiencia y algo de más personalidad se dan cuenta que me dejaron pasar, que se farrearon a una mujer como yo.
Si hago memoria, y en honor a la verdad, diré que ahora soy así, pero en esa época, no sé si habría dado la nota.
Si nos remontamos a los años en que eramos compañeros de estudios, será fácil reconocer que todos eramos inmaduros. Estábamos verdes, que sentimentalmente éramos torpes.
No habría resultado.
De algún modo lo supe ver a tiempo y me previne con una simple regla que nunca rompí:
-Los compañeros son como hermanos. Nunca con un compañero.-
Y fue lo mejor. Ahora podemos ser amigos, hacer recuerdos y reír juntos de buena gana.
Anécdotas tenemos para escribir un libro.
De algún modo, haber pasado por el lado, pero manteniendo el foco de la atención con cierta distancia crítica, "juntos pero no revueltos". Ellos eran ellos y yo era yo, en honor a las diferencias. Siempre los hombres son hombres, lobos vestidos con piel de oveja, y yo ya había leído La caperucita roja.
Una mujer en un mundo de hombres siempre tiene que ser el doble de mujer para compensar la mitad masculina que debe desarrollar para competir de igual a igual, sin perder su toque femenino, para tener la ventaja de no ser tratada como un hombre más del grupo.
Porque ser mujer en medio de un grupo de hombres tiene sus ventajas. Se pasa bien, el estímulo intelectua es superior, aunque el reto sea mucho mayor.
Es gratificante, pero cuando se tiene un poco el sartén tomado por el mango. Cuando de algún modo se es la hembra alfa de la manada. Cuando hay cierto grado de respeto mutuo, cuando se reconocen las diferencias intrínsecas y se valoran.
Como mujer, fui muy respetada, mi opinión era casi lo mismo que una orden, sin que fuera esa mi intención, pero como generalmente tenía razón, me hacían caso.
Mi habilidad innata para organizar cosas, ideas, prioridades, y mi minuciosidad acostumbrada, me granjearon una magnífica reputación de responsabilidad y confianza.
Mis apuntes eran los más solicitados para fotocopiar antes de los certámenes y exámenes finales. Si alguien tenía que dar la cara por el grupo, era yo. Si había que liderar un debate, esa era yo.
Ahora que lo pienso, ser la única mujer de un grupo en que la mayoría es hombre,significa trabajar más.
Es bastante desgastante, pero es entretenido. Es un poco como ser la abeja reina de un panal.
Ahora, no hace mucho,descubrí que quien yo consideraba mi mejor amigo, por el que por algún tiempo me pasé rollos sin destino, le pasó exáctamente lo mismo conmigo y jamás nos dimos cuenta ni nunca tocamos siquiera el tema. Pernos, al máximo.!
Cabros chicos, inmaduros, vergonzosos, pailones.
De los 18 a los 23 en promedio, estando en la flor de la vida, con la promesa de un futuro brillante por delante, eramos todos bellos, como envueltos en un aura de oro. Talentosos, inteligentes, jóvenes, sanos, libres, idealistas, cultos: Inmortales.
Ah!!! Qué tiempos, aquellos.

1 comentario:

  1. Me encanto el relato, me hizo acordar y transporto al colegio y a aquellas viejas epocas, en mi caso yo fui el unico hombre del curso los ultimos 3 años del colegio y mas bien me sentia como el niño mimado pero tan mimado que no hacia mucho por hacer bien las cosas y pedia apuntes que nunca escribia jajaja

    Un abrazo!! :)

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