Páginas

viernes, 1 de octubre de 2010

La paciencia de Dios.

El martes tengo que presentar un examen. 
Será el primer paso para comenzar a reconquistar  mi libertad perdida, para lograr mi soñada independencia.
Por fin encuentro un motivo que tenga peso en méritos suficientes para hacer el  esfuerzo que toda esa mega empresa requiere.
Supongo que he postergado mi propia vida porque no le hallaba mucho sentido a la vida, así como soplada en el vacío, sin mayor proyecto que incluyera algo medianamente trascendente, algo medianamente tangible a corto y mediano plazo.
Tenía proyectos pero de pronto todo desapareció, porque sólo estaban en mi cabeza, nunca alcanzaron siquiera a salir de mí. Un día desperté y mi castillo de naipes yacía desparramado en el suelo y ya no había nada que hacer. Un sueño que se llevó el viento, y con él parte de mi vida.
Me sentí abandonada a mi suerte, y perdí el interés por seguir con mi vida. De algún modo me dejé sepultar por el tiempo y en venganza, una estúpida venganza, abandoné también la vida.
De algún modo, en mi fuero más profundo siempre esperé por un ángel del cielo, un milagro, sólo para probar la paciencia de Dios conmigo, a ver qué tanto me quería.
Pero como se trata de Él, nada puede ser tan simple. Y de otro modo sería muy fácil.
Los buenos padres no le dan todo molido, masticado a sus hijos cuando saben que estos tienen buena dentadura, más bien le enseñan a seguir las huellas de la presa que deberán cazar si se quieren alimentar.
O algo así.
Siento como que me está mostrando el camino correcto a seguir, y que con todo el tiempo libre que ya he tenido para entender más o menos de qué se trata la vida, el resto depende de mí, de no echarlo a perder.
A veces tengo la sensación que soy una especie de recién nacida, que mi verdadera vida está recién comenzando, hasta olvido, de pronto ni siquiera se me ocurre qué contar de mí, es como que toda mi vida anterior carece de importancia comparada con la que veo ahora en mi futuro.
Los arraigos a los que me creí atada siempre, la verdad ahora, ya no me parecen importantes.
Me siento lista para elevar anclas y hacerme a la mar, iniciar mi propia travesía surcando los mares, enfrentando lo que venga, segura que lograré arribar al punto de reunión con el resto de mi vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario