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miércoles, 27 de octubre de 2010

AMOR.

Típico, cuando todo aparenta ir sobre ruedas de pronto emerge desde las profundidades de la nada una muralla de roca inexpugnable, pero como toda roca debe tener fisuras por donde poder poner un pie de costado,luego, los dos, dando un paso tras otro, hasta conquistar su cumbre.
Mientras más difícil sea el reto, más dulce será la victoria al vencer todos los obstáculos de la vida antes de alcanzar los sueños o propósitos trazados sobre un papel con forma de corazón.  Uno, porque el de ambos late como si fuera uno solo.
Aún no acabo de convencerme.
A penas ha pasado un mes, y ya mi vida ha tomado el vuelo que no logré arrancar en años.
Debe ser esa mirada, esa sonrisa, mi sol  entrando por mi ventana aunque afuera el cielo amanezca nublado.
La meva lluerna, debe ser, la meva llum al final del túnel o simplemente el amor. Pero AMOR, así en grande, a todo pulmón, porque por primera vez en mi vida siento que es real, tridemesionalmente real.
Es la encarnación viva del entomólogo arquelógico que pedí para que descubriera a mi yo, esa que habita en el fondo de mis ojos.
Definitivamente, las cosas suceden sólo cuando tienen que suceder, lo bueno y lo malo.
Tal vez no exista la justicia sólo la lógica. Quién sabe?
El otro día me enfrasqué ligeramente en una discusión filosófica como hace millones de año no sostenía.
Debe ser el lugar. Generaciones de generaciones discutiendo asuntos así, por años de años, deben acabar marcando cierto karma discusional por todos los rincones.
Para resolver asuntos académicos y administrativos, debí volver a la Universidad.  Hace miles de años que no pisaba un pastelón de cemento, ni baldosa universitaria.
Curiosamente, descubrí que no he perdido el toque.  Inconscientemente vi la hora en el campanil y no en mi reloj, y subo los escalones, esos extendidos, en un paso y cuarto, tal como en mis mejores años.
El paisaje es casi el mismo, no podría decir si los troncos de los árboles están más gruesos o si las copas más altas. Falta el edificio que se incendió luego del terremoto, donde estaban los laboratorios de química
analítica, y la estructura que quedó al lado, el edificio viejo, acusa las señas de una chamuscada de proporciones.  Impresiona.
Me alegró ver la pileta del foro con agua.
Las grandes extensiones de prados verdes parecen inmutables e inmunes al paso del tiempo.
No caminé de paseo, sólo al tranco rápido de quien lleva prisa, no me di el tiempo para apreciar los detalles, pero hay mucho que sigue igual. Carteles por doquier, invitando a charlas, incitando a paros y huelgas por el crédito, las becas, por la causa mapuche, etc.; al festival de cine, a la semana de lo que sea.
Lo que noté diferente, fue a las personas.
A los profes, están igualitos. Me sorprendió encontrar a la gente de mi época empoderada en puestos de doctores, o como profesores asociados, con plaquitas grabadas con sus nombres en las puertas cerradas de sus respectivas oficinas. Me encontré con más de alguien conocido que aún se acordaba de mi cara, y que se detuvo a saludarme.  Conversar con un profe y tratarlo de tú, cuando era estudiante, habría sido muy raro. Ahora, siendo ex alumna, y a mi edad, es un pelo de la cola. No los veo como mis profesores, más bien como ex profesores, algunos me hicieron clases siendo estudiantes de magister, otros sólo iban en dos o tres cursos más arriba que nosotros. Y a mis compañeros de curso, evidentemente  sólo los podría tratar de profesores, en broma. Claro, a menos que me convirtiera en alumna, otra vez.
 Los estudiantes, me parece que en mi época, vestíamos con más recato o al menos con más sentido común y no había tanta juventud con exceso de peso. Eran otros tiempos, definitivamente.
La U. era otra cosa.
Que me confundieran con una "académica" me hizo gracia. No, soy alumna, no más.
Ya no estoy en edad de lucir como una alumna, por lo tanto no me visto con jeans mostrando casi la mitad de las sentaderas o el redbanc, no uso zapatillas, aunque para el fin de semana, no están mal. (En verano acostumbraba a usar las desaparecidas Topper.) No visto ropa demasiado ceñida que no deje nada a la imaginación. Una cosa es insinuar y otra muy distinta es mostrar abiertamente.
Siempre consideré la U. como un lugar de estudio, tenía algo respetable, sino sagrado, porque no era infalible, ni irrefutable, pero sí sentía que tenía cierto mérito al que se le debía cierto grado de respeto.
No sé. Lo pasé bien, me divertí jugando dentro de las reglas, no me puedo quejar, fue entretenido igual.
Eramos otra onda, pero tampoco es tan distinto. Siguen algunos  melenudos hablando fuerte y riéndose a toda boca para llamar la atención, al tiempo que  dejan oír a quien quiera escuchar palabras extrañas recién aprendidas, de seguro,  términos que para un mechón (estudiante de primer año), son como las monedas de oro de un tesoro recién desenterrado de la arena en una isla que cree desierta, sin saber que ese tesoro fue desenterrado y enterrado una y otra vez por los miembros de la generación anterior. Aún no averiguan que no son los primeros y que no serán los últimos en manejar terminología técnica, en tanto siga habiendo gente que estudie la misma carrera.
La U. Sigue siendo un lugar agradable por donde pasear con calma y despreocupación.
Si pudiera cambiar todos mis recuerdos universitarios, por un día entero en mi futuro, ahora ya. Lo haría.
No hay nada más que me detenga en el pasado. Sólo tengo lindos recuerdos, pero más me llama mi futuro, ese que me mira desde una fotografía en mi pared durante su ausencia y que me anima a no rendirme a pesar del sueño y del cansancio.
El amor.
El día en que algún científico descubra que la mejor de las energías renovables, que la menos contaminante de todas y la que entrega más potencia a cualquier motor,  es el AMOR, el mundo será un lugar mejor. Y salió verso. Cliché, pero verso.

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