Páginas

domingo, 17 de octubre de 2010

Enojada o agradecida?

No quiero entrar en la fase idiota y de mina controladora, absorbente y posesiva.  Yo no soy así, básicamente porque detesto que me controlen, me absorban y se crean dueños de mi tiempo y mi voluntad.
Soy en esencia y por definición: LIBRE. Me gusta vivir y dejar vivir, pero hay algo que se llama delicadeza.
Es tan típico de los hombres, en general, eso  creo, no es que sea una experta, pero me parece que es así en la generalidad, lo poco sensibles que son con los sentimientos femeninos cuando se tiene y se siente tener el  corazón en prenda, y no avisan que regresaron ya y que están bien. Basta sólo con eso, un simple y escueto mensaje casi telegráfico, "-llegué bien-", es todo, sólo con eso  me habría bastado y de inmediato habría detenido la proyectora mental por la que me pasaba la peor y más truculenta de las películas, clasificación B, cine under con gore, no sé, lo peor de lo peor, y la peor de las mezclas.   Tengo imaginación y lo sabe, y aún así no fue capaz de apenas redactar dos palabritas que me habrían hecho dormir a lo menos, porque no dormí en toda la noche pensando por qué no sé algo.
Era natural no saber cómo sentirme, si enojada o agradecida de saber que llegó y bien, con día y medio de retraso en una sucinta frase que me dio tranquilidad por saber que estaba todo bien, pero que al mismo tiempo me hizo sentir, que bueno que estés bien pero ándate un poquito a la mierda, por no avisarme antes!
Nunca había sentido esto antes.
Desde hace ya un tiempo que he dejado de ver sólo por mí.
Ahora comprendo a mi madre cuando llegaba tarde y no avisaba a la hora que iba regresar, o a donde me encontraba. 
En esa época la tecnología celular estaba en pañales, y sólo al alcance de quien pudiera costearla además de andar acarreando una maleta donde iban las baterías. Con suerte alcanzaba para un cencerro. Ja! Me lo puedo imaginar.
Y eso de andar avisando era una lata, usar teléfonos públicos con lo anti-higénicos que son, para andar apretada con la hora, pendiente de cada segundo para llegar a la hora prometida. No.  
Me consideraba lo bastante centrada como para no correr riesgos innecesarios y llegar a casa sana y salva.
No entendía por qué no confiaban más en mí. A lo que mi mamá siempre me respondía: - No es desconfianza en usted, princesita, es en los demás.-
Ahora, ya de grande, entiendo cuánta razón tienen esas palabras, y es verdad, la desconfianza surge por los peligros externos que acechan, no son por las barbaridades que una pueda cometer.
Como nunca me he había sentido bipartida, dividida por mitosis, por yemación o  lo que sea, no sabía que pudiera incluso somatizar la angustia de no tener alguna clase de certeza sobre cómo estaba.
Comparado a como me sentí, un dedo índice vertical y tronador,  es igual a nada.
No soy rencorosa, pero espero que no se repita ni se le olvide.
No quiero volver a sentirme así.

No hay comentarios:

Publicar un comentario