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lunes, 11 de octubre de 2010

La carta.

Por qué muchas veces resulta más fácil decir cosas por escrito que directamente mirando a los ojos?
Sabiendo que no hay engaño de por medio, igual es verdad todo lo que se expresa por escrito, sólo que sale más fácil escribirlo que decirlo verbalmente.
Recuerdo algunas escenas de Cyrano de Bergerac interpretado por Gerard Depardieu, que me hacen  pensar que a veces la escritura enamora más que las palabras susurradas al oído. 
Lo que está escrito es ley, muchas veces. Como dicen los abogados, -por escrito, a las palabras se las lleva en viento, déjelo todo por escrito, las intenciones solas no valen si no están por escrito, señora-.
Y de cierto modo es verdad. 
De hecho, en la Historia de la Lengua, los lenguajes orales que cobraron más prestigio y acabaron estableciéndose como lengua oficial fue precisamente porque fueron los primeros en desarrollar una fórmula de escritura. Pasó con lo que conocemos hoy como "italiano", que en realidad es "toscano". Fue en toscano la primera obra maestra literaria y que fue escrita por Dante Alighieri, La divina comedia.  
En Italia, igual como ocurre en España, existen muchas lenguas regionales o dialectos y muy probablemente, dentro de las propias regiones también existan variables zonales, sin contar los sociolectos, y cronolectos, etc, propio de todas las culturas particulares. Pero que por una cuestión política  se unificaron todas estas zonas bajo un solo idioma oficial, que le otorga orden y que trata de homogeneizar algo imposible, pues pasa por alto la propia identidad de sus pueblos, todos con raíces culturales muy diferentes entre sí.
De ahí se descuelgan otras disidencias, las independentistas y todo eso, con el poder central. Es otro tema,muy interesante, sin duda pero muy largo de analizar, tal vez en un ensayo. Por ahora lo que me interesa ilustrar es otra cosa.
La importancia de la palabra escrita por sobre la oral, que a menudo se va con el viento y se olvida en el tiempo, en cambio lo que está escrito, sobre todo lo que queda escriturado sobre papel contante y sonante, con tinta, ojalá, indeleble, queda para siempre. Claro, a menos que sea devorado por el fuego, en un incendio desafortunado, o provocado por un ciego ataque de ira.
Cómo sea, prefiero las palabras por escrito, como era antes.
La carta, esa que se demoraba en llegar, a la que se esperaba con cierto nerviosismo durante días. El correo no era tan demoroso como ahora. Dependiendo de dónde proviniese el remitente no pasaba de la semana si era dentro del territorio nacional, para el extranjero, variaba, de dos semanas a un mes, no más que eso.  En cambio, ahora? Ja!
Para que se demore lo mínimo que son seis días hay que pagar más, para que la funcionaria de Correos le pegue una etiqueta que dice "prioritario" o de lo contrario se demora como  ocho o nueve días en llegar.
Las cartas escritas del puño y letra del emisor tenían un olor especial, se podía adivinar un poco el estado de ánimo bajo el que había escrito cada palabra. Todo era un indicio, hasta una mancha en el papel, cualquier cosa, significaba de seguro algo.
La escritura electrónica carece de toda esa esencia. A lo más se intercalan emoticonos para expresar más allá de las palabras, y darle más viveza a la comunicación, pero no es igual.
Cómo recuperar todo eso si se daña el Notebook, o si se corta la energía, y la batería se agota?
Se pierde todo, si no hay respaldo. Quién respalda un chat?
No hay como las palabras escritas en papel, no importa que no fuera en esquelas para cartas o como se llame, una hoja arrancada en la parte de atrás de un cuaderno, pero con la deferencia de emparejar el despuntado del picado que le quedaba como flecos en el borde donde iban las perforaciones para el espiral, daba igual. La cuestión era escribir, poner en papel todos los sentimientos, doblar la hoja, meterla en un sobre, pasar la lengua por el engomado, a menudo con un ligero sabor a menta y cerrar. Escribir con letra grande y clara por el frente del sobre el nombre del destinatario y su dirección, sin olvidar agregar el remitente por si ocurría cualquier percance y evitar así que se perdiera en el trayecto. Igual se perdían a veces.
Cuántas historias de amor se frustrarían sólo porque un imbécil no hizo correctamente su trabajo? 
Lo más parecido a eso, ahora, es cuando se cae o se satura el servidor y la conexión de video conferencia se hace irritablemente inestable.
Soy una nostálgica de los tiempos en que todo era menos instantáneo, pero también reconozco que sin esta tecnología habría sido imposible conocer a tantas personas interesantes.
Y jamás habría tenido siquiera la oportunidad de saber que los sueños sí se pueden hacer realidad, tal como ahora lo sé.

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