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viernes, 29 de octubre de 2010

Tiempo muerto.

Cuando las plataformas tecnológicas  fallan se derrumba todo el esquema, se desarma toda la rutina. Es extraño, descubro recién lo habituada que estoy a mi rutina, yo, la enemigo número uno de la "rutina".
Cómo nos cambia la vida, no?
Tan sabio es ese viejo dicho: "Quien escupe al cielo, en la cara le cae", o "Nunca digas nunca".
Pregunto, es hacer trampa, desear precisamente que algo ocurra, diciendo justo lo contrario, sólo para ver si de verdad se cumple esto de los dichos: -"Yo nunca voy a...",...tal cosa...-, sólo porque era precisamente eso lo que deseaba que ocurriera, pero para que sucediera, intuí que debía negarme.
Por lo que recuerdo  de lo que leí una vez por ahí sobre la teoría Del Secreto, ésta indica precisamente lo contrario, según esta creencia se debe sacar la partícula negativa de la oración. El postulado dice algo como que se debe plantear lo que se desea obtener en una fórmula gramatical afirmativa, por una cuestión intrincada sobre que el Universo es medio imbécil, y no hace la diferencia entre un sí y un no.
Como sea.
El efecto desolador, es el mismo.
Trato de compensar ese tiempo muerto, haciendo las mil cosas que debo hacer, pero no puedo, no quiero, no sé. Me revelo ante la imposibilidad que me impone el destino de no poder  hacer lo que quiero.
Desde que descubrí que debo dejar que las cosas fluyan, he aceptado hacerme un lado. Así dejé pasar la vida sin presentar batalla, sin ofuscarme, pero ahora es distinto, no estoy dispuesta a dejar pasar un segundo fuera de mí, porque siento que todo me concierne, es mi vida, y no la volveré a dejar de lado otra vez.  Pero contra el destino virtual, no hay nada que pueda hacer, sólo esperar.
Comprendo perfectamente que no saco absolutamente nada en limpio con que se me hinche la carótida, la cava y la válvula mitral salga disparada por el aire de tanta presión contenida de la pura rabia que me da que la maldita tecnología no funcione, que alguien no haga bien su trabajo  y  me deje sola ante mi ventana.
A quién hay que partirle la cabeza!!!!!!!
Supongo que últimamente, a medida que voy retomando mi antigua energía, mi viejo ritmo de vida, también voy volviendo a mi estado animal más puro, a sentir  visceralmente las sensaciones como me nacen.
Me sube la adrenalina de pura frustración, y siento ganas de... si tuviese una pera de boxeo, juro que la reventaría de un sólo puñetazo. 
No suelo ser violenta, pero estas situaciones me enervan. Me siento tan impotente, no puedo hacer algo para solucionarlo.
Me saca de quicio.
A menudo siento que a medida que me vuelvo más sensible, pierdo también más control sobre mis emociones, todas, sobre las buenas y las malas.
Me vuelvo en extremo sensible, pero también me molesto con regular facilidad, más de lo que me podía molestar cuando estaba en un estado más equilibrado de mis emociones, cuando todo me daba más o menos lo mismo.
Tengo que trabajar eso.
No puedo dejar que las emociones me coman. Yo soy mis emociones y soy libre, una emocioncita no va a manejar mi vida.  Eso es claro.
Una cosa es ser sensible o estarlo y otra muy distinta es ser simplemente idiota.
La tecnología no es perfecta, en algún momento es esperable que falle, es normal.
Eso lo entiendo, pero no puedo evitar que me afecte emocionalmente, pero sí puedo elegir reaccionar de un modo racional. He ahí donde radica la libertad de la que dispongo.
Eso creo.
Independientemente que siga pensando, que la tecnología a veces es un fiasco.


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